por Amira Molaheb
Al empezar a escribir estas líneas, faltaba solo un día para el ballotage. Admito que el miedo fue el motor de este escrito, pero con el correr de las horas este sentido fue mutando. Hoy, con el famoso “diario del lunes” y los resultados de los comicios del domingo parecen ser el comienzo de una novela de Mariana Enriquez en la cual veníamos olfateando, pero nunca quisimos ser partícipes. ¿Vos cuántas vidas viviste en estos últimos 15 días? Como diría Suely Rolnik, creo que escribo para “inventarme otro cuerpo” y así exorcizarme de aquellas situaciones o sentimientos que me están habitando en los últimos días. Pero también, para nombrar con vehemencia aquellas banderas o derechos conquistados por la organización popular (y a veces parece que nos es tan fácil olvidarnos como sociedad).
Transitar esa última semana en Argentina fue digna de una maratón completa de una serie de Netflix: :el sabor amargo del debate presidencial, varies teniendo pesadillas con Milei o Villarruel casi todos los dias, intercambios dónde la gente se indignaba más con “la chorra de Cristina” en vez que prestarse a escuchar que la vicepresidenta electa es abogada defensora a genocidas, ver cómo se multiplicaban espacios colectivos expresando abiertamente su rechazo y miedo a la ultraderecha, usuaries que les parece pertinente el sistema de vouchers o que privaticen la educación universitaria (cuando bien sé que no podrían pagar esos costos), poner algún jingle para canalizar tanta ansiedark y pretender fingir algo de cordura antes del domingo, tolerar con mucha vocación democrática a que me griten en la calle más de 10 veces un “vayan a laburar” sólo por estar militando una tarde (nota de autora: en la actualidad tengo tres trabajos y mi cuerpo ya me está pasando factura de tanta sobre exigencia), o que me reivindiquen en la cara como la acción más coherente sobre “que es necesario que vuelva a haber una dictadura para acomodar las cosas”.
Con toda esa información, fue difícil sacarme el miedo y la angustia que me fue habitando durante estos últimos días. Incluso, comencé a elaborar este ensayo y mi cuerpo empezó a menstruar 5 días antes de lo usual, mostrando que aquello que sentía lo estaba percibiendo desde y con mi útero. Pero sí algo fui aprendiendo en estos últimos meses es que cuando me animo a conectar con mi vulnerabilidad, también me permite encontrar líneas que permiten explorar la información de esas emociones.
Algo nuevo que sentí en el cuerpo fue la posibilidad concreta de que me golpeen solo por ser orgullosamente “abortera y de izquierda”: algo que no había experimentado tan abiertamente en mis años militante. La derecha se alimenta del hartazgo, el desprecio por los derechos conquistados o la apatía y las transforma en violencia, en odio y en “privilegios de un Estado inoperante”. ¿Realmente nos sorprende que haya ganado el candidato que más visibilidad pública en los medios de comunicación en los últimos 3 años gritando las consignas más conservadoras, retrógradas e irracionales que nos podemos imaginar? ¿En qué momento aparecieron tantos dinosaurios dentro de la sociedad?
Luego de saber los resultados, una amiga decía que eran la expresión de que la derecha nos venía ganando el terreno hacía rato pero que tal vez no queríamos verlo. ¿No era que la pandemia iba a sacar nuestra mejor faceta como sociedad? ¿Cuándo pasó de que el odio, la intolerancia a la diferencia, el rechazo a las libertades democráticas, el desprecio por la ampliación de derechos, el cuestionamiento al número de 30.400 o el individualismo se transformaron en moneda corriente de nuestro cotidiano? ¿Qué capítulo de la serie me perdí? No es novedad que asuma democráticamente un gobierno abiertamente ultraderechista y con ideario neoliberal en el gobierno, como también sabemos que los platos rotos los va a seguir pagando el pueblo trabajador a base del aumento de la represión, criminalización y empobrecimiento. Como diría el gran Charly, “nos siguen pegando abajo”.
Pero también sé que, aún en los momentos más oscuros de nuestra historia, da lugar para que nazca la resistencia y la lucha que nuestro pueblo tiene en su ADN. En estas últimas semanas, nos vimos nombrando con más fuerza aquellos derechos o conquistas que hemos conquistado como sociedad o habitando múltiples espacios colectivos para tejer redes colectivas ¿Cuándo fue el momento que dejamos de hacerlo? ¿O empezamos a naturalizar el hecho de que no era necesario salir a la calle? Espero que este cimbronazo nos sacuda y haga tambalear este modo “espectador” de ver la realidad o dejar de indignarnos a través de las pantallas para dimensionar la importancia que tiene llenar de contenido y acción política algunas consignas o derechos conquistados.
Como trabajadora de la salud pública y #fullabortera, el panorama que tenemos por delante es totalmente desalentador. La derecha se nutre del sometimiento de los cuerpos el ocultamiento de las violencias para continuar el ejercicio del poder, por eso se horroriza con la ESI o con el aborto. En el fondo, les molesta que decidamos por nuestro placer, que nos animemos a romper con una mirada heteronormativa sobre la sexualidad o que dejemos de naturalizar violencias históricas sobre nuestros cuerpos y territorios. Porque si algo sabemos (y me deja un poquito más tranquila en estos momentos) es que nuestra cancha está bien marcada: elles estan en contra del aborto porque les cabe más el hecho de robarlos. Y esa mancha nunca se va, aunque quieran maquillarlo diciendo mentiras o hacernos creer que no nos merecemos estos derechos o libertades conquistadas.
A 40 años del retorno de la democracia, nos toca empezar a transitar un capítulo demasiado terrorífico y triste como pueblo pero contamos con la experiencia de nuestras brujas que resistieron los embates de la última dictadura gritando por sus hijes y nietes desaparecidxs como así también de las feministas que pelearon por más de 50 años la conquista del aborto legal, seguro y gratuito y garantizaron autogestivamente los derechos sexuales y no reproductivos de la población. Trayendo nuevamente a Suely Rolnik, la historia en otros países también nos muestra que “la vida siempre encuentra formas de reinventarse cuando se siente amenazada” por lo que hoy solo puedo desear que toda esta tristeza, indignación y pánico pueda transformarse y sacarnos de este estado de shock. Tal vez este golpe bajo nos lleve a reafirmar nuestra convicción y multiplicar las estrategias de lucha para que los dinosaurios que aún viven con nosotres puedan finalmente desaparecer. Cómo dice una canción de nuestro cancionero popular: “pueden robarte el corazón / cagarte a tiros en Morón/ pueden lavarte la cabeza por nada/ pero el amor (y la convicción que nos merecemos una vida mejor) es más fuerte”.