La victoria de Lula es un triunfo popular que le pone un primer freno a la pesadilla del gobierno de Bolsonaro y a la etapa abierta en el 2016 con el golpe institucional a través del impeachment a Dilma Rouseff. La candidatura de Lula para presidente, luego de casi 2 años de prisión, es expresión de una gran coalición anti golpista por derechos democráticos y libertades mínimas. En un balotaje ajustado y con una expectativa popular de millones, fue elegido como presidente de Brasil.
El nuevo gobierno asumirá con un fuerte acuerdo con sectores de centro que incluso fueron parte del golpe institucional y con una derecha bolsonarista que ganó en la gran mayoría de los estados del país, a excepción del nordeste donde Lula logró sacar una amplia diferencia para definir la elección. Esta derecha concentra varios espacios de poder, ya que todavía conserva la mayoría parlamentaria y logró demostrar en los últimos meses una capacidad de movilización considerable.
En los días posteriores a la elección, sectores de su base social realizaron acciones desestabilizadoras en la calle. En su discurso posterior, Bolsonaro no dijo nada sobre el reconocimiento a los resultados, saludó el reclamo de la derecha en la calle y llamó a levantar los cortes por considerarlos “métodos de izquierda”. Una clara posición ambivalente donde busca medir las fuerzas que tiene para impulsar una campaña de desprestigio a las elecciones y para jugar un rol desestabilizador el próximo período. Creemos que todas las organizaciones populares de América Latina debemos estar atentas a nuevas maniobras de este tipo.
A pesar de las difícultades, la derrota electoral de Bolsonaro abre un nuevo capítulo para la izquierda brasileña que viene de acumular fuerzas en el movimiento ambiental, afro, feminista, LGBTIQ+ y la lucha estudiantil. Con una coalición gobernante heterogénea y una derecha desestabilizadora con capacidad de organización, la movilización social y política es el único camino para lograr los reclamos populares. Con mejores condiciones para la lucha y mayores libertades democráticas, el movimiento popular de Brasil tiene el desafío de seguir movilizado para llevar a fondo sus reclamos.