El sábado 7 de octubre las redes sociales se llenaron de horror: imágenes desesperantes llegaban desde Jerusalén, donde cientos de civiles israelíes eran víctimas del ataque perpetrado por la organización terrorista Hamas. Si bien podemos estar de acuerdo en que los métodos empleados por dicha organización son atroces, pues priman las víctimas civiles por sobre blancos militares legítimos, lo cual constituye un acto de terrorismo y no se los considera como actos propios de la lucha por la libertad del pueblo palestino, ello no justifica el accionar genocida1 del estado segregacionista/de apartheid de Israel.
Al momento en que este artículo es escrito Israel ha lanzado miles de misiles a Gaza provocando la destrucción de casas, hospitales, escuelas, universidades y mezquitas y las consecuentes miles de muertes civiles. Ha cortado el acceso al agua, electricidad, gas e internet a mas de 2 millones de Gazatíes y usado fosforo blanco contra ellos, lo cual constituye una flagrante violación de las leyes sobre derechos humanos a nivel internacional y claros crímenes de guerra bajo la convención de Génova de La Organización de Naciones Unidas.
Y acaso lo que más dolor y angustia nos genera: desde que Israel declaró el estado de guerra se cobró la vida de 18.600 personas, de ellas 7729 son niñxs palestinxs y más de 100 trabajadores humanitarixs de la ONU (esta cifra es la más alta de cualquier conflicto hasta la fecha). Ríos de sangre corren en las calles, la masacre se transmite en vivo a través de imágenes y vídeos donde pueden verse niñxs desmembrados, familias destruidas, personas inocentes sepultadas para siempre bajo los escombros de sus propios hogares.
A la fecha de este articulo Israel a bombardeado hospitales como el de Al-Shifa donde testigos como medicos voluntarios holandeses declararon que no existia blanco alguno perteneciente a Hamas (se ve en el video siguiente) e incluso una escuela de la onu
El horror ha llenado nuestras pupilas y amargado nuestros corazones durante las última semanas, pero estos sentimientos no son novedosos.
Durante siglos comunidades cristianas, musulmanes y judías vivieron con mayor o menor armonía en Palestina, siendo tanto árabes como judixs oprimidos por múltiples poderes imperiales, como otomanos, persas y británicos.
El origen moderno del conflicto podemos rastrearlo a la primera guerra mundial con Reino Unido prometiendo al pueblo árabe que defendería su derecho a la autodeterminación y a “la gran Arabia” un estado árabe unificado en la región levantina, región históricamente habitada por lxs nómadas árabes, donde fundaron sus primeras ciudades y región del imperio donde la población árabe era mayoría.
Dentro de esta región se encontraba Israel, allí convivían tanto población árabe como diversas tribus judías. Ninguna de las dos poblaciones, salvo breves periodos históricos, lograría establecer un Estado propio debido a la intervención de potencias extranjeras. Finalmente el pueblo judix sería expulsado de la región por lxs otomanxs, que tampoco es que dieran un trato preferencial a lxs árabes.
Esta promesa por parte del Reino Unido no respondía a otro fin que el de incentivar una rebelión interna dentro de su rival imperial, para debilitarle al no poder hacerle frente de forma directa, debido al fracaso del desembarco sobre Galipoli en el que las fuerzas otomanas vencieron y causaron grandes bajas a las fuerzas aliadas comandadas por lxs britanicxs y sus colonias dentro de la common wealth.
Sin embargo, tras la victoria aliada en la primera guerra mundial, lxs britanicxs se desentenderían de sus promesas al pueblo árabe y en pos de sus intereses imperialistas se repartirían la región con Francia (acuerdos de Saykes-Picot) en varias zonas de influencia, como se dijo anteriormente.
El criterio de partición de los territorios no tuvo asidero alguno ni en la distribución demográfica o distribución tribal de las distintas etnias ni en la composición religiosa de la población, ni en cuestiones lingüístico culturales. El único criterio que siguieron fue la relación de fuerza entre las potencias imperiales que les permitiera defender e imponer mejor los intereses de los grandes capitales monopolistas de sus burguesías.
