Con las características propias de los ciclos de lucha del movimiento estudiantil, nuevamente presenciamos un auge en la lucha por el derecho a la educación, protagonizada por las juventudes luego de años de una marcada pasividad. Nos encontramos en medio de un proceso histórico de rebelión del estudiantado a nivel nacional, masivo, federal y, en algunos lugares, fuertemente radicalizado. Existen pocos casos en la historia donde levantamientos como este se dan de manera repetida en lapsos cortos de  tiempo. Es una situación excepcional. Los tiempos se aceleran porque se discuten y deciden cosas importantes todos los días. Es necesario que hagamos balances, discutamos las orientaciones e intervengamos  para definir hacia dónde tiene que ir este movimiento que ha surgido en los últimos días.

Una chispa puede incendiar toda la pradera

A partir de las primeras tomas de la UBA se sucedieron otras en distintas facultades y universidades del país. Desde Tierra del Fuego hasta Jujuy, les estudiantes hicimos asambleas, tomamos edificios y decidimos habitar los espacios donde estudiamos, organizando colectivamente las tareas de limpieza, seguridad y comida. Decidimos romper con una normalidad en crisis que debía ser desafiada. ¿Para qué sirve ir a cursar si no sabemos si las universidades -tal como las conocemos- existirán en los próximos años? ¿Qué clases vamos a tener si no hay presupuesto? ¿Qué calidad educativa se puede garantizar si nuestros docentes están bajo la línea de pobreza?

Nos enfrentamos al gobierno neofascista de Javier Milei sin esperar una señal desde arriba. Lo generado hasta el día de hoy excede por muchísimo al activismo y las organizaciones políticas. Se está configurando un movimiento estudiantil con sus propios métodos: la asamblea y la toma. Con la mayoría de la camada que vivió la última ola de tomas en 2018 ya egresada, las asambleas y medidas de lucha se nutren de una generación nueva de activistas y estudiantes independientes que empezaron su vida académica en un contexto en el que el gobierno pretende cerrar las universidades.

Pese a que el método sea el mismo, los ciclos de tomas son distintos en cada proceso de lucha. Las particularidades de este 2024, se centran en dos aspectos. Primero, se tomaron universidades tradicionalmente difíciles de tomar. Algunas por el perfil socioeconómico de su estudiantado, con un mayor componente estudiantil proveniente de sectores medios-altos, y otras por el grado de conflictividad que implican, como las universidades del conurbano. Esto habla de la radicalidad del estudiantado que en algunos lugares han tomado un triple desafío: poner en evidencia el papel de  las conducciones de sus centros de estudiantes, cuestionar a las autoridades de sus facultades y enfrentar al personal de seguridad rompetomas. Lejos de ser un fenómeno exclusivo de la UBA (aunque sea evidentemente un centro político innegable y necesario) las tomas repercuten a nivel federal y asumen otras características propias de esos territorios. 

A muy grandes rasgos, entre las organizaciones estudiantiles se presentaron tres posiciones: una, mayoritariamente impulsada por las izquierdas y sectores independientes, que brega por la necesidad de amplificar las tomas en cada rincón del país; una posición intermedia, que especula con los tiempos mejores para realizar las asambleas, tomas y convocar a nuevas movilizaciones. Quienes optaron por este camino debieron, o reorientar su política, o fueron sobrepasados por las asambleas. Y una tercera posición, que merece el repudio del movimiento estudiantil, es la de conducciones como la Franja Morada, que actúa explícitamente en contra de las asambleas y tomas, mientras parte de sus diputados y senadores votan a favor del vaciamiento. La traición de la UCR a las universidades públicas debe tener un costo político que deben pagar. 

En el caso puntual de las organizaciones estudiantiles del peronismo han estado fundamentalmente en este punto. Sin embargo, la diversidad que caracteriza a este movimiento hace que haya sectores estudiantiles peronistas anti tomas, sectores que dudan y otros a favor de las tomas. En los lugares donde la posición esté a favor de la lucha, la necesidad del frente único se vuelve vital, así como en los lugares en que no, el movimiento estudiantil debe pasar por arriba a las conducciones que no estén a la altura de los conflictos.

Lo expuesto hasta el momento sobre las orientaciones en las que hemos intervenido las organizaciones y corrientes en torno al conflicto universitario nos pone en la necesidad de construir un movimiento estudiantil democrático y de lucha. Es necesario una corriente que le dé preponderancia a las asambleas como espacios de construcción de poder popular, de debate, politización y organización de la vida cotidiana de una manera diferente. También como un espacio donde cualquier estudiante pueda levantar la mano y dar su opinión. Ante la existencia de corrientes que intervienen de maneras sustituistas, queriendo pasar por arriba los procesos de toma de decisión.

Por otro lado, es necesario una corriente que intervenga a nivel nacional que ponga énfasis en la organización del movimiento estudiantil y su potencialidad en alianza con otros sectores poniendo como centro la lucha política contra el gobierno de Milei a la par que se integran las reivindicaciones presupuestarias y salariales necesarias. Esto debe discutir con aquellas organizaciones y sectores que mantienen posiciones de especulación sobre el desarrollo de la lucha y apuestan a su enfriamiento.

¿A dónde va todo esto?

No debemos hacer futurología, sino leer la realidad y su compleja dinámica en el día a día. Cualquier organización o sector que afirme saber hacia dónde va este movimiento estaría cometiendo un error metodológico, ya que las características propias de un movimiento están en su constante transformación.

Las tomas comenzaron en rechazo al veto presidencial pero han funcionado como un escenario para denunciar todas las políticas neoliberales contra la educación pública del gobierno de Javier Milei y su banda de liberales pro genocidas. Esto también se reflejó en la última Marcha Federal Educativa, donde quedó demostrado que el movimiento estudiantil puede ser el sujeto que  canalice las demandas del  resto de los sectores en lucha, y que las universidades son cajas de resonancia de los problemas de la sociedad y el pueblo trabajador. 

Sin embargo, en las próximas semanas es fundamental dotar  al movimiento de una orientación. ¿Qué estamos haciendo? ¿Pedimos al gobierno que retire el veto? ¿Elaboramos otra ley nosotrxs? En ese sentido, planteamos algunas orientaciones que creemos pueden contribuir a darle tareas específicas al movimiento.

En principio, es fundamental analizar que el proceso se encuentra en alza y no en baja. El gobierno de Milei radicaliza su discurso al plantear que las universidades implican una transferencia de los sectores más pobres a los más ricos. El conflicto universitario todavía está en la agenda mediática. Por ello, es el momento de seguir profundizando y organizando al movimiento.

En primer lugar, es fundamental plantear la centralidad de la lucha política de las tomas y asambleas contra el gobierno de Milei. A la par, debemos identificar y señalar a los responsables del desastre que sufren las universidades. Aunque aún no esté en abierta tensión con su base social, el gobierno de Milei está perdiendo el debate sobre la necesidad de las universidades y la educación pública. En ese sentido, es importante apuntar  a Alejandro Álvarez, subsecretario de políticas universitarias, encargado de ejecutar el vaciamiento de las universidades. 

En segundo lugar, el pueblo argentino debe conocer las caras de lxs diputadxs y senadorxs que votaron en contra de la Ley y a favor del veto. Debemos asegurarnos de que paguen el costo político de desmantelar las universidades públicas. En distintos lugares del país, cuando lxs diputadxs regresaron a sus distritos, fueron abucheados y expulsados de lugares por vecinos.

En tercer lugar, con la mayoría de las facultades en toma, se vuelve crucial que, además de continuar debatiendo en cada facultad y ganando más compañerxs para la lucha,  articulemos con otros actores sociales castigados por las políticas neoliberales y autoritarias del gobierno neofascista de Javier Milei. El movimiento estudiantil tiene la oportunidad de convocar a espacios multisectoriales junto a los movimientos sociales y sindicatos en lucha. Esta es la puerta para construir un movimiento de oposición al gobierno de Milei que transcienda la cuestión meramente universitaria, aunque naturalmente coloque a la universidad a la cabeza de los reclamos. La unidad estratégica entre docentes y estudiantes representa un desafío que debe trascender las estructuras sindicales docentes tradicionales, en diálogo con el nuevo y prometedor resurgir del movimiento estudiantil. Para ello, será fundamental articular los espacios de discusión de base con dichas estructuras, como el Frente Sindical Universitario.

En cuarto lugar, debemos dotar de consignas y tareas puntuales a la lucha contra el vaciamiento de las universidades nacionales. La ampliación del presupuesto necesaria, el aumento salarial para lxs docentes a la par que se construyen agendas de reclamo propias de cada universidad. Es importante tener en cuenta que, con la actual previsión presupuestaria que el gobierno presenta al Congreso y que está en tratamiento, no habrá 2025 para la universidad pública. Por lo tanto, es fundamental orientar la lucha hacia este horizonte, instalando la necesidad de enfrentar esta situación en el centro del movimiento de resistencia. 

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