Las elecciones del próximo 26 de octubre se sucederán en un contexto por demás inédito: los cambios geopolíticos en América Latina y en el mundo y la intervención imperialista de Trump y sus asociados, que se dan a la par de una inestabilidad cíclica del plan de gobierno de Milei. Su proyecto no es meramente un ajuste fiscal, sino que es una ofensiva de clase. El modelo al que Milei abona es la recomposición del imperialismo contemporáneo, siendo miembro fiel del séquito de un EEUU que intenta reordenar su hegemonía frente a China.
El plan económico que el bloque dominante a nivel nacional ha acordado con los intereses extranjeros necesita firmeza, audacia y orden. Los requisitos que Milei parecía inicialmente cumplir, hoy se encuentran tensionados por una política económica nacional que va hacia la banquina, y una fuerte deslegitimación social que lo lleva a ser cuestionado ya no sólo por la oposición sino por algunos de sus propios aliados.
Lo que se juega en esta elección no es únicamente quiénes van a legislar, sino también la aspiración de Milei a ser quien conduzca este modelo los próximos años. Por eso, las fuerzas revolucionarias no podemos ser ajenas, ni caer en un análisis tacticista. Hay que poner en marcha el incremento cuanti y cualitativo de la resistencia popular.
1. Al gobierno de Milei y a su modelo le ganamos con protagonismo popular
Las promesas de Milei de ruptura con la clase política tradicional empezaron a disiparse apenas dio a conocer la composición de su gabinete. Caputo, Struzenegger, Bullrich siempre son garantía del plan económico clásico de los capitales nacionales, con reducción de derechos, liberalización de la economía y reformas estructurales. Quizás la más ambiciosa de estas sea la reforma laboral, que busca trastocar de manera estructural las relaciones sociales: modificará las condiciones de trabajo, los derechos laborales y la relación entre las clases empresaria y trabajadora, en todos los casos, para peor. El discurso de que esta reforma es “necesaria” para dinamizar la economía se afianza como principal búsqueda de los sectores dominantes post elecciones, en la voz del oficialismo pero también de aquellos que se presentan como opositores.
Ahora bien, parte central del modelo depende del apoyo de organismos internacionales y de potencias imperiales. La quema de reservas y el endeudamiento no pasa si no es con el salvataje estadounidense que ve dos tipos de posiciones en los gobiernos de América Latina: los aliados y los enemigos. La servidumbre del gobierno argentino con Trump se da a la par de que este bombardea en el Mar Caribe las costas de Colombia, profundiza el bloqueo a Cuba, y amenaza con el ingreso militar en Venezuela. Es importante entender que el lugar que ocupa Milei como mejor amigo de los ultraconservadores a nivel mundial es difícil de perder para dicho bloque, pero totalmente sacrificable, llegado el caso, si las ganancias que vienen en camino son de la magnitud de las que existen en el territorio argentino.
Necesitamos, por un lado, que la representación del modelo de la ultraderecha que encarna Milei sea golpeado y deslegitimado en esta elección, pero al mismo tiempo prepararnos para los embates que se vienen. La alternativa al momento de crisis que atraviesa el gobierno no puede ser la idea de que “hay 2027” y menos aún esperar que caiga por su propio peso. Debemos extraer las lecciones de cuando, bajo la expectativa de que había 2019, se desmovilizó al movimiento popular, lo que nos sometió a este resultado. Es fundamental construir la orientación de que Milei se debe ir cuanto antes, entre las fuerzas populares y el pueblo trabajador. No puede gobernar más, pues cada día que sigue ejerciendo la presidencia representa un retroceso para lxs trabajadorxs. Su salida debe enmarcarse en una irrupción de masas que incline la balanza hacia las clases populares, permita recomponer fuerzas, tomar un respiro en este momento defensivo, e instalar una alternativa en pos de las mayorías. Es decir que rechazamos cualquier reestructuración por arriba del ejecutivo, que simplemente desplace conducción de este modelo de miseria y entrega de nuestra autodeterminación hacia un sector más moderado o menos payasesco.
Necesitamos construir asambleas por la soberanía en los barrios, Plenarios amplios de trabajadorxs y todo tipo de espacios de discusión organizativa unitaria, que enfrenten la injerencia imperialista y la destrucción de nuestros trabajos en pos del enriquecimiento de los millonarios de nuestro país y del norte. Frente a un ciclo que nos ubica en una posición defensiva, la tarea pendiente es el reagrupamiento en formas de organización y deliberación colectiva que permitan construir una respuesta común.
2. Provincias Unidas es la lista de la gobernabilidad para el ajuste
En las últimas semanas creció la visibilidad del armado electoral de varios gobernadores y legisladorxs, “Provincias Unidas”. Este armado gira en torno a los gobernadores de Santa Fe (Pullaro), Chubut (Torres), Córdoba (Llaryora, pero también Schiaretti), entre otros, y legisladorxs como Randazzo, Stolbizer, Monzó y Lousteau. En todos los casos, se trata de exponentes de la famosa “gobernabilidad”, son quienes pusieron los votos en el Congreso para aprobarle las principales y más dañinas leyes al gobierno, como la “Ley Bases”, o quienes aceptaron el Decreto 70/23.
Este espacio es clave para los intereses de los grandes empresarios y del gobierno de los EEUU. Sus integrantes, mientras muestran una retórica opositora, ya se comprometieron con el empresariado a impulsar la reforma laboral y se reunieron con el lobista del gobierno de Trump para garantizar que harán lo que sea necesario para que el modelo no corra riesgos, sea con el mismo personal político en el ejecutivo o con otro. Es la opción de recambio que la derecha y las clases dominantes preparan para sostener el ajuste y aplicar las reformas estructurales contra la clase trabajadora, pero “con consenso”. Por eso es importante no sólo no ponerles ni un voto, sino votar contra este espacio, tanto allí donde son gobierno provincial y ejecutan el ajuste y las reformas como donde no lo son.
3. Derrotar al gobierno para agudizar su crisis
El hecho de que solamente el protagonismo popular pueda garantizar que las políticas de ajuste, hambre y represión sean frenadas no quiere decir que es lo mismo si el gobierno gana o pierde. Una victoria del oficialismo tendrá efectos negativos tanto en el palacio como en la calle. La política de las instituciones volverá a ofrecerle la “gobernabilidad” que necesita para aprobar las reformas estructurales, como lo hizo desde que asumió el mandato y hasta hace muy poco. Además, una victoria electoral del gobierno profundizará el desánimo de los sectores populares, repercutiendo negativamente en la energía para luchar.
Por otro lado, una derrota del gobierno sin lugar a dudas profundizará su crisis política, tanto en el frente financiero como por el apoyo de la política tradicional, que se debilitó notablemente cuando perdió las elecciones en PBA, tras lo cual fueron rechazados los vetos a la ley de financiamiento universitario (que en 2024 había sido ratificado) y a la ley de emergencia pediátrica. Por su parte, como hemos visto en cada sector después del 7 de septiembre, el ánimo de dar la pelea se vio renovado.
En este sentido, entendemos que el voto a las opciones mayoritarias de la oposición expresa la urgencia por deshacerse de este gobierno, más que la adhesión a programas o candidatxs que no convencen, que en más de una oportunidad han permitido que el plan de ajuste pase, y que no parecen presentar una propuesta concreta de salida de la crisis y mejora de las condiciones de vida de las mayorías.
4. Es necesaria una alternativa política de izquierda con vocación de mayoría
Numerosos espacios en cada jurisdicción llevan un programa que sí se compromete con las condiciones de vida de las mayorías, sin concesiones ni guiños a las clases dominantes. Nos referimos a las listas de las izquierdas que defienden la soberanía, se plantan en las calles contra el ajuste y aportan a la organización de la clase trabajadora en sus lugares de trabajo, estudio o en los barrios.
Sin embargo, se trata de expresiones que por diversos motivos no logran construir mayorías. Esa imposibilidad está dada por políticas de alianzas que no consiguen construir un espacio plural y unitario que pueda ofrecer una herramienta eficaz al pueblo para derrotar a la extrema derecha en el gobierno.
Esto arroja a miles de trabajadorxs al dilema: votar una lista cuya política es parte fundante de esta crisis pero que a su vez resulta el instrumento a la mano para asestar una derrota inmediata al gobierno, o votar una alternativa con un programa contra el ajuste y por la soberanía, es decir de ruptura con las clases dominantes, que sin embargo no será la que venza al gobierno en las urnas.
Es en el marco de esta encerrona que hoy no alcanza con decidir entre votar o no votar a tal o cual candidatx, ni con optar por tal o cual coalición. Lo que está en disputa excede el calendario electoral: es la reorganización del capitalismo argentino dentro de un nuevo orden global, la ofensiva sobre la fuerza de trabajo, los territorios y la reproducción de la vida. Una posición puramente electoral corre el riesgo de volverse funcional a este proceso, porque deja intacto el núcleo del problema: la reconfiguración de la dominación de clase bajo mando financiero internacional.
A sabiendas de que el bloque dominante pondrá en marcha su táctica de reestabilización (que actualmente se encuentra discutiendo) posterior a la elección, creemos que hay que organizar en los hechos al pueblo para resistir el modelo. Con un buen resultado, o con uno malo que lleve a la reinvención del gabinete solamente desde arriba, lo único de lo que podemos estar segurxs es de que tendrá como corolario la profundización de la intervención imperialista y la servidumbre a dicha potencia.
La fuerza de nuestro pueblo necesita ser fogoneada y recibir oxígeno constantemente, no podemos depender del escenario electoral, de construcciones que prioricen la delimitación, o de respuestas espontáneas que no cuentan con dirección y programa. Necesitamos prepararnos y avanzar en la construcción de la resistencia, con protagonismo del pueblo y lxs trabajadores. Por eso, llamamos a todos los sectores que están dispuestos a defender un programa sin concesiones, por la mejora de las condiciones de vida del pueblo trabajador, de defensa de la soberanía y de los derechos conquistados, a construir una herramienta política amplia, unitaria, participativa y con una vida política interna democrática y vibrante, que a su vez se proponga ser un instrumento útil para las mayorías populares en la necesidad de derrotar definitivamente a la derecha. No se nos escapa que se trata de una tarea tan imperiosa como difícil. Pero también confiamos tanto en la responsabilidad política de la rica militancia popular y de izquierda que acordará en la importancia del desafío por delante, como en la sabiduría de compañerxs que son valiosas militantes en todos los frentes de lucha que la coyuntura nos impone, para construir de manera seria y fraterna.
Con humildad y convicción, Poder Popular se pone a disposición de esa construcción paciente pero decidida a vencer.