De hecho si se tuvieron en cuenta los aspectos étnicos a la hora de dividir el territorio, pero no para separarlo justamente en sus respectivas naciones históricas sino para particionar el mismo de forma tal que acrecentara las tensiones internas, las divisiones étnico religiosas y los conflictos raciales de forma tal que facilitara la dominación por parte de la metrópolis.
Entre el período pre primera guerra mundial y finales de la segunda, por un lado como reacción a los múltiples progromos que sufría la diáspora judía en Europa, como al surgimiento de un movimiento político (El Sionismo) y a diversas motivaciones económicas (imposibilidad de comprar tierras debido a leyes antisemitas europeas) fueron surgiendo múltiples movimientos de migraciones de judixs europeos hacia el territorio palestino. Si bien las primeras de estas olas migratorias, anteriores a 1880 respondían más que nada a la paupérrima calidad de vida de lxs judixs en Europa y un deseo de escapar de la persecución, viéndose aceleradas por el surgimiento de los nacionalismos europeos fascistas en la década del 20 y el holocausto nazi, siendo los años entre 1923 a 1945 los que vieron la segunda ola migratoria más grande, aproximadamente unos 300 mil judíos.
Lo cierto es que ya en el período de entre guerras y en el momento inmediatamente posterior a la segunda guerra mundial, comenzó a tomar más fuerza la migración por motivos políticos, es decir la migración de sectores identificados con el proyecto sionista que buscaba la generación de un estado judío mediante la colonización, comprando grandes parcelas de tierra y buscando alterar la demografía de la zona.
Antes de estas olas migratorias a finales del siglo XIX, lxs judíxs en Palestina representaban apenas un 5% de la población. El holocausto también contribuyó al auge de la migración porque, entre otros motivos, Estados Unidos y otros países del bando aliado se negaron a brindar asilo aun sabiendo las condiciones a las que lxs nazis sometían a lxs judixs europeos. De hecho tampoco podían emigrar legalmente a Palestina pues la administración colonial británica no lo permitía.
Así la mayor ola migratoria se da posterior a la finalización de la segunda guerra mundial por meros motivos políticos de apoyo al proyecto sionista de colonización. Si entre 1920 y 1945 migraron 250 mil judixs, en el lapso de 3 años entre 1945 y la declaración de “independencia” de 1948 con una migración total de 688,000 personas seguida por la mayor aliya (como denominan los israelíes a los movimientos de “retorno”) en un solo año compuesta por 250 mil judíos sólo en 1949, pasando de menos de 20 mil habitantes a más de un millón sobrepasando totalmente a la población árabe israelí que era la tradicional mayoría en la zona y generando claras tensiones étnicas que anteriormente no existían.
Este hecho fue reconocido por dirigentes judixs como Ben Gurion quien en una carta llego a mencionar lo siguiente2:
“¿Por qué deberían hacer la paz los árabes? Si yo fuera un dirigente árabe, nunca pactaría con Israel. Es natural: les hemos arrebatado su país. Claro, Dios nos lo prometió, pero ¿qué les importa a ellos? Nuestro Dios no es el suyo. Venimos de Israel, es cierto, pero hace dos mil años, ¿y eso qué es para ellos? Ha habido antisemitismo, los nazis, Hitler, Auschwitz, pero ¿fue culpa suya? Sólo ven una cosa: hemos venido aquí y les hemos robado su país. ¿Por qué deberían aceptarlo?” Junto a esto tambien agrego “debemos asegurarnos que ellxs (lxs palestnxs expulsadxs en la nabka) jamas puedan volver (a las tierras copuadas)”3
Ambas comunidades, tanto por las tensiones étnicas entre sí como por oposición a los británicos (lxs árabes por oponerse a la colonización de sus tierras por el imperialismo británico, lxs judixs por oponerse a las limitaciones migratorias del mandato británico) hicieron que el mandato británico en Palestina fuera insostenible.
Después de 27 años de gobierno Británico sobre Palestina entre 1920 y 1947 (en el cual se ahorcaron a decenas de miles de palestinos que se enfrentaban a la colonización), Naciones Unidas otorgó de forma arbitraria al Estado de Israel el 56% del territorio palestino y coartó la continuidad geográfica de Palestina dejando el 44% de ambos territorios inconexos entre sí, siendo que la población judía representaba el 33%, mientras la población árabe el 67%.
