En un escenario global de mucha inestabilidad política, la ultraderecha y el fascismo pisan fuerte. Luego de un período de tiempo que a nuestros ojos pareció muy corto nos encontramos defendiendo ideas que parecían tener apoyo social mayoritario tan solo unos años atrás. Las incógnitas acerca de cómo llegamos a esta situación son igual de importantes de responder que los caminos a construir para salir de la crisis.

Sobre lo que no hay dudas es que fue la derecha quien capturó el malestar de la época y respondió a una demanda social de orden. Desde nuestro campo, puede notarse cómo se deterioró la alianza histórica de las izquierdas con los sectores populares. Las razones son muchas pero sin duda las frustraciones y los límites de las experiencias recientes, del ciclo progresista de América Latina y Argentina y de experiencias similares en Europa y Medio Oriente, han llevado a un momento de desmoralización y desafección política. Sin embargo, los momentos de estancamiento son momentos de reflexión, autocrítica y construcción práctica de nuevos horizontes.

En nuestro país, los peligros democráticos y económicos del gobierno de Milei no pueden ser subestimados. A más de un año de su gobierno podemos afirmar que su programa consiste en una reforma estructural del capitalismo argentino a partir de la modificación de las leyes laborales, la eliminación de la moneda nacional y la privatización del conjunto de empresas y derechos que hoy garantiza el Estado. Esto solo puede realizarse con una reforma también estructural de las libertades democráticas que incluya el aplastamiento de la organización sindical y de los movimientos sociales. La reivindicación explícita del genocidio de los 70’, la persecución a los movimientos sociales y la búsqueda de su desarticulación, el congelamiento del presupuesto en todas las áreas del Estado, la detención y proscripción de dirigentes de la oposición son fotografías de su programa de ofensiva contra las mayorías sociales. En cada una de sus acciones y con orgullo, Milei ha demostrado ser un títere de los grandes grupos de poder económico del país, del imperialismo yankee y del genocida Estado de Israel. 

A este proceso, los sectores populares llegamos debilitados luego de una serie de derrotas. Años de desmovilización, institucionalización, crecimiento inflacionario y la frustrante experiencia del gobierno peronista construyeron un cuadro de situación nuevo. Luego de la rebelión popular del 2001 se abrió un ciclo de empate hegemónico donde ni el imperialismo ni las grandes patronales lograban imponer su programa por bloqueo popular ni tampoco pudo surgir una alternativa que plantee una salida de fondo. El proyecto libertario busca cerrar a fuerza de ajuste, detención y bala este empate para ganar la mano.

A diferencia de los gobiernos anteriores, pese a las movilizaciones masivas Milei y su grupo ejecuta su programa desoyendo la calle. Previamente, la protesta social fue incluso el punto de quiebre del gobierno de derecha de Mauricio Macri luego de la Reforma Previsional y las acciones de violencia callejera. Hoy, para ejecutar el conjunto de sus medidas, todavía tiene que avanzar sobre un movimiento popular que conserva capacidad de organización y reacción. Deben quebrar la correlación de fuerzas que caracterizó a todo el ciclo anterior para dar una derrota a largo plazo.

La crisis de las izquierdas que vivimos es también una crisis global de alternativas. Esto no quiere decir que no haya luchas. Por lo contrario, en los últimos años tuvimos momentos de mucha movilización masiva. Somos miles quienes salimos a los paros convocadas por la CGT, a defender las universidades públicas, a denunciar los discursos de odio contra la comunidad LGBT+ y levantar la bandera de nuestros 30.000 el 24 de Marzo. Muchas de ellas fueron las movilizaciones más grandes que vimos varias generaciones de militantes del país. Sin embargo, al igual que en muchos otros países de América Latina y el mundo, no existen experiencias que puedan capitalizarlas hacia horizontes transformadores. Las luchas, no logran pasar del plano de la resistencia al plano de la alternativa.

Para impedir la derrota a largo plazo que buscan darnos es imperioso que retomemos como una tarea prioritaria la reconstrucción de un discurso de izquierda para las grandes mayorías populares. Para ello, debemos construir nuestros propios canales de comunicación adecuados a los tiempos que corren, discutir el sentido común fascista que buscan imponer, construir resistencia y ser parte de las luchas que surgen.

La fragmentación de nuestra clase, planificada desde los grandes grupos de poder y servicial a nivel económico, permite que nos golpeen a todxs de manera separada. Para contrarrestarlo, es imprescindible que trabajemos sobre la unificación de todas las luchas en curso con una consigna política contra el gobierno de Milei. Para frenar su programa, es necesario un proceso de grandes movilizaciones masivas que reviertan la correlación de fuerzas actual. Jubilados, estudiantes, laburantes, movimientos sociales tenemos que golpear de conjunto.

Milei puede y debe ser derrotado. Desde Argentina, tenemos una tarea muy importante en la lucha global contra el fascismo. El gobierno ha tenido victorias de peso como la Ley Bases pero ninguna de ellas es duradera hasta que se demuestre. Su modelo todavía no logró estabilizarse ni ser mayoría social. Y aunque eso ocurriese en algún momento (una derrota de largo plazo), sería nuestro derecho y responsabilidad seguir luchando con ese espíritu como hicieron las Madres y Abuelas en los momentos más oscuros de nuestra historia.

Con una mirada integral de la situación política podemos afirmar que la ultraderecha es un fenómeno político que echa raíces en sectores populares y llegó para quedarse. Desde esta perspectiva, aunque muy importante, una derrota electoral no será suficiente para correr sus ideas de las mentes y los corazones del pueblo. Tenemos que construir una alternativa de izquierda, unitaria y de lucha que pueda representar de una manera diametralmente opuesta el malestar de la época. Que al individualismo le oponga solidaridad. A la represión y persecución, organización comunitaria. A ser un títere de Estados Unidos: soberanía. Al autoritarismo, democracia popular. 

Las siguientes notas trabajan sobre distintos aspectos de los ejes de la resistencia y la solidaridad: en el ámbito de los derechos humanos, de los movimientos sociales, de las luchas ambientales, de la formación política. Buscan brindar herramientas para la comprensión colectiva de la situación en nuestro país como así esperamos que generan rebeldía, organización y ganas de militar para transformarlo todo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *