Andrés Carminati
(Historiador, Docente de la U.N.Rosario)
Fuimos a ver «Argentina, 1985» al cine. Le esquivé un par de días a sentarme a volcar alguna reflexión escrita, pero bueno, acá estamos. La película es entretenida, con muy buenas actuaciones y caracterizaciones de los personajes. Me pareció bien, pero no es LA gran película. Tampoco me emocionó profundamente, más allá de algún golpe bajo que te hace apretar la panza. Quizás fui con demasiadas prevenciones. Ya había leído y oído críticas variadas antes de verla.
Supongo que su mayor mérito es el de la oportunidad histórico-política, de refrescar la memoria de lo que significó el terrorismo de estado, ante tanto negacionismo desbocado y también mucha ignorancia general de lo que ocurrió en dictadura. Quizás, tanto consignismo abstracto, la lógica de los «actos escolares» y su repetición mecánica terminó por quitarle humanidad y transmisibilidad a lo que fue el genocidio. «1985» vuelve a traerla, sobre todo a través del testimonio de Adriana Calvo.
Lo interesante es que se decidió hablar del tema con una película sobre el Juicio a las Juntas y no sobre el período dictatorial (que por otro lado ha sido visitado por el cine en numerosas ocasiones). Lo otro interesante de analizar es que, para tocar la problemática y sensibilizar (¿a la clase media/madre de Moreno Ocampo?), hay una vuelta a la estrategia de los 80. Es decir, elegir mostrar esos casos de extremada crueldad e injusticia: como el secuestro de una mujer embarazada, que pare en un auto, esposada y que no puede siquiera abrazar a su hija. Pero que, además, (y esto es importante) no pertenecía a las organizaciones armadas, era profesional, universitaria y cae por una causa que raya lo absurdo, y que demuestra que en definitiva eso le podría haber «pasado a cualquiera», «aunque no estuviera metido en nada».
En este sentido, creo que «1985» no solo recrea los discursos de la «teoría de los dos demonios», sino que queda atrapada en ese marco ¿Qué quiero decir? Una de las formas que en aquel momento se encontró para sortear el «algo habrán hecho», que aún resonaba potente hasta mediados de los 90, fue colocar las identidades políticas y el proyecto revolucionario de lxs desaparecidxs en un segundo o tercer plano, y poner por encima sus características de buenos hijxs, estudiantes, trabajadorxs, etc. Contar que habían sido militantes de Montoneros, el PRT-ERP o alguna organización de izquierda podía «complicar» las cosas. Esto no es un juicio de valor, creo que fue una estrategia necesaria de una coyuntura, para que una parte de la sociedad pudiera empatizar y sumarse al pedido de Memoria, Verdad y Justicia.
En este sentido, me pregunto ¿El debate público habrá vuelto a ese punto, hay millones de «madres de Moreno Ocampo» que necesitan escuchar el testimonio desgarrador de Adriana Calvo para sensibilizarse, o son cosas del director y guionista?
Pregunto porque, además, en la película queda en sombras, por decirlo de algún modo, la figura de Víctor Basterra, sobreviviente de la ESMA y que fuera militante del Peronismo de Base. Quienes transitaron esas experiencias conocen el estigma de sospecha que debieron soportar lxs sobrevivientes («¿vos por qué sobreviste?»). Viendo «1985» algún desprevenix puede quedarse con la idea absurda de que los sobrevivientes de la ESMA tenían algo así como un trabajo, y por lo tanto alguna clase de privilegio o asociación con los represores. Por añadidura su testimonio complica a la fiscalía.
Víctimas o Revolucionarixs
Desde mediados de los 90, con una marca clara que se podría simbolizar con el nacimiento de la agrupación H.I.J.X.S., muchxs jóvenes empezamos a reivindicar el proyecto político de lxs desaparecidxs. Somos lxs hijxs de la subversión, decíamos algunxs. Después del 2001, la necesidad de recuperar a nuestrxs compañerxs como militantes revolucionarios y no sólo como víctimas del terrorismo de estado, fue una tarea que muchas agrupaciones tomamos. También las generaciones de jóvenes historiadorxs y cientistas sociales se metieron a indagar en ese terreno que durante los 90 nadie parecía muy interesado en pensar. Muchos echaron luz sobre experiencias y luchas que incluso lxs memoriosxs habían olvidado.
