El reciente triunfo electoral de Milei profundiza un nuevo ciclo político signado por la crisis de representación y la desmovilización del movimiento popular. Su avance se explica fundamentalmente por la combinación de hartazgo con los gobiernos previos y una derechización social que por ahora legitima políticas de ajuste y avances autoritarios. El peronismo no resultó una herramienta eficaz de defensa en las urnas y las principales direcciones sindicales sostienen la desmovilización. Ante este escenario, resulta imprescindible la unidad de las luchas, la movilización callejera y la gestación de una alternativa política amplia y de izquierda capaz de disputar poder real y vencer a la derecha.

Luego de la victoria de La Libertad Avanza en el balotaje del 2023 se abrió una discusión acerca de lo que expresaba el voto al actual oficialismo, que en aquel momento se develaba transversal: ganó de manera más o menos pareja entre las poblaciones de altos, medios y bajos ingresos. A grandes rasgos, por un lado hubo quienes plantearon que la raíz principal del voto al fenómeno Milei residió en el desastre de los dos gobiernos anteriores y fue una expresión de expectativa frente a las promesas de mejora de las condiciones económicas, tras años de estancamiento y deterioro. Por otro lado, estuvieron quienes interpretaron que la victoria expresó una derechización de la sociedad argentina y una adhesión a un programa autoritario y de ajuste. Los resultados de las legislativas nacionales recientes actualizan ese debate. Desde Poder Popular planteamos que ambas tesis conviven en distintos sectores de la sociedad, y que es necesario calibrar en qué medida existe una derechización social. Para reconstruir el vínculo entre la izquierda y las grandes mayorías populares debemos partir de una caracterización correcta.

Milei inauguró un nuevo ciclo político que le dio nombre a una derrota en curso del movimiento popular producto de la desmovilización, la institucionalización de las luchas y la bancarrota de las expectativas cifradas en el último gobierno peronista. Este cambio no terminó con la victoria de Milei sino que continúa gestándose. Su objetivo de fondo es refundar Argentina bajo nuevas bases económicas (la triple reforma), una nueva ideología anti popular y un lento desplazamiento hacia un régimen más autoritario. Nuestra tarea es impedirlo con todas las herramientas que tengamos a nuestro alcance.

Una victoria de la extrema derecha y su modelo

Con el apoyo inédito del gobierno de Estados Unidos mediante la intervención de la Secretaría del Tesoro, el gobierno nacional logró superar sus últimos escándalos y consolidarse políticamente. La elección sin duda representa una derrota para el conjunto de los sectores populares.

En las últimas semanas se ha escrito abundantemente sobre las razones, para muchos sorpresivas, de esa victoria. El miedo a un mayor desbarajuste económico tras el anuncio de Trump es sin duda un factor central para pensar el resultado. Pero este análisis queda corto si no nos detenemos a analizar la subjetividad de la clase trabajadora actual y del resto de las fuerzas políticas.

La crisis de representación política, que fue la base de sustento para el proyecto libertario, sigue vigente. La alta tasa de ausentismo en los comicios lo confirma. El peronismo es visto por amplios sectores del pueblo como parte del establishment y es, a lo sumo, el ala izquierda del status quo que nos trajo hasta acá; perdura en cierto sentido el “voto castigo” contra el gobierno anterior. No obstante, para otros sectores, continúa siendo la única herramienta a mano para enfrentar al gobierno nacional. Sin embargo, en la medida en que, finalmente, ese instrumento no logra ser eficaz para derrotarlo, también crece el descontento con la eterna interna entre las facciones dirigentes, la ausencia de propuestas programáticas que superen el “ponerle un freno a Milei”, el corrimiento al centro de sus principales figuras y la inexistencia de mecanismos democráticos para elegir las referencias y ejes de campaña.

No obstante, la crisis de representación política y la debacle del peronismo como instrumento útil no son suficientes para explicar la victoria de la ultra derecha. La primera puede arrojar luz sobre el abstencionismo, pero no ilumina el voto a las listas de Milei. La segunda deja sin explicar el mal resultado de las opciones de “centro” como Provincias Unidas y otras equivalentes, así como el estancamiento de las listas de la izquierda revolucionaria. Hay que tomar plena conciencia de que se confirma una cierta derechización social, aunque no en todos los sectores se presente de la misma manera. De otro modo, con caracterizaciones más agradables pero erradas, fallaremos en la política a darnos para cambiar las cosas. No necesitamos una caracterización que se amolde a la orientación que tenemos o queremos, sino una orientación adecuada a la situación real.