Este intento de “pacificación” parcial fracasó por el rechazo de la dirigencia árabe, que tal como supuso el líder israelí vio la oferta como inaceptable, no sólo al tener que aceptar lo que a todas luces era una colonización, sino que más aún les dejaran la menor cantidad de territorio, viendo en ello una lógica ofensa.
Sin embargo, si bien la dirigencia sionista aceptó en principio la partición territorial, ello no se debió a un acto de buena fe y deseo de convivencia. Sino que siempre formó parte de un plan expansionista en el cual, aceptarían la partición para tener un Estado propio y luego ir expandiéndose.
Esto se desprende tanto de discursos como de correspondencias de los líderes de las principales facciones sionistas, Ben Gurion “el moderado centro izquierdista”, Menajem Beguin y las principales agrupaciones paramilitares judías Irgun y Lehi.
De hecho Gurion escribió la siguiente carta ya en 1937 a su hijo dejando en claro sus posturas anti partición y su creencia en un solo Estado, étnicamente judío y posturas pro limpieza étnica, más aun en varios discursos del gabinete de ministros se mostró a favor de la conquista militar de todo el west bank:
“¿El establecimiento de un estado judío [en sólo una parte de Palestina] por adelantado o retardar la conversión de este país en un país judío? Mi suposición (que es por eso que soy un defensor ferviente de un estado, a pesar de que está ahora vinculado a la partición) es que un estado judío sobre sólo una parte de la tierra no es el fin sino el comienzo […]. Esto es debido a este aumento de la posesión es de importancia no sólo en sí mismo, sino porque a través de él aumentamos nuestra fuerza, y cada aumento en la fuerza ayuda en la posesión de la tierra en su conjunto. El establecimiento de un estado, aunque sólo en una parte de la tierra, es el refuerzo máximo de nuestra fortaleza en la actualidad y un poderoso impulso a nuestros esfuerzos históricos para liberar a todo el país. ”
Tras la retirada de las tropas británicas, los Estados árabes declararon la guerra a Israel. Si bien su discurso público fue el apoyo a la autodeterminación palestina, lo cierto es que también buscaban oportunistamente expandirse, de hecho el plan no era declarar un Estado palestino independiente sino anexionar regiones como Cisjordania o Gaza entre Egipto y el reino de Jordania.
Tras fracasar en dicho intento, debido al aplastante apoyo en forma de material bélico moderno que recibió Israel por parte de Estados Unidos y otras potencias, estos Estados “supuestamente nacionalistas árabes” abandonaron a su suerte a la población palestina; que se vio víctima de un movimiento de limpieza étnica y expulsión en el cual aproximadamente 700.000 árabe-palestinos fueron expulsados forzosamente de sus casas por parte de las Fuerzas de Defensa Israelíes, evento conocido por la comunidad árabe como Nabka o “la catástrofe”, paradójicamente así como Israel sanciono una ley de “retorno” para lxs judixs a la tierra “prometida”, prohibió por ley el retorno de los refugiados palestinos a sus hogares con el argumento de que cambiarían el balance demográfico.
Por otro lado los Estados árabes terminaron usando a la resistencia palestina, legitima, de la olp como proxy dando apoyos limitados en un intento por hacerse de hegemonía en la región, pero sólo para dejarla tirada en cuanto consiguieron acuerdos favorables con Israel como el alcanzado por Egipto para recuperar la península del Sinaí.
Es de destacar que Israel también tiene una responsabilidad no sólo indirecta en la creación de Hamas (al usar la violencia contra la resistencia palestina no dejando otro camino que la vía armada, en un ciclo de violencia autoperpetuado), sino que también tiene responsabilidad directa, admitida por altos funcionarios militares, de inteligencia y civiles al permitir a conocidos grupos islámicos radicalizados, ligados al grupo terrorista hermanos musulmanes y dirigidos por un puñado de Imanes extremistas fueran la única expresión política palestina permitida por las fuerzas de ocupación Israelíes durante la invasión del Líbano (país donde la mayoría de refugiadxs palestinxs habían migrado) en un intento por debilitar las bases políticas de la OLP, punto mension aparte merece la masacre de de Sabra y Shatila cometida por la falange libanesa, facción apoyada material y militarmente por Israel, en contra de refugiadxs palestinxs reconocida como crimen de genocidio por la ONU.