Pero como las luchas por los sentidos de la historia, es decir la batalla de ideas, no son lineales, ni se ganan para siempre, es posible que efectivamente el debate público haya vuelto a 1985. En este sentido, hay que admitir también que muchxs de quienes en otro tiempo se preguntaron por el proyecto político de lxs desaparecidxs, hace rato que hicieron su balance y decretaron que, si pudo ser válido en aquel momento, hoy lo «más realista» es el proyecto del «capitalismo serio». Seguramente ellxs también colaboraron en esa vuelta a 1985. Yo soy partidario de la idea de que si no lxs reivindicamos como revolucionarixs vuelven a ser meras «víctimas». Y si son víctimas, pasivas, vuelven a desaparecer. Porque la enorme mayoría de lxs desaparecidxs lucharon por cambiar de raíz nuestra patria, y también el mundo. Y es por eso que la burguesía argentina desplegó toda la potencia represiva del Estado para desaparecerlxs, o aniquilarlxs, como se escribió en un decreto de 1975 que aparece en un tramo de la película.
Un héroe argentino para Hollywood y el mundo
Por otro lado, el film, en su afán de entretener y construir un relato «amable» para el gran público, se somete (voluntariamente) al formato clásico del guion hollywoodense. Entonces, construye su «héroe», con la típica trama del personaje que al principio se niega, pero que al final acepta su destino. Y que, en su camino de obstáculos, marchas y contramarchas, encuentra esa clase de simpáticxs aliadxs, que le ponen una pizca de humor, relleno y sal al film: hijo, esposa, Moreno Ocampo, Norman Brisky y el joven equipo de inexpertos, pero audaces.
Y acá, como historiador y docente formado en la perspectiva de la historia social, no puedo más que pelearme con la película. Cuesta horrores extirpar esa visión arcaica de lxs héroes que hacen todo en la historia, mientras el decorado de actores secundarios contempla y no tiene más tarea que mirar, votar y/o aplaudir. La película deja absolutamente afuera a lxs héroes colectivos que hicieron posible las correlaciones de fuerza para que el juicio, con sus limitaciones, se sustancie. Esto lo han marcado muchxs, pero hay que insistir. Si no, parece que todo dependiera de la buena onda de un fiscal o la intención semi errática de un presidente ¡Y no!
Claro, acá se abre otro debate, porque hay muchxs que creen que la dictadura cayó medio solita, por el efecto de la derrota en Malvinas. Pero en realidad, la crisis de legitimidad ya era grave para comienzos de 1982 y, desde luego, se agudizó exponencialmente con el fin de la confrontación bélica. Durante el año y medio que transcurrió hasta el final de la dictadura, las organizaciones de derechos humanos, que ya cumplían un sexenio de luchas y de reconstruir parte de lo ocurrido, adquirieron enorme visibilidad social y política y llevaron adelante una serie de iniciativas que incluyeron petitorios, pedidos masivos de habeas corpus, intervenciones en el espacio público como los famosos siluetazos, marchas, conferencias, etc. A ello debe sumarse una intensa actividad política y estudiantil, que en parte debió incorporar la agenda de verdad y justicia; y una movilización obrera de importantísimas dimensiones, que además de diversas concentraciones incluyó nada menos que cinco paros generales. Así fue el colapso de la dictadura. Eso es lo que permitió, o en realidad obligó, al gobierno y al poder judicial a realizar un «juicio ejemplar», que se intentó por todos los medios limitar a las figuras más representativas y odiadas: Videla, Massera y Agosti. Esta es la fuerza social que estaba detrás de la «valentía» de Strassera. Esto no está, y su ausencia refuerza la visión narrativa/política del héroe individual, con toda la impotencia que siembra en las conciencias.
Diálogos y preguntas
La película, con la importante repercusión que ha tenido abre un diálogo. Desigual, ya que su voz tiene muchísimo más volumen. Pero invita a un debate, pone un tema en la agenda y, en definitiva, aquello que le falta también puede llegar a aparecer en las preguntas que pueda abrir en el público.
No vale decir la hubieras hecho vos. La hicieron ellxs, se les ocurrió a ellxs y desde luego la construyeron desde su perspectiva histórica, ética y estética. Esta es mi opinión, una más, de un diálogo que se abrió por muchos lados y que en definitiva da cuenta del acierto intuitivo de que el tema aún convoca. Porque sí, esta democracia, que está cerca de los cuarenta, sigue marcada a fuego por las herencias de un régimen que sembró la muerte y el terror para perpetuar el sistema capitalista, y para volverlo aún más injusto, concentrado y dependiente.
La película tampoco lo cuenta, pero en 1985 la inflación era muy severa, la deuda externa un gran problema y el rumbo económico del país era marcado y auditado por el FMI ¿Será por eso por lo que volvimos a 1985?