A las 5.30 de la madrugada, una familia que vive en situación de calle comenzó a pedir ayuda ante la falta de signos vitales de una de sus hijas. Asistidxs por un vendedor de café, llamaron al SAME que certificó la muerte de la beba de 3 meses. En ese momento se encontraban en inmediaciones de la Casa Rosada y hace 5 años que “viven” en la calle; en varias oportunidades rechazaron la asistencia estatal de programas como el BAP porque no podían acceder a ninguna ayuda sin ser separados como familia.
Justamente ayer, fueron difundidas las nuevas cifras de pobreza e indigencia que arrojan que más de 18 millones de personas se encuentran por debajo de la línea de pobreza y más de 3 millones son indigentes. Estas cifras contrastan el bajo índice de desempleo. La conclusión a las claras es que un trabajo remunerado no te asegura poder tener una vida digna, menos aún un lugar para vivir. Las políticas estatales para quienes no tienen trabajo no alcanzan tampoco para alimentarse, con salarios bajos y recorte de planes sociales en una economía que sostiene una inflación por arriba del 100%, explican el horror de una beba muerta a metros de la sede del Poder Ejecutivo, centro del poder político de un país. En 2021, según datos del Banco Mundial, el PBI de Argentina en dólares a precios actuales, fue de 487 mil millones. Convertirlo a pesos implicaría demasiados ceros, un número inasible para quienes tenemos salarios cada vez más bajos, erosionados por una inflación imparable, la inacción sindical y la avaricia del patrón, privado o estatal. El número del PBI también grita algo que nos hemos olvidado bajo el peso de una crisis aplastante: Argentina no es un país pobre, es un país empobrecido por una clase dirigente sumisa y entregada a los intereses empresarios locales y extranjeros. Servil a los dictados del Fondo Monetario Internacional.
Ya lanzada la carrera por gobernar el próximo período, con decenas de figuritas conocidas, todas las discusiones giran, salvo honrosas excepciones, en torno a cómo repartir la torta: dónde van a ajustar más, cómo se va a garantizar y cumplir mejor el plan del Fondo. Hoy veremos caras preocupadas, palabras profundas, promesas de mayor acción frente a este crimen social. Va a durar poco. Ya volverán las discusiones de legalizar la picana eléctrica con las taser, mayor armamento a policías y otras cientos de consignas de cómo ajustar, dolarizar, y por qué no flexibilizar los derechos de lxs trabajadorxs; como todo el combo va mejorar nuestra calidad de vida.
Vivir en Argentina ya no solo es un riesgo para jovenes hostigadxs por la policía, en barrios donde el narco camina libre por la complicidad estatal y empresarial. Hoy es también un lugar hostil donde transitar los primeros meses de existencia. La negativa de la familia a usar ciertos instrumentos de asistencia social será la excusa perfecta para una ministra que se dedica a ahorrar en planes sociales y subsidiar el dolar soja. ¿Dónde descansa la ayuda social? En trabajadorxs con sueldos de pobreza, en dispositivos estatales desfinanciados y desbordados. De nada sirve una invitación a pasar algunas noches en un hotel familiar, despojadxs de casi todo lo elemental y separadxs como grupo familiar. Evidentemente, morir en la calle es un destino posible en la ciudad más rica del país, la cual el actual Jefe de Gobierno utiliza como plataforma política para hacer campaña.
Las responsabilidades políticas de esta situación son claras, esta familia “vivía” en la calle desde 2018. Las políticas de ajuste de Macri y la continuidad de la miseria bajo el gobierno de Alberto Fernandez (que prometió revertir el ajuste macrista) salta a la vista. Sin embargo, tenemos más responsables: Marcos Galperin, Paolo Rocca, Daniel Herrero, Pierpaolo Barbieri y Luis Pagani. Nombres casi desconocidos de los 5 empresarios mas grandes del país, que se opusieron a pagar un “aporte solidario” durante la mayor crisis social y sanitaria de la historia argentina. Que pagan sueldos bajos, despiden para “sostener los costos”, pues sus dividendos nunca pueden disminuir; probablemente lo único que los movilice sea buscar nuevas formas de arrebatar el derecho de lxs trabajadorxs a sindicalizarse, evadir impuestos y continuar viviendo en un lujo obsceno.
Hace años que en nuestro país se discute qué hacer con la pobreza de los pobres. Curioso es que todavía no seamos cientos de miles que preguntemos qué hacer con la riqueza de los ricos. Todo lo demás es poner cara de circunstancia frente a la más dura realidad: morir en la calle.