En primer lugar, el clásico voto gorila, que en otros períodos históricos se expresaba como “republicano”, hoy vota a un gobierno autoritario que pasa por encima de los demás poderes del Estado, por ejemplo no aplicando las leyes votadas por el Congreso. Es decir, existe una radicalización derechista de los sectores anti populistas. En segundo lugar, un sector de la sociedad y particularmente de la clase trabajadora, en contextos de “neoliberalismo progresista”, transfundió su bronca por el deterioro de las condiciones de vida en odio hacia las banderas “progres” que las acompañaban. Además, se adoptaron las máximas individualistas, identificando que solo su esfuerzo personal (trabajar más horas, restringir sus consumos) podría morigerar el daño en un contexto de ineficacia de las políticas estatales y de desmovilización impuesta por las conducciones sindicales y las organizaciones políticas peronistas. En tercer lugar, existen sectores sociales que valoran el “orden” conseguido, especialmente en la economía, incluso resignando otras cuestiones que, aunque aún no dejan de ser valoradas ideológicamente, quedan en segundo plano, tales como la salud pública, las universidades nacionales, las jubilaciones, los subsidios para personas con discapacidad o incluso el poder adquisitivo del propio ingreso. Estos son los efectos disciplinadores de la alta inflación y la crisis económica.

Polarización, derechización y reformas regresivas en el horizonte

Pese a la polarización electoral, la radicalización del programa solo está del lado derecho de las opciones mayoritarias. En una elección legislativa, en la que es esperable que obtengan más votos que en una ejecutiva las opciones minoritarias y de centro, más del 75% de los votos positivos se distribuyó entre la primera y la segunda lista en cada distrito; es decir, fue una elección altamente polarizada. Y en casi todos los distritos La Libertad Avanza fue la lista más votada (en 15 jurisdicciones) o la segunda, con las excepciones de San Juan y Santiago del Estero, provincias en las que quedó tercera. El gobierno obtuvo unos 9.300.000 votos a nivel nacional para diputados/as. Del otro lado, la opción Fuerza Patria, que consiguió unos 8.000.000 de votos, continúa con la orientación de moderar su programa y candidaturas, en vez de radicalizar una propuesta desde la perspectiva de los sectores populares.

Por su parte las listas de la izquierda superaron el millón de votos para diputadxs, de los cuales casi 900.000 fueron para el FITU. Se trata de una elección estándar de este espacio, que mantiene más o menos constante su caudal de votos aunque, por cambios en la distribución geográfica, perdió una banca en la cámara.

Es notable el resultado del FITU en la Ciudad de Buenos Aires, donde mientras para el senado obtuvo 91.500 votos (casi 5,5%), para diputados creció hasta los 148.500 votos (superando el 9%). Además del voto “útil” para que este espacio obtenga una banca, expectativa solo realista para la categoría diputado/as, este voto puede entenderse como un apoyo a lo que expresa la figura de Myriam Bregman, una orientación que interpela a sectores políticamente más amplios, un discurso unitario (como el que enunció sin miramientos frente a la detención de Cristina Fernández) que es notoriamente diferente a la política efectiva del FITU, que incluye una estrategia de alianzas sectaria, donde solo entran quienes comparten identidad y lo hacen de manera subordinada, y un discurso a menudo más confrontativo con la sensibilidad progresista y peronista, con la cual entienden que disputan el voto.

Además, en CABA unos 31.500 votos (casi 2%) fueron para otras listas de izquierda o centro-izquierda, algunas de las cuales son rupturas del peronismo o incluso de otros espacios de centro, que se presentaron de manera notablemente fragmentada, evidenciando, al menos por ahora, la incapacidad para construir de manera unitaria.

El efecto de estos resultados electorales es un Congreso Nacional que habilitará la profundización del ajuste y la transformación autoritaria del país, permitiendo la aplicación de las reformas que las clases dominantes tienen pendientes desde el gobierno de Macri: la laboral, la tributaria y la previsional, a las que se suma la reforma del código penal. Sin demora, sabiendo que este es el momento en el que cuenta con las mejores condiciones para ello (por tener la corona de ganador, por estar lejos del próximo proceso eleccionario y por acercarse meses de receso de la clase trabajadora), desde el discurso del domingo 26 a la noche Milei convocó a los gobernadores provinciales a pactar para alcanzar esas leyes.

