Andrea de Trelew

A 530 años de resistencia de los pueblos originarios contra los intentos de exterminio, este 11 de octubre, último día de libertad de los pueblos originarios americanos antes del inicio de la criminal conquista española, nos encuentra con más hechos de violencia estatal, dejando mucho para analizar. La Campaña del Desierto no terminó.
 
Las prácticas represivas llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad contra la Lof Lafken Winkul Mapu nos remiten a las épocas más oscuras del terrorismo de Estado y hacen entrever que ese hilo conductor entre el pasado y el presente sigue firme, manteniendo a la muerte y el saqueo como practicas sistemáticas en contra de los pueblos y sus formas de habitar el territorio. El Gobierno nacional, lejos de despegarse de la derecha más rancia para la que habla Patricia Bullrich, parece responder precisamente a sus reclamos con la creación de un comando unificado de fuerzas represivas para desalojar a la comunidad que recuperó su territorio en Villa Mascardi.
Sin embargo, a pesar de los años, de los distintos gobiernos, de las distintas formas y máscaras tras las que se esconden lxs poderosxs para avanzar, el pueblo Mapuche-Tehuelche nos sigue marcando el camino: plantarse con el cuerpo contra el capital. Con un amor admirable por la tierra, con dignidad y convicción, recuperan los territorios de las manos de quienes pretenden destruirlos para llenarse los bolsillos y los transforman en tierra para trabajar colectivamente, en un hogar para muchas familias, en sitios sagrados donde encontrar la fortaleza para recuperar toda esa cultura despojada, en medicina ancestral que cura, en espiritualidad que sana.
La resistencia de los pueblos originarios es demostración de rebelión popular, nos enseña a vivir en comunidad, a resguardarnos y resguardar la cultura para permanecer en el tiempo y transmitirla de generación en generación. Y lo hace enfrentándose a un modelo capitalista que, enfurecido por este desafío que atenta directamente contra una lógica que no permite la horizontalidad y la no mercantilización de los bienes comunes, despliega todos sus recursos para sembrar odio racial en el seno de la sociedad y reproducir un discurso que demoniza a las comunidades como forma de justificar posteriormente las represiones, desalojos y asesinatos en nombre de la soberanía argentina y la paz social.
A horas de la finalización del 35 Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias en la provincia de San Luis (el primero en definirse como “plurinacional”), este 11 de octubre de 2022, memoria del último día de libertad de los pueblos originarios y 50 años del Trelewazo (ese movimiento popular y solidario en defensa de lxs presxs politicxs de 1972), nos encontró con siete mujeres mapuches detenidas por el Estado argentino tras el brutal desalojo en Lago Mascardi. Es claro que estamos frente a una avanzada monstruosa contra los derechos conquistados y que todas estas prácticas represoras e intimidatorias no constituyen más que una demostración de miedo de lxs poderosxs frente a un pueblo que no se deja avasallar responde con organización y unidad a las fuerzas represivas que intentan frenarlo.
En una fecha tan significativa como el 11 de octubre, tuvimos la enorme alegría de saber que gracias a la lucha popular y el trabajo incesante de abogadxs comprometidxs con la real defensa de los derechos humanos, se obtuvo la libertad de una de las lamuen detenidas en Bariloche, la oriunda de Trelew Andrea Despó Cañuqueo. Es una victoria parcial que nos fortalece para seguir luchando por la liberación total de todas las presas políticas mapuche y sus hijitxs, para que puedan ejercer el derecho de habitar su territorio de acuerdo a su cosmovisión.
Tampoco es casualidad que todas las detenidas sean mujeres, ya que el movimiento feminista y de mujeres viene pisando muy fuerte a lo largo de estos años, logrando la ampliación y concreción de derechos y una fuerte ocupación del espacio público. Cuando hablamos de la defensa del territorio somos nosotras las que vamos al frente, demostrando la capacidad para llevar adelante las demandas del colectivo, las que no le tememos al brazo represor de los gobiernos y las que probamos que el amor por nuestro suelo es mucho más grande que el odio de quienes pretenden despojarnos de él. Estas siete mujeres mapuche golpeadas, gaseadas, detenidas, despojadas de sus hijxs y del derecho a poder parir según sus costumbres, vuelven a dejar en evidencia la misoginia y la violencia sistemática de un estado patriarcal que no permite que se cuestione y se pongan en riesgos los privilegios de clase y de género.

De manera perversa, este gobierno obligó a parir a una de las mujeres mapuches privadas de su libertad.

Romina Rosas parió presa y trajo a este mundo del que nos avergonzamos tanto a Lluko Pilmaiken Lufken, en el día de la madre, en Bariloche, una niña mapuche nació en cautiverio. Y una mujer, desde su vientre poderoso emite un grito que resuena en cada rincón, grita basta de esta incesante violencia, hacia su cuerpo, hacia su comunidad, hacia su cultura; Esta niña llega para demostrar que no podrán con el pueblo nación mapuche, que fueron siglos intentando desaparecerles y que acá, mas fuerte que nunca están renaciendo con toda la fuerza de la mapu. Como parte del pueblo consciente abrazamos a Romina y a su pichikeche, esperando que pronto vuelvan al territorio del cual nunca deberian haberlas sacado.

Desde arriba, desde el poder de la clase gobernante, nos pretenden tristes, con resignación y con odio pero, lejos de eso, lo que obtienen es mayor resistencia y organización. Por eso nuestro horizonte es el socialismo, la libre determinación de los pueblos y el poder popular, para construir un presente y un futuro que nos tenga como protagonistas, como escritorxs de nuestro propio destino.
¡Con amor, venceremos!
Basta de represión.
Libertad a las presas políticas mapuche.

Marichiweu

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