Este 14 de junio se cumplen 129 años del nacimiento del peruano José Carlos Mariátegui. Para muchxs, el primer marxista de Nuestra América. Un intelectual y militante revolucionario con un pensamiento original y potente.

Queríamos aprovechar este aniversario para pensar sobre la actualidad del Amauta. Por ello conversamos con Juan Pablo Casiello, que hace pocos meses publicó «El pensamiento de Mariátegui. Cambio social y educación en Nuestra América». Juan Pablo es secretario Gremial del sindicato docente de Rosario, AMSAFE, además de profesor de lengua y literatura en escuelas medias de la ciudad de Granadero Baigorria.

-¿Por qué leer a Mariátegui hoy? ¿Qué claves de su pensamiento te parece que iluminan las problemáticas de nuestro tiempo?

-Mariátegui fue un gran militante, un pensador de la izquierda peruana y latinoamericana. Realmente yo diría que fue único. A pesar de que sus reflexiones hoy tienen más de cien años, creo que en muchos aspectos -en otros no, por supuesto- conservan plena vigencia. Para pensar un poquito las épocas, digamos que la realidad del mundo hoy es bastante diferente a la de hace un siglo, pero también hay muchos elementos en común. Por ejemplo, la profunda crisis del sistema, la sensación fuerte de crisis civilizatoria, la necesidad de transformaciones importantes en la sociedad. Me parece que esas cuestiones de la época en que vivió Mariátegui las podemos poner en paralelo con la realidad actual de nuestra región y del mundo.

La cuestión también era pensar en aquel momento y ahora cuáles son las alternativas que aparecían en la puesta a transformar la sociedad. Mariátegui ve que entonces era muy fuerte el impacto de las ideas del socialismo, el socialismo como perspectiva, la necesidad de superar el capitalismo. Es la época de la Revolución Rusa, en primer lugar, y de una cantidad de revoluciones que se estaban dando en Europa, lo que aparecía como una perspectiva para las transformaciones necesarias de la sociedad.

Pero también, en un paralelo bastante significativo, aparecía una apuesta muy fuerte de la derecha. Son los tiempos del surgimiento del fascismo en Europa, que se presentaba (como ahora lo hace la ultraderecha) como una herramienta, como una posibilidad de dejar atrás un mundo en el que se vive muy mal, como una posible solución y camino de salida, ideas a las que se sumaban sectores muy importantes del movimiento de masas. Entonces, Mariátegui analiza con mucha precisión, con mucha seriedad, qué significa el fascismo. No planteando, como otros sectores, que se trata de la vieja derecha de siempre sino reconociendo que merecía un análisis particular. Y me parece que en eso también hay un aporte significativo de Mariátegui, planteando la necesidad de ponernos a analizar en serio a las nuevas derechas que tenemos acá en la Argentina y en todo el mundo, no despachándolas como si fueran más de lo mismo, tratando de entender qué tienen de nuevo o, en todo caso, por qué impactan con fuerza en la juventud o en sectores muy humildes y con muchas necesidades. Me parece que la apuesta de Mariátegui por la reflexión seria sobre lo que significan hoy las derechas es otro aspecto que tienen plena vigencia.

-Por tu profesión y tu militancia, le dedicás una gran parte de tu libro a la mirada de Mariátegui sobre el lugar de la educación en la transformación social. ¿Cuáles te parece que son sus principales aportes en este sentido?

-Mariátegui fue a la escuela hasta los ocho años. Después, por un problema de salud, la tuvo que dejar y nunca más volvió. Digamos que apenas empezó la escuela primaria. Pero bueno, por su cuenta y gracias a las relaciones que fue construyendo, realmente logró una formación notable. Y siempre tuvo entre sus preocupaciones lo que significaba la educación y prestó atención especial a los sistemas educativos, en Perú y en el mundo.

Uno de los ensayos más importantes de su libro «Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana» es sobre el proceso de la educación en Perú. Allí analiza la historia del sistema educativo de ese país, desde la supuesta independencia, es decir, desde la ruptura con el imperio español hasta el momento en el que escribe, más de cien años después. Mariátegui analiza todo ese proceso y sostiene que la educación en el Perú de entonces conserva todas las taras de una sociedad atrasada, clasista, racista y colonial. Y trata de ubicar los procesos en relación con la estructura social y con la base material de la sociedad. También escribió otros veinte artículos sobre el tema, que se publicaron en revistas de la época, en los que reflexiona y analiza algunas experiencias educativas particulares.

