Andrés Carminati

En medio de una crisis de representación política de gigantes dimensiones, el pueblo tomó las calles totalmente identificado con su seleccionado de fútbol y el épico triunfo del tercer campeonato mundial. La alegría es total. El desborde es general.

Un verdadero carnaval, con todo el sentido ancestral del término. Por unos días, el cuerpo y el alma se toman licencia de los dolores y preocupaciones mundanas y se celebra fuerte, hasta romperse. Hasta que la alarma de la supervivencia cotidiana logre despabilarnos del sueño más hermoso. El laburante es rey, la fiesta manda. Que esto no se termine jamás.

Como un río desbordado millones ocuparon las calles, no importó el sol rajante, el cansancio, la total falta de planificación e información. Es una catarsis colectiva. Un grito de gol, un grito de campeón mundial que trae un fondo de barro, un ruido de broncas y tristezas sedimentadas en la cotidiana y naturalizada injusticia. Un golazo nuestro: Felicidad plena. Un golazo contra todos los adversarios (presentes e históricos): La revancha llegó.

En las clases dominantes reina el terror. Y mientras intentan desesperados manotear algo de esta enorme fiesta popular, buscan sembrar la amargura, el desahucio, el desencuentro, la desconfianza horizontal. Ese es su negocio. Saben que la fuerza potencial que tiene un pueblo en las calles, orgulloso de sus raíces, reclamando protagonismo, contiene un peligro difícil de mensurar. Por eso la bronca con el feriado, el total desmanejo de la caravana y la pulseada por impedir que la celebración culmine en el Obelisco o Casa Rosada. Ya salieron a medir cuántos millones costó esta fiesta, para ellos tan ajena.

Ayer fue 20 de diciembre. A 21 años del 2001 las calles fueron del pueblo, sobrevolaron helicópteros y todo se tiñó celeste y blanco. Con otras intenciones, en otras direcciones, pero hay esperanzas y broncas que siguen siendo las mismas. Gritar por Argentina puede tener distintos significados. Ese quizás sea uno de los ejes de esta batalla.

En definitiva, el fútbol no es fútbol, quizá sea un deporte, pero también es un arte, literatura, baile, música, política, geopolítica, pasión, religión, locura, trabajo, lucha de clases, negocio, carnaval, cumpleaños y un velorio. Todo en permanente movimiento, como la caprichosa, que gira, gira, y en su síntesis puede determinar el destino de 22 y de millones.

¡Qué viva el fútbol! ¡Salud, carnaval!

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