El resultado de las PASO de cara a las elecciones presidenciales planteó cierto desconcierto en torno a los resultados que se podían llegar a esperar, sobre todo con el mayor porcentaje de votos obtenido por Milei.

¿Estamos ante un proceso de “derechización” o de “fascistización”? No podemos afirmarlo taxativamente, sabemos que la clase trabajadora y el pueblo argentino cuenta con reservas de lucha y sostiene una fuerte organización política y sindical, aunque sí es real que en los últimos años ha primado la desmovilización, de la mano principalmente de ciertas dirigencias sindicales y sectores que han abandonado las calles y han centrado su política en la canalización de los reclamos populares casi exclusivamente hacia vías institucionales.

Esta tendencia a la desmovilización, sumada a los efectos de la crisis -pandemia mediante- en las condiciones de vida de la clase trabajadora y al fracaso del gobierno de Alberto Fernández, forman parte de un panorama complejo, en el cual se ha construido un terreno fértil para qué opciones como las que propone Milei puedan captar una parte del descontento social con el estado actual de cosas.

El impacto en la subjetividad que logran los discursos promovidos por este personaje, corren el margen de lo decible hacia límites que hace algún tiempo creíamos inimaginables, pero que evidentemente tienen cierta cabida en sectores subalternizados, para los que el trabajo precarizado, la imposibilidad de acceder a derechos laborales y a una asistencia de salud y educación públicas, entre muchas otras carencias forman parte de la realidad cotidiana. En ese marco, el rol del Estado y la imagen que se construye sobre éste es de “cercenador de libertades”, y que los derechos “alguien los debe pagar”.

Con consignas y discursos efectistas y vacíos, logran interpelar a un sector de la población, ocultando el hecho de que cuando hablan de “libertad”, están hablando de la “libertad de empresa”, de libre mercado, que es, en el más hipócrita de los sentidos, nada menos que la libertad para las grandes empresas de apropiarse del trabajo ajeno con el mínimo costo posible. Propugnando un individualismo acérrimo y la reedición de lógicas neoliberales, disfrazan el trabajo precario con “emprendedurismo”, buscan fragmentar a la clase obrera, enfrentando a sectores de trabajadorxs entre sí (ocupadxs y desocupadxs; efectivxs y tercerizadxs o precarizadxs, etc), además de construir apoyo en base a una falsa lógica “antisistémica”, pero que detrás de ello contiene lo más nefasto de la podredumbre capitalista.

El avance de estas expresiones que incluyen un abanico variado de consignas y propuestas de contenido racista, machista, homoodiante, antiderechos, tiene un carácter internacional y adquiere diferentes matices de acuerdo a cada contexto. En el caso argentino, adquirió un contenido negacionista e incluso de abierto apoyo a la última dictadura militar, del cambio climático y se asienta además en un programa económico neoliberal, ya implementado en el pasado con resultados desastrosos para las grandes mayorías. Pero su programa no surge como algo totalmente externo a la clase dominante y sus necesidades, sino que se da en el marco de un ajuste brutal, del retroceso de ciertas políticas progresistas dentro de la alianza de gobierno, que ha buscado homologar sus principales planteos políticos a sus opositores por derecha. Esto además, se da en el marco de un Estado que no olvidemos se ha construido históricamente sobre las bases del genocidio a los pueblos originarios, de la represión brutal hacia la clase trabajadora, de la construcción del mito de una nación “blanca” que aún no ha dejado de operar.

Tal es así, que desde el Estado, los medios de comunicación y los discursos de las diferentes fracciones de la burguesía se busca demonizar, pero además se reprime y criminaliza a quienes luchan, en especial contra el extractivismo y el ajuste. La persecución judicial y policial, en el marco de un cada vez mayor fortalecimiento y articulación de las fuerzas represivas en América Latina son parte de esta realidad, en la cual estos discursos de odio tienen lugar y frente a los cuales es necesario fortalecer lazos de solidaridad entre los pueblos.

Chubut en el entramado nacional

Situándonos específicamente en nuestra región, los resultados de las elecciones provinciales y presidenciales (que estuvieron desdobladas) presentaron signos similares en cuanto al menor porcentaje de concurrencia a votar (menos del 70% del padrón) y el crecimiento del porcentaje de votos en blanco (más del 10%).

La elección de gobernador y diputados no contrasta demasiado con las elecciones nacionales, que dieron un triunfo muy ajustado al candidato de la alianza Juntos por el Cambio (JxC), dejando en segundo lugar al peronismo representado en la alianza Arriba Chubut (que buscó distanciarse, pero representa el mismo sector político que el gobernador saliente, Mariano Arcioni) y en tercer lugar a los candidatos locales del partido de Milei (la Alianza por la Libertad Independiente Chubut).

A su vez, es una elección en la que contrapesa el ingreso a la legislatura provincial de un diputado provincial del FIT-U, aspecto sumamente importante para la lucha contra el extractivismo, teniendo en cuenta que es la única fuerza política que plantea el rechazo a la megaminería de manera verdaderamente honesta y el diputado que ingresó es además un militante criminalizado por esta lucha.

En las elecciones presidenciales en Chubut, Milei obtuvo un porcentaje más alto, considerando el total del país, ya que fue del 39,4 % de los votos, frente a un 24,33 % para JxC (14,86% Bullrich; 9,47% Larreta) y 22,82% Unión por la Patria (UP) (16,69% Massa; 6,13% Grabois), mientras que el FIT-U obtuvo el 3%, un número menor del que había logrado en las elecciones provinciales.

