Andrés Mecha
Ojo, no fue un voto amnésico. Sí un voto de memoria de corto plazo ¿Se acuerdan las promesas del Frente de Todos los asados, las heladeras llenas y los derechos recuperados? Hubo un pueblo que no quiso olvidar esa estafa electoral. Que no perdonó a un gobierno que habla de inclusión, derechos y soberanía, pero que sepultó a más de la mitad de la población en la pobreza, para cumplir con el FMI y los grandes empresarios. Hubo memoria, sí, pero de corto plazo.
Claro que parte del pueblo se olvidó o no aprendió que, de la miseria, la precarización y el entreguismo no se sale con más políticas neoliberales. Se olvidaron de la condena histórica a los genocidas y que la dictadura no sólo cometió crímenes de lesa humanidad, sino que Martínez de Hoz fue el abuelo del neoliberalismo en Argentina. Y cuando este pueblo echó a los milicos, ya habían cerrado más de 20 mil fábricas, se había multiplicado el desempleo, caído el salario real y el endeudamiento externo había crecido ¡el 365%!, como resultado de sus políticas.
Se olvidaron también que la famosa convertibilidad de Menem-Cavallo (padres del neoliberalismo en Argentina) nos costó privatizar todas las empresas públicas, y que su cierre dejó en la calle a miles y miles, que junto a los despedidxs por la apertura comercial indiscriminada, pasaron a engrosar el ejército de desempleadxs. La desocupación trepó del 5% en 1991, al 18,8% en 1995. Desde ahí se ha vuelto estructural. La pobreza se multiplicó por 12 entre 1991 y 2002. Quizás no lo recuerden, pero fue en ese entonces que aparecieron los denostados planes sociales. En 1997 había 140.000 «Planes Trabajar», en 2002 ya eran 1.320.000 ¡El neoliberalismo lo hizo! Y cuando dijimos basta, no sólo que Cavallo – ahora devenido en prócer- se quedó con los ahorros (el corralito), sino que antes de tomarse el helicóptero el gobierno neoliberal de De la Rúa asesinó a 40 argentinxs, que ejercían su derecho a la protesta.
Pero no fue un voto amnésico. Fue un voto signado por las condiciones neoliberales de la memoria, dónde el tiempo corre al ritmo de las transacciones financieras, y la acumulación desordenada de millones de fotos impide ver la película completa.
El candidato oficialista nos ofrecía amnesia de sus cagadas y un dolor en cuotas para el futuro. El hartazgo popular no quiso olvidarse de sus responsabilidades, aunque sí extendió un generosísimo indulto ante los peores agravios pasados (incluso los del macrismo, que no son tan remotos).
Estas memorias de corto plazo, que han vuelto a depositar sus esperanzas en un «cambio», se encontrarán muy pronto con las enseñanzas del pasado que volverán para recordarles que la lógica implacable del mercado no discrimina votantes a la hora de la motosierra. (Otra vez aprendiendo a los sopapos, como les gusta a los miliqueros que habitan las filas de una fuerza que profana la palabra libertad).
Quienes tengan memorias más largas, pero olviden que no hay utopía más absurda que pretender humanizar el capitalismo, ni tarea más contraproducente que querer cambiar un partido burgués desde adentro, seguramente aportarán a generar las condiciones para un próximo ciclo neo-neo-neoliberal. El pueblo ha demostrado una antimoderación inversamente proporcional a la tibieza y timidez de este gobierno para aplicar la más mínima medida popular. Si gran parte de las fuerzas populares, en vez de estar «adentro», justificando y sosteniendo las injusticias en nombre del mal menor, hubieran apostado a la construcción de la herramienta estratégica de las y los de abajo, en el momento de la crisis podríamos haber ofrecido una salida radical, como el pueblo demanda, pero en sentido realmente transformador: o sea anticapitalista. Ojalá no olvidemos esta lección.
Se abrirán tiempos durísimos, lo sabemos. Ni siquiera hace falta remitirse al pasado, ni leer entre líneas: el programa es brutalmente explícito. La memoria que se transmite de boca en boca nos traerá las voces de las resistencias, que emergieron siempre entre las rendijas de la opresión y el cinismo de los vencedores. Cuidar esa llamita será vital para iluminar el futuro.
Lo sabe la psicología, y también la historia oral, la memoria y el olvido son procesos selectivos. Pero no por ello arbitrarios. Deberemos volver a pensar cómo se transmiten y resguardan las memorias populares. Cómo evitamos los procesos de apropiación de nuestra memoria colectiva, como impedimos su estatización y partidización. Los combates por la memoria no son ni serán tareas menores. Como diría Walter Benjamin, «solo a la humanidad redimida pertenece su pasado de una manera plena». Amen.