por Loana Barletta
A poco mas de un mes que se diera a conocer la denuncia de Fabiola Yáñez contra Alberto Fernández por violencia de género y mientras, en el marco de la causa, declaran diversos testigos, los medios de comunicación siguen apuntando al feminismo como responsable.
Una de las primeras cuestiones a pensar es que un ex Presidente violento no es responsabilidad del feminismo pero que sea denunciado es posible gracias a que el movimiento existió y existe. Esa es la única culpa del feminismo.
Los feminismos nos hemos cansado de repetir e insistir en que la palabra de las víctimas importa, y eso sin dudas hizo posible que una ex primera dama denuncie a quien ha tenido el cargo jerárquico más alto en el Poder Ejecutivo. También, y a pesar de que muches aún hoy siguen insistiendo en poner el ojo en las feministas, gran parte de la sociedad estuvo disponible a escuchar desde otro lugar, más empático y analítico.
Una vez realizada la denuncia de Yáñez, llamó la atención la celeridad en la respuesta judicial. Acostumbradas a un sistema en donde cientos de causas por violencia mueren en cajones de oficinas o tardan muchísimo tiempo en llegar a la Justicia, fue notoria la velocidad y la insistencia del Juez Ercolini porque la denuncia se realizara. Ojalá siempre se tratara con esa urgencia.
Las feministas somos señaladas porque no adivinamos que Fernández podía ser un violento, porque parece que nos creímos el cuento de que había puesto fin al patriarcado. Nota al pie: no, nunca creímos que había puesto fin a nada, ni tampoco creímos que fue un furcio de amigo aliade eso de que “volvimos mujeres”. La noticia de un hombre golpeador, incluso habiendo sido presidente de la nación, no nos sorprende. Incluso habiendo sido el que insistió con la necesidad de avanzar en la agenda feminista y hasta creó un Ministerio para que pensara e implementara las políticas públicas de género y diversidad.
Pero, aunque no sorprende, generó una conmoción que movió el debate por varias semanas. Y eso se debió, en gran medida, a que Alberto Fernández durante su gobierno hizo de la agenda feminista su propia agenda gubernamental. Esto hizo que, con el diario del lunes, se hablara de cómo “usó al movimiento” en su favor. No hay dudas del uso que hizo de las temáticas de género (no así del movimiento que es muy distinto), pero tampoco hay dudas de que con la creación del Ministerio de mujeres, géneros y diversidad la participación política de las feministas en espacios específicos aumentó, así como también se abrieron áreas de género a nivel nacional que hasta el momento no existían. Sin embargo, sólo con la institucionalización no alcanza. De hecho, fue esta misma la que corrió de las calles a numerosas compañeras que militaban el feminismo y se encontraron detrás de un escritorio haciendo mucho pero sin poder mover realmente el amperímetro de las políticas públicas.
Lo cierto, también, es que el movimiento feminista en todos estos años de lucha ha peleado y logrado la legalización del aborto que significó que se redujeran las muertes por abortos clandestinos. El movimiento feminista fue el que sentó las bases para que muchas mujeres víctimas de abusos de todo tipo pudieran denunciar, pudieran romper con el círculo de violencia en que se encontraban. El movimiento feminista fue el que peleó por la ESI y logró que miles de niños y niñas tuvieran las herramientas y pudieran contar haber sido víctimas de abuso así como para evitar que otras nuevas violencias sucedieran.
Hace un mes, cuando explotó la noticia sobre la denuncia de Fabiola Yáñez, los medios se inundaron de imágenes de la mujer golpeada sumado a videos que formaban parte de la intimidad del ex presidente convirtiendo el hecho en un circo mediático.
Circo al que, muy oportunamente, se sumaron funcionarios del gobierno actual con un dejo de cinismo. Vocero oficial, Presidente, ministros que hasta ayer nomás negaban la violencia de género, se largaron a hablar del tema y a condenar con vehemencia a Fernández. Todo eso mientras desfinancia y desjerarquiza las políticas públicas de atención y prevención de la violencia machista y denosta todo lo relacionado a la perspectiva de género.
En 2022, un informe de Proyecto Generar reveló que en Argentina 7 de cada 10 mujeres, lesbianas y personas trans en la política sufrieron acosos y abusos y que casi todos ellos ocurrieron en sus espacios de militancia. Espacios de todo tipo y color partidario.
Esto, entre otro sinfín de evidencia, no hay más que demostrar que la violencia machista es un problema estructural y transversal a todos los ámbitos en los que las mujeres se desarrollan. Por eso, la acusación contra Alberto Fernández no sorprende, más bien nos impulsa a seguir hablando de violencia de género en todas sus formas y en cada lugar que pisemos.
A poco mas de un mes de la denuncia y mientras la causa avanza en la Justicia, muchxs referentes políticxs no han pronunciado opinión o bien se han limitado a manifestar el shock que les significó enterarse del caso. En el medio vimos la condena a José Alperovich y también seguimos viendo al procesado por abuso sexual Fernando Espinoza en cada acto junto al gobernador de la provincia, Axel Kicillof, como si nada pasara.
Estamos en un momento crítico, en donde se pone en tela de juicio los avances que el feminismo logró en tantos años de lucha y persistencia. Es hora de volver a centrar el debate público sobre la importancia de defender los derechos de las mujeres y de entender que cada una de las historias sobre violencia no es un hecho aislado sino que responde a un problema estructural.
Sabemos de esto porque lo hicimos muchas veces. En las calles, en las casas, en el trabajo, en todos lados. Porque la lucha es nuestra.