Garita de 14 y 64, ciudad de La Plata

Amira Molaheb

Di varias vueltas antes de sentarme un ratito para escribir esta nota. Siéndoles sincera, se vuelve difícil armar ideas o reflexiones sobre el 8M cuando la realidad otorga baldazos de agua fría o cachetadas por ultraderecha todo el tiempo. Cansancio, bronca, indignación, angustia, incertidumbre, necesidad de vivir en Narnia, salir para cualquier lado ¿con cuál emoción se levantaron hoy? ¿Cómo se puede seguir tolerando tanta crisis? Como dice Charly, “están pasando demasiadas cosas raras para que todo pueda seguir tan normal”.

Si bien todos los 8 de marzo tienen su impronta política, este 2024 nos encuentra con un gusto demasiado amargo en la boca en estos primeros meses del gobierno ultraderechista de Javier Milei. No sé cómo la ven ustedes, pero, para mi es más que evidente que “la casta” definitivamente fuimos, somos y seremos nosotres. La devaluación de nuestros salarios junto con el aumento del índice de pobreza en tres meses fue escandalosa (peor que en el macrismo), la quita de subsidios al transporte pone en jaque cualquier economía familiar, el cierre del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades o del INADI, no saber cuánto costarán los medicamentos el próximo mes o el desmantelamiento en instituciones clave en materia de derechos básicos (como el caso de la Agencia Nacional de Discapacidad o los CDRs, por sólo ejemplificar) no hacen más que afectar doblemente en mujeres y disidencias este espeluznante ajuste sobre nuestra realidad.

Los aportes de Luci Cavallero y Verónica Gago en su libro “Una lectura feminista de la deuda” (2019) se vuelven primordiales para el análisis sobre cómo la coyuntura económica de nuestro país y la financiarización de la vida cotidiana (como estrategia de supervivencia) aterriza en territorios, cuerpos, economías, sexualidades y conflictividades diversas. ¿Acaso es casualidad sentirse más cansades, cuando hace tres meses no dejamos de hacer cuentas mentales para ver si necesitamos o no otro laburo? ¿Vos también te sentís como en una peli de terror cuando imaginas tu futuro?

Una de las mayores enseñanzas del movimiento feminista es haber jerarquizado la discusión de las tareas de cuidado como una dimensión fundamental en la salud de las mujeres/disidencias y como territorio a conquistar nuevos derechos que reconozcan dichas tareas como trabajo. ¿Y por qué me parece importante hablar de cuidados en este momento? Porque el desfinanciamiento y reducción del aparato estatal que está impulsando “la motosierra” de Milei genera que el acceso a la medicación o comprar útiles escolares se torne un privilegio para poca gente, se profundice la feminización de la pobreza o la sobrecarga de las tareas de cuidados, aparezca un recrudecimiento de las violencias sexuales en mujeres o disidencias o estallen el malestar sobre nuestros cuerpos y sexualidades (y algunes siguen insistiendo en leerse como un problema “individual”). Recuperando los aportes de

Cavallero y Gago (2019) una lectura feminista y disidente de la crisis tiene que mapear y comprender las formas de trabajo, visibilizando la injerencia en la vida cotidiano el impacto de los trabajos domésticos, reproductivos y comunitarios. Y es allí donde aparecen escenas o discursos dónde afloran redes colectivas y solidarias para construir estrategias que le disputan la centralidad al mercado sobre los derechos básicos de la población. El cuidado colectivo, con bonitas palabras.

En todos los ámbitos que se “achica” el Estado, en realidad transforma a los derechos cómo mercancía y deja a la merced individual las (im)posibilidad de millones de familias que garanticen la reproducción de su vida. El déficit cero que tanto se enorgullece nuestro presidente fue, en gran parte, a costa del empobrecimiento de miles de amas de casa que perdieron escandalosamente con sus jubilaciones (y que ahora quiere pasarle a pensiones por “no ser equitativa el trabajo realizado”, según Morindo). Discursos de odio hacia les feministas en redes o acusaciones de “asesinas de pañuelos verdes” durante discursos presidenciales, amenazas escritas en paredes contra quienes garantizan la ESI o la IVE a diario o la multiplicación de denuncias de insultos callejeros sobre las disidencias son reflejo de los efectos de “la potencia del odio” como ordenador y disciplinador social que este gobierno propone sobre los feminismos, parafraseando algunas palabras de Cesar González en su libro El fetichismo de la marginalidad (2021).

