Partimos de una certeza: las recientes PASO trajeron demasiadas sorpresas como para realizar de inmediato un análisis exhaustivo y de largo plazo, un diagnóstico profundo de todas las implicancias del nuevo mapa electoral. Los treinta puntos de Javier Milei (que superaron las propias expectativas, ya que el mismo candidato esperaba veinte como techo), la paliza en toda la línea de Patricia Bullrich sobre Horacio Rodríguez Larreta y el declive electoral del peronismo, son tres coordenadas fundamentales de esta elección que obligan a repensar gran parte de los análisis realizados hasta el momento. Una elección de tercios efectiva, pero respecto de la cual es necesario mencionar a un cuarto actor: una abstención electoral que expresa el nivel de participación más bajo desde las PASO de 2011, que en octubre puede inclinar la balanza hacia uno u otro sector.
El voto a Milei
Algunos números ayudan a visualizar la extensión y profundidad de la performance electoral de La Libertad Avanza (LLA). Los siete millones de votos obtenidos le permitieron ganar de norte a sur en Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Tucumán, Chubut, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Misiones, Neuquén, Río Negro, Salta, San Juan, San Luis, Santa Cruz y Tierra del Fuego. A fin de cuentas, el desdoblamiento del calendario electoral en las provincias terminó favoreciéndolo pues, aunque en los previos comicios provinciales había realizado una elección magra, en las recientes PASO su boleta fue la más elegida en 16 de las 24 provincias.
Mucho se escribe por estas horas sobre el contenido del voto a Milei. Desde Poder Popular nos distanciamos de aquellos análisis que interpretan esta preferencia del electorado como una adopción del conjunto del programa del llamado “libertario”. Ya es un consenso extendido que Milei logró canalizar un gran descontento social, pero vale preguntarse por qué ese “voto bronca” se volcó a este canal autoritario/conservador y no a otro. Tal vez porque para una porción importante de la población lo que hoy está en el poder es la “izquierda, el progresismo”, un gobierno que habla de la “defensa de los derechos conquistados” mientras que buena parte de la población no tiene acceso a los mismos. Y, por otro lado, también porque la experiencia del macrismo está todavía muy cercana como para volver a darle un voto de confianza. El desencanto con las dos principales alianzas políticas nos muestra, en cierto modo, un 2001 invertido.
En ese contexto, sin estructura nacional alguna, LLA logró romper el bi-coalicionismo que organizó al escenario político de los últimos años, abriendo una situación inédita en la Argentina reciente.
El derrumbe electoral del peronismo
Desde su emergencia en 1945, el peronismo no había protagonizado una elección tan desastrosa como la del domingo. Pero podría haber sido incluso peor, ya que es sorprendente que con una inflación interanual de 120% y un candidato en funciones de ministro de Economía el oficialismo se haya acercado al 30% y aún tenga chances de entrar al ballotage. Esto sólo se explica por el arraigo que mantiene en una provincia clave como Buenos Aires y sus vínculos con sindicatos, movimientos sociales y sectores urbanos progresistas.
De 2019 a 2023 el peronismo unido perdió poco más de 6 millones de votos. El Frente de Todos sepultó rápidamente las expectativas creadas tras haber derrotado a Mauricio Macri y ató su suerte al acuerdo con el FMI, aplicando un programa de ajuste contrario a sus banderas de justicia social. Para gran parte del nuevo electorado, los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner son más parte de los libros de historia que experiencia personal y el deterioro de su situación material concreta no invita a votar por un candidato como Massa, que se limita a prometer un futuro que desde que asumió en Economía no pudo garantizar en absoluto, limitándose a profundizar este presente crítico para las clases populares.
La moneda está en el aire. Nuestros salarios también…
Las PASO abrieron una transición a corto y mediano plazo, obligando a los candidatos y candidatas a redefinir su estrategia de electoral de cara la votación de octubre. Milei irá por los votos del electorado bullrichista y parte de los que se han abstenido de los comicios. La candidata de Juntos por el Cambio tiene el desafío de ganar al electorado de Larreta después de haberse delimitado con mucha fuerza del Jefe de Gobierno porteño durante la campaña, al tiempo que pretende desgastar a Milei por su “falta de equipo político”. Y el Gobierno nacional busca elevar la participación en los comicios y recoger votos de otros sectores, apostando a llegar al ballotage. De seguro Massa retenga fácilmente los votos de Grabois, pero difícilmente pueda encantar a parte de quienes se abstuvieron cuando entre sus primeras mediadas post PASO está una devaluación del 22%, que llevará la inflación de agosto a dos dígitos, planteando un grave riesgo de espiral inflacionario.
Pero está claro que esta devaluación no se tomó en base a especulaciones electorales, sino que responde al cumplimiento de un programa preacordado con el Fondo para lograr desembolsos que acumulen reservas. Este cuadro, marcado por la crisis social y económica, solo se sostiene por una frágil gobernabilidad que pende de un hilo, con un presidente virtual y un gobierno que aún no puede procesar el impacto de las elecciones. Mientras tanto, Milei apuesta a que la situación explote lo antes posible, para llegar al poder con el shock disciplinario de una hiperinflación a sus espaldas.
Después del sismo
El impacto de los resultados de las PASO nos plantea el problema de cómo bloquear el triunfo de las opciones electorales derechistas, al tiempo que no disfrazamos la candidatura de Massa de opción progresista.
En lo inmediato, urge romper el aislamiento, la incertidumbre y el quietismo para comenzar a organizar a todas aquellas personas decididas a obturar el avance de la derecha radical, al tiempo que trabajamos para encausar hacia otro rumbo el voto bronca de contenido popular que en las PASO encontró un canal de manifestación en el apoyo a Milei.
Son tareas nada sencillas que nos proponemos discutir con activistas y organizaciones del campo popular que acuerden con esta perspectiva. Sabemos que nuestro país tiene reservas de lucha, tradiciones de pelea callejera y una memoria popular que no tolerarán sin combate un agravamiento de las ya muy difíciles condiciones de vida actuales.
¡Una vez más, aquí no se rinde nadie!