Derrotar a la extrema derecha es la tarea de una generación

Editorial de la Coordinación Nacional de la Insurgencia/PSOL. 15 de octubre de 2022.

Hace casi dos semanas, el pueblo brasileño acudió a las urnas para emitir su voto en la primera vuelta. Después de una campaña muy polarizada, salimos con una importante victoria: Lula salió con una importante ventaja sobre Bolsonaro, de más de 6 millones de votos. Nos faltaron menos de 2 millones de votos para la victoria en la primera vuelta.

El movimiento político hacia el voto útil por Lula en la recta final trajo alguna esperanza sobre la posibilidad de victoria en la primera vuelta, dado el crecimiento del sentimiento en defensa de la democracia, con apoyo de artistas, intelectuales y gestos significativos del STF (Supremo Tribunal Federal) y de los grandes medios de comunicación. Todo confirmando la posibilidad real de derrotar a Bolsonaro el 2 de octubre, una apuesta que el PSOL ha lanzado desde el primer momento.

Es un hecho que las encuestas no nos prepararon para enfrentar el volumen de personas dispuestas a votar por Bolsonaro. Por más que sigamos planteando hipótesis para entender los equívocos de lectura -como la tendencia del voto vergonzante, el voto útil en la derecha anti-Lula en la recta final, la oscilación de la abstención o la aversión de los bolsonaristas a las encuestas- no es sólo en los números donde se revelan las lagunas, todavía tenemos muchos puntos ciegos en relación con el bolsonarismo y cómo, tras la tragedia de la gestión en la pandemia y una crisis económica sin precedentes, los brasileños depositaron el 43,2% de los votos en el líder de la extrema derecha. El bolsonarismo es un fenómeno de masas en Brasil, que sustenta una autoridad política capaz de movilizar manifestaciones ideológicas, como la del 7 de septiembre, designar candidatos y elegir diputados, gobernadores y senadores e incluso destruir a los pares que los traicionaron. Toda la derecha se ha reorganizado, consolidando el fin de la hegemonía del PSDB y una supervivencia del lavajatismo al servicio de una agenda golpista, fundamentalista y miliciana. Es un enemigo que no se puede subestimar.

Por este lado, queda clara la necesidad de un frente político amplio, así como se reafirma la necesidad de construir un proyecto a la izquierda de Lula. El PSOL se reafirma como esta opción, manteniendo su radicalidad y autonomía, a la vez que se muestra responsable con el momento histórico y con la necesaria composición de fuerzas. El PSOL afirma el espacio de una izquierda con un programa que promete presionar al futuro gobierno de Lula en defensa de las agendas fundamentales de la sociedad, como está haciendo en estas elecciones. Esta lectura no impide reconocer los desafíos del futuro, con una eventual y esperada victoria de Lula, en cuanto al mantenimiento de este perfil para el partido, sobre todo ante el peso gravitatorio impuesto a la izquierda por un nuevo gobierno de carácter progresista.

Es importante señalar que, aunque seguimos teniendo una Cámara de Diputados con mayoría conservadora, la centroizquierda y la izquierda radical tuvieron un crecimiento significativo, con la federación PT-PCdoB-PV creciendo 12 escaños, con un total de 80 elegidos, y la federación PSOL-REDE con 14 escaños en total. Por otro lado, los sectores que optaron por la demarcación en primer plano no obtuvieron un buen resultado, como el PDT de Ciro Gomes, que prefirió ocupar un espacio nebuloso entre Lula y Bolsonaro y perdió 11 escaños, y los partidos que se apartaron de los demás, como el PCB, la UP y el PSTU, tuvieron poco impacto en el debate público en general.

El PSOL no sólo amplió sus bancadas, sino que renovó y diversificó sus representaciones, fruto de una construcción orgánica de estos sectores en el partido y de una apuesta correcta de la dirección del partido. Hemos ampliado nuestra bancada estatal de 15 a 22 diputados. Nuestra bancada federal pasó de 8 a 12, con, además de los que fueron reelegidos: Sônia Guajajara y Célia Xakriabá, las primeras mujeres indígenas elegidas por sus estados, Erica Hilton como la primera diputada federal trans del país, Henrique Vieira, un joven pastor negro y antifundamentalista, Tarcisio Motta como gran líder carioca en educación y cultura, Guilherme Boulos, más de un millón de votos para el líder del MTST, y el regreso de Chico Alencar a la Cámara Federal. Una bancada socialista de mayoría femenina, que tendrá la tarea de integrar la unidad para seguir imponiendo derrotas al fascismo y al mismo tiempo ser un bastión a la izquierda del gobierno de Lula.

Derrotar a la extrema derecha es la tarea de una generación.

Sabemos que la segunda ronda es un nuevo juego. Tenemos que ganar 3 millones de votos más para garantizar esta victoria, que es una necesidad histórica para Brasil y para el mundo. Para conseguir estos votos hay que entender los votos a Tebet y Ciro, así como los indecisos y los que no fueron a las urnas. Se trata de un votante que no es bolsonarista, pero que tiene resistencia a Lula, y son votos que se concentran en el sureste. Por lo tanto, creemos que es decisivo que en esta etapa final de la campaña, el tono de la misma sea menos nostálgico y más de defensa de propuestas para el futuro de Brasil y de la democracia. La centralidad de la lucha contra el hambre y la desigualdad con una política de recuperación de puestos de trabajo, el fin del techo de gasto para democratizar la salud y la educación, deforestación cero, demarcación de tierras y protección social son algunas de las ideas que deben volver al imaginario del pueblo brasileño.

El papel de la izquierda radical -a través del PSOL y de los movimientos sociales críticos- debe, al mismo tiempo, construir el frente para impedir el neofascismo en Brasil y disputar en este movimiento político pro-Lula para las ideas radicales representadas en sus candidaturas recién electas. Fortalecer los movimientos sociales y recuperar las calles para la izquierda con un carácter de movilización de masas.

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