Este domingo 25 de junio despedimos al querido camarada peruano Hugo Blanco Galdós, uno de los máximos referentes de la revolución en nuestro continente. Su vida estuvo marcada hasta el último día por un inclaudicable compromiso militante por la clase trabajadora, el campesinado y los pueblos originarios del Nuestra América.
Nacido en Cuzco en 1934, pasó sus primeros años en un pequeño pueblo de la región, donde pudo aprender quechua y conocer directamente la dura vida de los campesinos oprimidos y explotados por los gamonales (grandes propietarios rurales que expropiaron las tierras comunales a sangre y fuego e impusieron un régimen de semiesclavitud a los campesinos).
Con 20 años vino a la Argentina para estudiar Agronomía en la la Universidad de La Plata, donde hizo sus primeras armas en la militancia estudiantil y adhirió al trotskismo. Luego se decidió a trabajar en un frigorífico y desde su organización sindical se enfrentó el golpe gorila de la “revolución fusiladora” de 1955.
Al regresar a Perú se convirtió en un activo sindicalista, afiliándose al Sindicato Único de Obreros Vendedores de Periódicos y luego al Sindicato de Campesinos de Chaupimayo, parte de la Federación Provincial de Campesinos de la Convención y Lares, desde la que integró la Confederación Campesina del Perú, de la que llegó a ser secretario General. Desde esa posición, promovió la unidad de la izquierda en apoyo a los movimientos de toma de tierras de los campesinos y desempeñó un papel destacado en la formación del Frente de Izquierda Revolucionaria (FIR).
Desde este lugar de compromiso activo con la lucha del campesinado de los valles de Convención y Lares intervino del alzamiento de la hacienda Santa Rosa de 1962, cuando se organizaron brigadas de autodefensa contra los abusos de los hacendados, de las que Hugo formó parte, enfrentando la posterior represión estatal y terminando detenido, acusado de asesinato y condenado a muerte. Gracias la inmensa campaña de solidaridad internacional “Hugo Blanco no debe morir”, de la que participaron militantes, personalidades e intelectuales de todo el mundo, incluyendo a Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, se logró conmutar la pena capital por una condena a 25 años en la brutal prisión de El Frontón.
En 1970 fue indultado por el gobierno del general Juan Velasco Alvarado. Pero este gobierno de orientación nacionalista revolucionaria y antiimperialista lo obligó a exiliarse, deportándolo a México en 1971. Luego recaló en Argentina, donde el Gobierno militar de Lanusse lo detuvo y deportó a Chile. Allí, durante la presidencia socialista de Salvador Allende, participó en la organización de los cordones industriales hasta que el golpe de Estado liderado por Pinochet lo obligó a exiliarse nuevamente, esta vez en Suecia, desde donde realizó giras por Europa y Norteamérica denunciando el golpe pinochetista.
En 1976, en el marco de las cada vez más fuertes protestas contra la dictadura de Francisco Morales Bermúdez, volvió a Perú para presentarse como candidato a la Asamblea Constituyente por el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP). En el marco de esta campaña, en la que denuncia los aumentos de precios y convoca al paro general, es nuevamente deportado pero el Gobierno debe permitirle el retorno después de que obtiene la mayor cantidad de votos de los candidatos de izquierda.
En los años siguientes, como miembro del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), Blanco fue candidato a presidnete y resultó elegido diputado (1980-1985), siendo miembro de la comisión de derechos humanos de la Cámara baja y luego senador por Izquierda Unida (1990-1992), hasta que el golpe de Estado del dictador autoritario y corrupto Alberto Fujimori disolvió el Congreso.
Ya alejado del trotskismo, desde los años 90 se dedicó a defender a los campesinos del Cusco y el cultivo de la hoja de la coca. Mientras se encontraba en México en 1994 se encontró con el levantamiento zapatista, lo que confirmó su reorientación política hacia la lucha indígena, dedicando desde entonces sus esfuerzos militantes a la defensa de los derechos de los pueblos originarios. Esto lo llevó a convertirse en miembro honorario de la Confederación Campesina del Perú y a participar en diversas publicaciones y giras por Europa, defendiendo el indigenismo y el ecosocialismo. Además, comenzó a editar el periódico “Lucha indígena”, que sostuvo hasta sus últimos días, y formó parte del consejo directivo de la conocida revista de izquierdas “Sin Permiso” desde su fundación en 2006.
Hugo Blanco murió el domingo pasado en Suecia, donde había ido a visitar a su hija, después de una larga y consecuente trayectoria de lucha y compromiso inclaudicable al servicio del pueblo trabajador. Su honestidad y sus convicciones a lo largo de sus 88 años de vida lo convierten en una auténtica referencia revolucionaria latinoamericana. Podemos acercarnos a esta increíble historia más de 70 años de lucha desde sus libros “Tierra o muerte” (1971) o “Nosotros los indios” (2003).
Desde Poder Popular saludamos a este auténtico imprescindible que nos deja un legado de compromiso revolucionario y de lucha por los derechos de los más desfavorecidos sostenido hasta el último día de su vida.
¡Hasta el socialismo siempre, compañero Hugo Blanco!