Más acá en el tiempo tenemos los casos de esterilización forzada llevados a cabo por el gobierno israelí, leyes que quitan la ciudadanía a aquellxs judixs casadxs con personas de origen palestino, la limitación de explotar pozos de agua a la población palestina si no es con licencia del gobierno israelí. El constante apoyo a colonos paramilitarizados y armados por el propio Estado (tengamos en cuenta que toda la población israelí tiene buen entrenamiento o incluso experiencia militar por el servicio militar obligatorio) a quienes permite montar asentamientos ilegales sobre territorio reconocido por el propio Israel como palestino en los acuerdos de Oslo.
Tras la guerra de 1967 varios Estados árabes que previamente apoyaron a la OLP y otros grupos militantes palestinos fueron alcanzando tratados con Israel en los que a cambio de reconocimiento se les devolvía territorio (península del Sinaí a Egipto) u otras concesiones, desde entonces su apoyo a lxs árabe palestinos ha ido disminuyendo salvo en el caso de Irán que apoya solamente a la facción terrorista Hamas, por afinidad político religiosa y como proxy en una lucha al ser la otra potencia regional opuesta a Israel.
Aunque cabe mencionar que ese apoyo no se extiende a un apoyo real a la población palestina, sino simplemente a un proxy militar, por lo demás lxs palestinxs se encuentran si tienen suerte en el west bank, donde la colonización avanza con el mismo ritmo sangriento pero tienen una mínima autonomía y algunas condiciones de vida ínfimamente menos hostiles.
En el peor de los casos se encuentran en la prisión a cielo abierto en que el Estado israelí ha transformado la franja de Gaza, sometidos a una política más represiva y a una limpieza étnica mucho más brutal y explicita. En el medio Israel se ha ido militarizando cada vez más, rodeando el territorio de muros y pasando de ser “la única democracia occidental de oriente medio” a un Estado dominado por un gobierno presidido por el primer ministro Benjamín Netanyahu acusado de corrupción que para escapar del castigo de la justicia dio un golpe parlamentario y formó gobierno con la extrema derecha. Incluso la defensa de Israel se ha convertido en una forma de lavar la cara a una extrema derecha antisemita, que solo apoya a Israel por islamofobia.
Concretamente componen la coalición 3 partidos de ultra derecha: Noam, partido judix ortodoxo ultra religioso, anti LGBT, Nacionalista y ultra conservador; Otzma Yehudit partido ultranacionalista “Kach” seguidor del rabino fascista Meir Kahane, sucesor además del partido Kahanista fundado por dicha figura y de la liga “de defensa judía”. Ambos grupos comandados por Kahane y sus seguidores fueron declarados agrupaciones terroristas tanto por Israel como por Estados Unidos y La Unión Europea.
A estas “joyitas” antidemocráticas hay que sumarles el partido unificado por la Torah, que también se propone la creación de una teocracia con base legal en la torah y el propio Likud, partido del primer ministro Netanyahu que “aunque más moderados” que sus socios no se quedan atrás en la escala de ultraderechismo y representan el nacionalismo expansionista más rancio, incluso algunxs ministros lanzaron frases indicando que lxs palestinxs eran “infrahumanos” o invitando al uso de armas nucleares contra la poblacion gazatí.
Por otra parte como firme muestra de la vocación antidemocrática de este gobierno, no sólo se propone oprimir a los árabe palestinxs, las disidencias, las mujeres y aquellxs judixs laicxs, sino que como fruto de las acusaciones de corrupción bien fundamentadas que pesan sobre el primer ministro, ni bien asumido se propuso pasar por sobre la división de poderes y llevar a cabo una reforma judicial para acabar con la independencia de la corte.
Esta reforma fue protestada nada más y nada menos que por enormes masas de israelíes y la respuesta del gobierno no fue otra que la represión, incluso usando para ello a las propias fuerzas armadas que hoy y antes usaron para su política genocida y expansionista bajo la excusa de defender dicha “población israelí”.
