El 29 de junio de 1815, en Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay, Entre Ríos), se reunió el Congreso de los Pueblos Libres (Congreso de Oriente). Allí, representantes de la Banda Oriental, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe, bajo el liderazgo de José Gervasio Artigas, no solo discutieron la independencia, sino que construyeron un proyecto político y social radical: una confederación republicana, federal y popular, que desafiaba tanto el centralismo porteño como el orden colonial heredado. Fue la experiencia más avanzada de emancipación e igualdad en el Cono Sur, forjada desde abajo por los pueblos y no desde los salones de las élites.
Federalismo y Comunidad Multiténtica
Mientras Buenos Aires y los sectores de poder del Litoral soñaban con replicar modelos europeos, Artigas encarnó una revolución arraigada en el suelo americano. Él propuso y construyó un sistema donde se gobernaba desde abajo, eligiendo sus representantes y decidiendo su destino en común. Era único y genuino porque surgía de la realidad local, no de un calco foráneo.
El Corazón de la Revolución Social: El Reglamento Provisorio de Tierras
Es la reforma agraria más avanzada de la época. No se limitó a redistribuir tierras de realistas. Atacó el latifundio improductivo expropiando estancias. hizo propietarios a los excluidos sistemáticos: “criollos pobres, viudas pobres con hijos, indios, negros, zambos”.
La tierra no era solo un bien individual. El reglamento, con su exigencia de trabajar productivamente con el apoyo del estado, revela una concepción comunitaria de la propiedad y la producción. Esta visión tenía una matriz indígena guaraní: la tierra es de todos, sus frutos deben beneficiar a la comunidad. Era una revolución agraria con base étnica y social profunda.
El Miedo de las Élites y la Traición al Proyecto Popular
Este proyecto generó terror en las élites de Montevideo y Buenos Aires. Amenazaba al orden estamental y racial: Hacer propietarios a indios, negros y zambos, otorgarles ciudadanía plena en la Confederación, era inconcebible para una élite blanca que se veía a sí misma como naturalmente gobernante. La “multietnicidad” igualitaria de Artigas era su pesadilla.
Sectores “revolucionarios” traicionaron la revolución profunda por miedo a la verdadera emancipación social y étnica. Prefirieron pactar con el Imperio Portugués o someterse al centralismo de Buenos Aires antes que aceptar el proyecto radicalmente democrático y popular artiguista. El enemigo externo era menos aterrador que la movilización interna de los excluidos.
La Independencia Inconclusa y la Utopía Viva
El Congreso de los Pueblos Libres planteó un proyecto de sociedad distinta a la liberal que planteaba Buenos Aires. Este proyecto de Artigas venía a transformar radicalmente las relaciones sociales, económicas y étnicas heredadas del coloniaje. Fue una revolución que entendió que la verdadera independencia pasaba por la justicia social y el reconocimiento de la diversidad fundante de América.
Su derrota por la alianza de las élites porteñas, orientales y el imperio luso-brasileño, no lo convierte en una mera curiosidad histórica. Su supresión revela el miedo profundo de las élites criollas a su propio pueblo y a la verdadera descolonización. ¿Qué independencia celebramos realmente en 1816 sí la más audaz, la más popular, la más americana, ya había sido derrotada? El proyecto de los Pueblos Libres sigue siendo una utopía concreta, un recordatorio de que otra América, más justa y plural, fue posible en su imaginación y su lucha, y por eso mismo, sigue siendo necesaria.
“Hacemos la revolución, para que sigamos siendo diferentes pero iguales”