Él fue un apasionado, seguidor de los procesos de transformación de educación en Rusia, en primer lugar, donde ubica a Anatoli Lunacharski el como el principal protagonista de las transformaciones necesarias en la Rusia socialista. También analiza las propuestas de José Vasconcelos en México, un proceso muy importante de transformación de la educación en Chile, encarado desde el sindicato docente, además de otras experiencias en Europa y, con mucho interés, la Reforma Universitaria argentina, la que estalló en Córdoba en 1918 y tuvo un impacto tan grande en toda América.

Era un apasionado de esos procesos, aunque sin afirmar que la educación tenía en sus manos cambiar el mundo, de ninguna manera. Entendía que el problema era social, apartándose del optimismo pedagógico que decía y sigue diciendo que si damos educación se acaban los problemas. Él insistía en que no, que la base estaba en la cuestión material, que tenía que ver con la desigualdad, con la pobreza, con lo que significa la explotación capitalista, y que es lo que había que transformar. Pero sí es consciente de que la educación, las escuelas, los maestros, las maestras y los sindicatos docentes pueden y deben ser protagonistas de esos procesos. Entonces, parte de entender que existe la posibilidad de que en los sistemas educativos, a partir del reclamo de los sectores populares, la organización de las comunidades y las luchas de los sindicatos docentes, la educación sea una palanca importante y significativa del proceso de luchas que apunte a la transformación social. Me parece que hay ahí una señal que tenemos que saber tomar y analizar todos los días, pensando en cómo nos comprometemos con el conjunto de la sociedad, ¿no? Tiene que ver con pensar y pensarnos como docentes en ese proceso, en esa apuesta que hacemos por la trasformación, para que en las escuelas se puede cumplir un rol, tener en los sindicatos una mirada que vaya más allá de lo económico, de nuestras legítimas reivindicaciones salariales y de condiciones de trabajo, pensándonos más en los vínculos con toda la comunidad y con un proceso de trasformación más integral.

-Como militante gremial y político ¿qué enseñanzas destacás de la obra y acción de Mariátegui para las nuevas generaciones de activistas?

-Me parece primero lo que hay en Mariátegui es un análisis riguroso de la realidad local e internacional. Y creo que ahí hay mucho para para aprender. Porque muchas veces nosotros, los militantes y activistas, nos pasamos repitiendo generalidades y no analizando con rigor los procesos. Me parece que en eso hay un método muy riguroso y serio de Mariátegui, que se apoya sin dudas en las herramientas del marxismo y que lo hace con mucha autoridad. Por otro lado, creo que todo el tiempo hay un intento para pensar desde algunas referencias, pero con mucha libertad y audacia. Esta idea de que el que el marxismo en Nuestra América no tiene que ser calco ni copia sino creación heroica me parece que es una muy buena combinación sobre cómo pensar y pensarnos como militantes que apuesten a la transformación social, definiendo de qué herramientas nos valemos y qué es lo que tenemos que construir, animándonos a construir un camino propio.

Después me parece que hay una cosa muy fuerte y necesaria en los tiempos que corren que tiene que ver con la audacia en la reflexión y en la apuesta, para no quedarnos en lo posible, en análisis “objetivistas” sobre la realidad material que nos condiciona y que se nos impone, para no aceptar lo dado y naturalizar ciertos niveles de reasignación limitándonos a pensar solamente en objetivos muy inmediatos y concretos, ya que cualquier objetivo de transformación social sería inalcanzable. Bueno, en Mariátegui hay mucha audacia a este respecto, mucho pensar y mucho apostar a la importancia de la acción consciente y colectiva, afirmando que por ese lado podemos pensar en aquello que diría Gramsci sobre el optimismo de la voluntad, para ser protagonistas y transformar la realidad. Se me ocurre que esas pueden ser algunos de los aprendizajes más importantes que podemos tomar de Mariátegui.

Y, para terminar, me parece que lo más importante es entusiasmarse con su obra y con la idea de transformación, como él se entusiasmaba con una cantidad de autores que leyó. Creo que vale la pena volver a Mariátegui y vale la pena leer sus textos, porque tiene una escritura muy clara, muy precisa, aunque en general se trata de textos cortos y un poco dispersos, pero es la forma que pudo escribir a lo largo de una vida muy corta y llena de complicaciones. Sin dudas, allí vamos a encontrar una cantidad de enseñanzas significativas.

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