Reivindicarse feminista en estos tiempos parece revolucionario, nos han transformado decididamente en unas de sus más ferreas contrincantes ¿De dónde sale tanto ensañamiento? ¿No les llama la atención que la mayoría de sus enojos o exabruptos públicos sean con mujeres que, cada cual en su ámbito, desafían los roles tradicionales de la “feminidad”? ¿Creen ingenuo que Milei llene de elogios a un intelectual que dice que “el feminismo le hace mucho daño a las mujeres” o que siente goce cuando ven reprimir “zurdos” en Congreso? Perdón, me nace hacer un millón de preguntas para entender esta realidad digna de la famosa canción de Maria Elena Walsh sobre el mundo del revés; donde parece que la libertad se transformó en un privilegio de quienes puedan pagar por ella.

En lugar de seguir enojándome con esta gente, prefiero poner el centro sobre aquello que hemos conquistado. ¿Señor Laje, quiere contarme en qué nos dañó el feminismo? ¿En registrar que tenemos derechos o voz propia, por ejemplo? ¿En qué le molesta a usted que tengamos libertad y deseos? A cada paso que da este gobierno, refleja que sus ideas y libertades son sólo para quienes tienen ideas similares al Medioevo; donde el papel de las mujeres es sólo para la vida doméstica y el cuidado de sus hijes. Parece que estos onvres todavía no aprendieron que nosotres aprendimos a llenar las calles (incluso, bajo la lluvia) con nuestra marea verde multicolor y defender los derechos que nos corresponde. Porque así nos enseñaron nuestras ancestras, nuestras hermanes y todes aquelles que por la violencia machista o la clandestinidad no están más acá. Que se vayan enterando que les feministas no tenemos miedo en salir a gritarles que su intento de querer discutir y derogar la ley del aborto era pura bomba de humo y que la urgencia es hoy con el hambre y la desocupación que su gobierno nos impone.

Aprendimos a levantarnos todas las veces que sea necesario en estos más de 40 años de historia para que el aborto se apruebe, que esta lucha atraviese generaciones y territorios, que nos devuelva la posibilidad de que sí podemos elegir nuestros proyectos de vida y disfrutar de nuestra sexualidad sin culpa, a sentirnos orgulloses porque el proyecto de ley de la Campaña Aborto tiñó de verde toda Latinoamérica y; además, que nuestra ley es ejemplo de legitimidad democrática en América Latina con cantidad récord de oradores en pro y en contra.

Ahora tenemos enfrente un enemigo nuevo, que golpea con mucha más dureza y nos toca redoblar nuestros esfuerzos para seguir organizadas y en las calles frente a los múltiples intentos de recortar nuestros derechos y libertades conquistadas. Pero también, conocemos un poco por dónde golpea este enemigo y cómo el movimiento feminista ha sido bastión de resistencia y politización durante gobiernos de ultraderecha como fue el caso de Brasil bajo el gobierno de Bolsonaro. Aunque cueste recuperarse del shock inicial o nos quieren aterrorizar con represiones totalmente injustificadas por su inconstitucionalidad, este 8M hay que salir a gritarle a este gobierno que nuestros derechos y libertades no se negocian y que siempre vamos a ser las “feministas aguafiestas” que gritaremos nuestras verdades. Además, siempre corre el rumor de que con la derecha se disfrutan muchísimo menos los placeres sexuales, asique prefiero quedarme del lado del piquete y con muchísimo más placer para combatir. Como diría Marilina Bertoldi les feministas estábamos enojades pero ahora nos estamos preparando para la resistencia; animándonos a erotizar nuestra salud y politizar nuestros cuerpos y malestares en estos tiempos ¿Y qué mejor que hacerlo en nuestro mejor aquelarre, con las plazas llenas de colores y fueguitos ardiendo?

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