¿Qué significan estos números tan desalentadores?, ¿cómo es posible este resultado en una provincia que tuvo un proceso de lucha tan importante como el chubutaguazo de fines de 2021, además de la gran conflictividad en el sector estatal?

Podríamos pensar una explicación posible a partir del descontento social, o mejor dicho con el rechazo abierto de la población al gobierno y la figura de Arcioni, que ha sido uno de los principales aliados de Sergio Massa a nivel nacional. A su vez, a la clase trabajadora y al pueblo le ha costado menos generar acciones unificadas de resistencia contra el saqueo de los bienes comunes, que frente a un panorama electoral. Una parte se volcó a la abstención, otros sectores eligieron a la izquierda representada por el FIT-U, otros optaron por el “mal menor” (que no sería tan menor en lo que respecta al programa del extractivismo en todas sus formas) y otros sectores canalizaron su hartazgo votando a Milei  o a JxC.

En este sentido, el proyecto impulsado por el gobierno y avalado por la legislatura que pretendía habilitar la megaminería disgregó y disminuyó principalmente el caudal de votos del peronismo, que fue el partido que asumió el costo de ello en el plano electoral, favoreciendo la acumulación política para JxC a nivel de la gobernación y La Libertad Avanza (LLA) a nivel presidencial.

Al mismo tiempo, a esto se suma la desastrosa gestión de la pandemia en la provincia y el deterioro creciente de las condiciones de vida de la clase trabajadora que se agudizó fuertemente, con un marcado proceso de precarización que afecta aspectos tan básicos como la salud y la educación.

Así el programa nefasto de LLA realmente no aparece tan lejano, teniendo en cuenta, por ejemplo, que en Chubut hace años que el abandono estatal viene favoreciendo una privatización encubierta de la educación y la salud. Las escuelas públicas se caen a pedazos,  mientras año a año florecen instituciones “privadas”, conformadas a menudo por grupos de padres que buscan que sus hijxs concurran a clases y no sean afectadxs por los paros docentes. Escuelas en las que, vale decir, la diferencia con las públicas es el cercenamiento del derecho a huelga y que en realidad en su mayoría cuentan con el aporte estatal para sostenerse, creando un sistema en el que la educación es cada vez más elitista y restringida.

Algo similar ocurre con la salud, los hospitales públicos y centros de atención primaria no cuentan con insumos, por no hablar de la enorme reducción de los salarios de lxs trabajadorxs, situación que se viene sosteniendo hace años y que se profundizó luego de la pandemia. La  salud pública, al igual que la educación se sostienen sobre las espaldas de sus trabajadorxs, a quienes el Estado persigue, criminaliza y castiga por luchar por mejores salarios y condiciones de trabajo. En este contexto, las “soluciones mágicas” que ofrece la burguesía se basan en seguir profundizando esta situación, a partir del recorte en el “gasto” público y el saqueo de los bienes comunes.

La lucha contra el extractivismo en Patagonia

La discusión en torno al extractivismo ha sido un aspecto relevante que atravesó el contexto electoral, pero que una vez derogada la ley de zonificación en 2021 fue decayendo en la presencia en las calles y la movilización. La campaña contra la criminalización de lxs compañerxs procesadxs por causas relacionadas a esta lucha ha ganado impulso gracias a la intervención y el apoyo de la organización, más que por un repudio popular generalizado ante los procesamientos o por el posicionamiento de más amplios sectores. Lo mismo ha sucedido con la persecución y condena a activistas sindicales que hemos señalado en otras ocasiones. Esto genera que una cuestión importante de cara al futuro tenga que ser el resguardo de la militancia frente a estas cuestiones, ya que las políticas represivas se seguirán endureciendo.

Esto a su vez nos marca que la lucha contra la ultraderecha -aunque no exclusivamente- está muy ligada con el eje socioambiental, frente a la necesidad de la burguesía de profundizar el extractivismo, reforzando para ello la noción de la Patagonia como territorio “vacío” o desierto, disponible para saquear los bienes comunes, entregándolos a las transnacionales.

En torno a esto confluyen diferentes sectores, en espacios sumamente heterogéneos que, tienen la fortaleza de, en momentos decisivos poder interpelar a sectores amplios de la población, pero que luego no se logran aglutinar en una propuesta política. Es necesario que la lucha contra el extractivismo se pueda articular con la lucha anticapitalista, de modo que éste forme parte de un programa que piense la cuestión socioambiental de manera integral.

Sabemos que, gane quien gane a nivel nacional, la clase dominante va a intentar avanzar con el saqueo de los bienes comunes, aspecto en el que tienen acuerdo. No  obstante, no es lo mismo si esos proyectos son funcionales a un programa político y económico neoliberal y a un gobierno de ultraderecha, que va a profundizar todavía más las desigualdades.

En este sentido los desafíos que tenemos son muy grandes y nos encontramos en un contexto en el que preservar la organización de base será muy importante para prepararnos de la mejor manera posible para escenarios de alta conflictividad. Aunque acordamos en que buscar frenar el triunfo de Milei es clave, estando en una provincia en la que además JxC ya ganó la gobernación, creemos que es importante plantear la unificación de las luchas, atacar el individualismo y la fragmentación del campo popular, construir organizaciones que persigan esa unidad y que sirvan para contener y cuidar a sus militantes.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *