“Y ahora qué vamo a hacer
Y ahora qué
Soñé otro mundo
lo conseguí luchando.”
(Manu Chao y Aprés La Classe)
Regional Patagonia
Lo primero a entender sobre los incendios que estamos sufriendo en Patagonia es que hay una multiplicidad de causas que se conjugan y que llevan a esta catástrofe ambiental, que ya se cobró la vida de un poblador. Decir que quienes provocan estos incendios son “loquitos sueltos”, “turistas descuidados” o “grupos terroristas mapuches asociados a Inglaterra” (cómo se busca instalar desde los medios hegemónicos), invisibiliza por completo los reales intereses económicos y políticos que hay detrás del ecocidio.
Es vox populi que la construcción de barrios privados y complejos turísticos de élite, junto a la posible bajada de fondos a provincias y municipios, constituyen fuertes elementos de presión a la hora de arrasar los territorios afectados. No contemplar dichos aspectos nos conduce a un análisis parcial del problema, que nos deja impotentes y sobre todo nos dispersa y divide quedando cada quien en su postura o hipótesis.
Como ya viene sucediendo hace prácticamente una década, se incendian los bosques en sectores aledaños a las localidades cordilleranas de Chubut y Río Negro. Este texto busca aportar a entender de forma completa lo que sucede, en pos de intentar ideas y propuestas que sirvan al debate público en torno al terrible daño socioambiental y la urgencia de poner en marcha acciones colectivas que ayuden a evitar su repetición.
Consideramos, como todxs, que lo urgente es apagar los incendios y entendemos que para ello se debe contar con la estructura y los insumos necesarios. En esta ocasión es más evidente la sistematicidad e intencionalidad de los incendios, que fueron provocados en distintas localidades, de a varios focos al mismo tiempo, e incluso algunos como el de El Hoyo, ocurrido durante la madrugada.
La amplia y a la vez trágica experiencia que Argentina tiene en materia de incendios forestales, debe traducirse en la puesta en marcha de una política real de combate contra el fuego, más aún en un contexto de profundización de los efectos del calentamiento global.

Celebramos la solidaridad y organización que surge desde abajo. Es para destacar cómo en situaciones de crisis el pueblo se organiza y teje redes para sostener, resistir y combatir, dejando claro que la fuerza de la organización colectiva puede producir cambios significativos para nuestra sociedad. A los cuerpos de bomberos y brigadistas que combaten el fuego (la mayoría con contratos precarios y sin las herramientas adecuadas) se suman las brigadas autoconvocadas que no son más ni menos que vecinxs y pobladores que se suman a la laboriosa (y riesgosa) tarea de evitar la propagación de las llamas, al mismo tiempo que se asisten entre sí. En ese marco, la única respuesta por parte de las autoridades y la plana política, fue fogonear la construcción de un enemigo interno a quien culpar. Las detenciones a brigadistas durante los últimos días, a quienes se los señaló como responsables de prender fuego los bosques; puso al descubierto la connivencia entre poder político, judicial y los intereses de magnates como Joe Lewis. Durante los primeros diez días de incendios, la única política que se expresó fue la represión a la población civil. Primero por parte del aparato judicial y después por parte de grupos que hace tiempo actúan en la Comarca Andina y cuya función es violentar a pobladorxs y activistas.
“Solo el pueblo salvará al pueblo”, escuchamos y leemos muchas veces y podemos ver cómo se pone en marcha desde abajo este intento de salvaguardar la vida, sin embargo entendemos también, que la única forma de tener resultados significativos en este momento crítico, es que el estado ponga la mayor cantidad de recursos económicos, jurídicos y políticos a disposición de ese objetivo. Los aviones hidrantes, los camiones cisterna, herramientas, y recursos de todo tipo, no pueden suplirse con la buena voluntad y predisposición de la población que, desesperada por proteger el territorio y las vidas humanas y no humanas, se dispone a combatir los focos arriesgando la propia integridad e incluso la vida. Quedarnos solo con la organización popular, sin demandar al Estado (el mayor responsable de los incendios justamente por su omisión, indiferencia y su complicidad) la estructura necesaria, nos parece conduce a una posición que colabora con la neoliberalización de la lucha contra los incendios. En la actual coyuntura política del país es cuando más debemos exigir y demandar al poder político los presupuestos, legislaciones y acciones necesarias.
Al mismo tiempo es fundamental denunciar la criminalización y persecución que sufren las comunidades Mapuche y Mapuche Tehuelche a manos de los gobiernos provinciales y de la nación. Desde las oficinas gubernamentales ponen toda la estructura del estado para perseguir y hostigar a quienes viven y defienden el territorio, estigmatizando y generando a través de su discurso cargado de racismo, odio y mentiras, un blanco fácil para que la sociedad entera les señale como culpables de semejante catástrofe.
El gobernador de la provincia de Chubut, Ignacio Torres, está abocado a dar notas en medios nacionales para culpar a los pueblos originarios, buscando algún chivo expiatorio para evitar hablar de lo importante: su responsabilidad y falta de gestión para obtener recursos para apagar los incendios. Acompañado de discursos racistas, allanan y desalojan comunidades, pretendiendo militarizar la región para infundir miedo, violencia y para seguir garantizando el despojo y la entrega absoluta de los territorios.
Decimos que el Estado y los gobiernos provinciales son responsables, tanto por acción como por omisión. Lo demuestra la ineficiencia de los tendidos eléctricos que no soportan el crecimiento poblacional de las localidades; la falta de mantenimiento de los caminos para la circulación de los bomberos; además de la ya conocida problemática de la suplantación de los bosques nativos por pinos. Es ampliamente conocido que esa especie afecta la calidad de la tierra, consume enormes cantidades de agua y compite con el resto de la vegetación local, alterando las condiciones para la fauna. Además, resulta especialmente favorable en la propagación de los incendios, dada su alta capacidad de arder ante la más mínima llama. En definitiva, los pinos se plantan sustituyendo especies nativas y luego se hacen negocios, en teoría vinculados a la producción maderera, pero lo que suele estar detrás, es el negocio inmobiliario, el despojo y la privatización de tierras y fuentes de agua.
Párrafo aparte merece el gobierno nacional. Desde el comienzo de su gestión, Milei impulsó el desfinanciamiento de los organismos encargados de la protección de bosques, a través del proyecto de “Ley Omnibus”, en la que intentó atacar glaciares y bosques nativos de alto valor de conservación, y modificar la ley de tierras en función de su explícita política privatista. A pesar del rechazo de ese primer proyecto legislativo, que devino la “Ley Bases”, Milei logró, con la aprobación de esta última, la transformación (o deformación) del Estado, el paquete de leyes para grandes inversiones y una reforma de flexibilización laboral. Tres ejes que apuntan por igual contra la clase trabajadora y el ambiente.
No debería sorprendernos que se den este tipo de ataques al ambiente, al trabajo y a la vivienda de las personas, cuando de por medio existen territorios y recursos que constituyen para ellos -políticos y empresarios- negocios en disputa. Por ejemplo, el proyecto inmobiliario “Laderas” que en el año 2016 fue rechazado con una amplia movilización en El Bolsón para proteger el territorio declarado reserva natural (Ordenanza municipal 261/003). Ese territorio es uno de los que se encuentra hoy en llamas.
O la recientemente aprobada construcción de tres hidroeléctricas ubicadas en el complejo Baguales (entre El Bolsón y Bariloche) cedido por 30 años a un empresario de Qatar. No es la primera vez que el acceso al agua queda en manos de magnates extranjeros, Joe Lewis (Lago Escondido) cuenta también con varias hidroeléctricas. Sobre los bienes comunes sólo pueden decidir los pueblos, en beneficio de sí mismos y sin perjuicios para la naturaleza.
En síntesis, las consecuencias de los incendios son múltiples, ya que a la destrucción ambiental, se suma la destrucción de la economía local, dado que en buena parte la región se sustenta en base al turismo. En Chubut ya conocemos sobre crisis económicas que son usadas como justificativo para la megaminería y demás proyectos extractivistas; además del rol servil que juegan la mayoría de los medios de comunicación. Se trata de elementos presentes desde hace tiempo en el tablero socio político patagónico y que están garantizados para una nueva intentona extractivista. Lo novedoso viene siendo que Milei y los grupos económicos que lo sustentan, buscan profundizar el saqueo y la privatización de los bienes comunes, censurando y prohibiendo toda investigación e información pública sobre los efectos del cambio climático. Al mismo tiempo promueven la “inversión” de empresas extranjeras con legislaciones como el “RIGI”, lo cual constituye una entrega de los bienes comunes y la soberanía, acompañada por una reforma laboral que abarata costos y acrecienta las ganancias de las multinacionales.
En este contexto, parecen más que oportunas las preguntas que se hacía Eduardo Galeano: “¿Es América Latina una región del mundo condenada a la humillación y a la pobreza? ¿Condenada por quién? ¿Culpa de Dios, culpa de la naturaleza? ¿El clima agobiante, las razas inferiores? ¿La religión, las costumbres? ¿No será la desgracia un producto de la historia, hecha por los hombres y que por los hombres puede, por lo tanto, ser deshecha?” Y la conclusión con la que respondía: “(…) el subdesarrollo latinoamericano es una consecuencia del desarrollo ajeno, que los latinoamericanos somos pobres porque es rico el suelo que pisamos y que los lugares privilegiados por la naturaleza han sido malditos por la historia. En este mundo nuestro, mundo de centros poderosos y suburbios sometidos, no hay riqueza que no resulte, por lo menos, sospechosa”.
A sabiendas de que la construcción de otro mundo es posible y urgente, seguimos en la senda de la organización y la unidad de lxs de abajo.
¡APAGUEN EL FUEGO YA!
¡TODO FUEGO ES POLITICO!