Por Charo
Esta situación nos agarra desarmados, desarticulados y sin panorama. Estamos todxs a la espera, atajando la vida mientras intentamos mantener viva la esperanza que se aleja. La sensación es que pareciera que no hay camino, que se necesitan planes urgentes pero no tenemos la estructura, ni la fuerza, ni las herramientas. Por lo que resulta fundamental en este momento recordar lo que aún tenemos. Tenemos la historia. Tenemos el aprendizaje colectivo, los errores del pasado que nos pueden guiar para no repetirlos en el futuro. Pero, sobre todo, tenemos ideales fuertes que, aunque quieren doblegarnos, nunca vamos a abandonar porque son una parte intrínseca de lo que somos.
Escribir sobre un futuro que no existe es casi imposible, pero tenemos algunas ideas claras: queremos vidas de calidad, una sana convivencia con la naturaleza, construir un mundo que permita a cada ser vivo desarrollar su existencia en paz. Un reparto equitativo: de las ganancias, de las tierras, de las tareas de cuidado. Sin guerra, sin violencia, sin hambre, sin distracciones vacías. Repetir esto suena casi como una obviedad, algo infantil, que no tiene sentido mencionarlo. Pero en esta coyuntura actual, el avance de los avaros intenta hacernos olvidar de que estas cosas tan básicas son nuestro sur.
Para llegar donde estamos se construyeron lógicas mezquinas, deshonestas, rompecabezas y crucigramas imposibles de resolver. Se entiende que en este mundo la perfecta corrección política es un modelo imposible de replicar. Pero se vive como si éstas prácticas estuvieran sobrepasando el nivel de importancia de lo que realmente queremos. Perdonar al traidor, negociar siempre por un poco menos, aguantar con sistemas corrompidos para no perder los avances conquistados. Pero ¿es acaso imposible intentar limpiarnos de estas viejas lógicas?
Para esto es necesario un reseteo. Sentarnos, analizar el panorama, planificar. Es necesario volver a creer que podemos construir de forma seria y coherente. Volver a sentir que la militancia es posible de sostener. Volver a salir a las calles.
Es posible vincularse con un proyecto transformador sin sentir que el mismo va a arrastrarnos a correr detrás del tiempo y olvidarnos de quienes somos. En este momento, en el que tantas de estas estructuras obsoletas están en crisis y se evidencia que son incapaces de dar alguna respuesta, es donde plantar y cultivar nuevas formas que nos permitan desarrollarnos individualmente y, al mismo tiempo, llevar adelante el proceso colectivo.
Es decir, tenemos la posibilidad de atravesar los conflictos, las contradicciones, los problemas. Pero para hacerlo necesitamos un conjunto de elementos fundamentales: confianza, audacia, cabeza, corazón y compromiso. Hay que perder el miedo a involucrarse. Volver a confiar, creer que vale la pena hacer lo imposible. Para esto hay que organizarse y volver a vincularse. Dar lo que se puede, desde donde se pueda y hasta donde se pueda,. Avanzar procesando y analizando los pasos que damos. Construir un proyecto de este tamaño es imposible hacerlo en un día, y llevarlo a cabo aún menos. Pero hay que hacerlo. Militar es volver a encontrar un proyecto que nos encuentre con todxs adentro. Economizar las fuerzas es fundamental.
Esto no es un reclamo, compañerxs, como tampoco es una realidad absoluta. Es una invitación, es una mano que se tiende. Un mensaje que le llegará a quien lo necesite. Necesitamos reconstruir la autoestima del pueblo trabajador. Sin aquellxs llenxs de experiencia y sin lxs que aún se encuentren llenxs de esperanza es imposible. Debemos entender que estas derrotas no son el fin del mundo: todavía nos queda una ventana de tiempo para lograr nuestro cometido y lo vamos a lograr.