La necesidad de jerarquizar las calles

Durante los últimos dos años distintos conflictos han alcanzado escala nacional. La lucha de las universidades públicas, las masivas movilizaciones durante los paros convocados por la CGT, las convocatorias anti fascistas, las concentraciones de los miércoles por las jubilaciones, la lucha del colectivo de discapacidad, así como los conflictos locales de trabajadorxs como el del Garrahan.

Al momento, ninguno de estos conflictos ha logrado la unificación de todas las luchas en curso contra el gobierno de Milei ni consiguió trascender la pelea reivindicativa y convertirse en un movimiento callejero de oposición al gobierno, a pesar de que las consignas sectoriales rápidamente escalaban a reclamos directamente dirigidos al gobierno nacional. Unificar las luchas y orientarlas políticamente en oposición al gobierno es la tarea pendiente de quienes luchamos en las calles y construimos organizaciones políticas.

El rol que han jugado distintas conducciones sindicales, estudiantiles y sociales ha consistido de hecho en cifrar las expectativas en los procesos eleccionarios, como lo hicieron durante el gobierno de Macri con el slogan “hay 2019”. Dirigentes sindicales han llamado a solucionar el problema de Milei mediante las urnas “votando bien” mientras que otros han temido radicalizar la lucha por miedo a que se desborde el descontento con el gobierno. Esta orientación nos debilitó y es parte de lo que explica la victoria de la derecha en las urnas.

Es necesario dar un debate franco en cada lugar de trabajo y estudio, en cada barrio y territorio, sobre la necesidad de romper esta tendencia. En primer lugar, porque con la última elección el gobierno va a pisar a fondo con todo su paquete de ajuste y triple reforma. Los desastres sociales y económicos que ha producido en los sectores populares ya son sumamente críticos. De esperar dos años más para echarlo vamos a encontrar una Argentina prácticamente destruida. En segundo lugar, porque se cocina un avance autoritario de nuevo tipo. Posiblemente no veamos los tanques en las calles, pero las experiencias internacionales nos muestran que los gobiernos de derecha avanzan sobre las democracias de maneras más sutiles pero igualmente peligrosas. En tercer lugar porque otra enseñanza que dejan las últimas elecciones es que es posible que no ocurra una derrota electoral del gobierno. Vencer a la derecha depende de romper el nivel de desmovilización actual y volver a poner al pueblo como protagonista.

Una herramienta política que se anime a algo radicalmente diferente

El avance de la derecha y la amenaza fascista a nivel global es la protagonista de la política internacional en este momento. Sin embargo, existen grandes movilizaciones globales contra esta avanzada de las que posiblemente el movimiento de solidaridad con Palestina sea la principal. A partir de allí empiezan a surgir distintas experiencias que basadas en la lucha social y las movilizaciones proponen una alternativa política. Vemos herramientas políticas de izquierda amplias que reúnen a distintas tendencias y tradiciones, así como nuevas referencias y figuras que desafían al imperialismo y proponen una agenda contra los dueños del mundo. La unidad entre Venezuela y Colombia para defender el Mar Caribe en la última CELAC y refundar la “Gran Colombia”, la victoria electoral de Mamdani en Estados Unidos y los triunfos de espacios de izquierdas en distintos lugares de Europa son muestras de que el fenómeno del avance de la derecha, si bien es el que domina la época, no es unilateral.

En Argentina los sectores de izquierda y populares no hemos todavía dado ese paso. Para poner en pie esta herramienta política vamos a necesitar mucha creatividad y capacidad de construcción colectiva. Debemos partir de la subjetividad actual de nuestro pueblo y animarnos a proponer una agenda anti capitalista que trate los problemas actuales del siglo XXI. Esta herramienta naturalmente va a gestarse y crecer en los espacios de resistencia al gobierno de Milei y todo su modelo de ajuste, pero esto no nos quita responsabilidad a las organizaciones políticas, sino todo lo contrario. Nos impone la tarea de demostrar que podemos inventar un instrumento con un programa de izquierda que efectivamente pueda vencer a la derecha en todos los frentes, incluido el frente electoral. Poder Popular está al servicio de esa construcción.

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