El Estado de Israel ha profundizado la opresión sobre el pueblo Palestino, realizando masacres cotidianas con momentos álgidos como el actual. Estas masacres y el régimen de Apartheid cobarde y fascista tienen especial eco en la región de Gaza donde el sionismo decidió encerrar con murallas a 2 millones de personas en menos de 400 km cuadrados, bloqueando el territorio al comercio tanto por mar como por tierra. Creando así uno de los lugares más densamente poblados del mundo y con las peores condiciones de vida existentes según las mediciones de UNICEF.
A lo largo de la historia ha habido numerosos intentos pacíficos de resistencia por parte del pueblo palestino, a los que Israel ha respondido con muerte, privación de la libertad a hombres, mujeres y niñxs, cortes de bienes y vejaciones varias. Todas ellas no sólo llevadas a cabo por las fuerzas armadas israelitas sino por lxs propixs colonxs sionistas que provocaron muertes y desplazamientos forzosos de familias cotidianamente durante los últimos 75 años.
Por esta historia de colonialismo, apartheid, limpieza étnica y opresión, es que la lucha palestina por la liberación de su pueblo es justa y necesaria, resistir al genocidio y defender la propia existencia es un derecho básico de los pueblos tanto en 1939 como en la actualidad.
Luchar contra un Estado que les quita sus tierras, mata ancianos, mujeres, niñxs y civiles sin ninguna vergüenza y considera a los árabes palestinxs como personas de segunda que impiden su “Derecho a la tierra prometida” no sólo es justo, si no moralmente necesario.
Eso no implica ni estar en contra de la existencia de Israel como tal, ni favorecer a una organización terrorista como Hamas, que es tan terrorista como varixs de lxs actuales miembrxs del gobierno israelí que provienen de organizaciones condenadas a nivel internacional hasta por los propios poderes aliados a Israel, como por el mismo Estado que hoy manejan.
Si fuera sólo una cuestión de lucha contra el terrorismo de Hamas, que no es justificado pero si en parte alentado por los propios crímenes del Estado israelí (y varias de sus decisiones políticas) entonces Israel no violaría constantemente los acuerdos de Oslo que buscan una salida pacífica al conflicto, expandiéndose y expulsando población del west bank donde Hamas ni siquiera tiene presencia, pues la autoridad nacional palestina, reconocida por Israel y gobernada por Fatah se ha opuesto a dicho grupo incluso mediante las armas.
También es moralmente necesario y justo enfrentarse a un gobierno que además de ser la encarnación más actual de un histórico régimen racista y de apartheid con partidos que defienden abiertamente la idea de la “supremacía judía”, es antidemocrático, filo fascista y corrupto.
Es imperioso buscar una salida pacífica que reconozca el derecho a existir de todos los pueblos y su derecho a un Estado en el que vivir, basado en algo más que pretendidos derechos religiosos y lo cierto es que la historia convalida el derecho de los palestinos a habitar su tierra, pues en ella habitan desde hace miles de años y no son en nada culpables del genocidio llevado a cabo a miles de kilómetros por los nazis en contra de lxs judixs.
Cualquier salida que busque imponer un pueblo por sobre otro, no sólo no conseguirá más que perpetuar la violencia, sino que es un acto racista que no defiende más interés que el de la maquinaria imperialista y belicista del gran capital que beneficia a unxs pocxs.
Por historia, presente y en virtud del principio de autodeterminación de los pueblos, Viva Palestina libre, laica y socialista, donde los pueblos con distinta fe religiosa puedan convivir en condiciones equitativas y dignas. Toda nuestra solidaridad para con el bravo pueblo palestino y todos los pueblos en lucha, abajo el régimen de apartheid zsionista de Nethanyahu, no al apartheid israeli.
1Reconocido por historiadores israelies como Raz Seagal y Tamir Sorek
2Nahum Goldmann in Le Paraddoxe Juif (The Jewish Paradox), pp121.
3Michael Bar Zohar’s Ben-Gurion: the Armed Prophet, Prentice-Hall, 1967, p. 157.