Hace 8 años comenzaba en Argentina una historia de impunidad, uno de los más escandalosos casos donde el Estado fue responsable de la desaparición y muerte de un ciudadano en democracia; pero además, el caso de Santiago Maldonado fue quizás un aviso de un cambio de época.
El caso de Santiago presentó multiples irregularidades (para quienes quieran entrar en detalle pueden entrar en la página www.santiagomaldonado.com): una Ministra que primero dijo que la gendarmería no había tenido nada que ver pero después advirtió que quizás “hubo un exceso” y luego volvió a desligar a cualquier fuerza del Estado, jueces que investigaron a la familia de la víctima en lugar de a los sospechosos, medios que inventaron noticias, etc, etc. Pero hubo algo que, en ese momento no llamaba la atención y hoy, a ocho años del hecho, resulta al menos llamativo, sino definitorio para garantizar la impunidad: la aparición de los trolls. Que Santiago estaba de viaje por distintos puntos del país, que lo habían matado los mapuche, que era un infiltrado de grupos terroristas, que la mochila que tanto buscaban la tenía su hermano Sergio y, obviamente, que se había ahogado solo. Cada mentira disparada por la prensa era acompañada por un sinfín de mensajes de odio a través de redes sociales (solo a través de twitter se pudo comprobar cómo desde 20 cuentas falsas se publicaron más de 800 mensajes en menos de 2 horas corriendo el rumor de que la mochila de Santiago estaba en manos de Sergio). Quizás en ese momento no eramos conscientes del peso de estas herramientas digitales, pero luego tomaron gran protagonismo en las campañas de odio a las disidencias y hasta ayudaron a Javier Milei a llegar a la presidencia.
La impunidad al poder.
Cuando en 1990 asesinaron a Maria Soledad Morales muchos catamarqueños y catamarqueñas creyeron que iba a triunfar la impunidad porque sabían que uno de los implicados era Guillermo Luque, hijo del histórico diputado Ángel Luque que a su vez era hombre de mucha confianza del Gobernador Ramón Saadi, que a su vez era íntimo del entonces presidente Carlos Menem. Sin embargo, el escándalo fue tan grande y la presión popular tan intensa que Ángel Luque fue destituido de su bancada (y desapareció de la escena política) y en 1991 Menem tuvo que intervenir la provincia, dejando a Ramón Saadi también fuera de la vida política.
Cuando en diciembre de 2001 el gobierno de Fernando de La Rúa se despidió abruptamente, fueron asesinadas casi 40 personas en las protestas que impulsaron su salida. Aunque la justicia nunca le llegó al expresidente radical, su vida política terminó apenas subió al helicóptero que lo sacó de la Casa Rosada.
Cuando en 2002 argentina seguía hundida en una crisis y los movimientos piqueteros crecían y se multiplicaban, el gobierno de Eduardo Duhalde orquestó la masacre de Avellaneda, que dejó como saldo el asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kostequi. Aunque la justicia tampoco llegó para el dirigente peronista, tras su breve paso por la presidencia interina ya nunca más volvió a la escena pública (distinto fue el caso de su entonces mano derecha, Anibal Fernández, quién no sólo continuó en la política sino que fue el Ministro del interior del kirchnerismo cuando desapareció Jorge Julio López, y jefe de gabinete cuando asesinaron a Mariano Fereyra).
En abril de 2007, en una ruta de la provincia de Neuquén, fue asesinado Carlos Fuentealba tras una protesta en la que le exigían al gobernador Jorge Sobisch mejoras salariales. Tras la represión, ordenada por el propio gobernador, el docente murió y, con él, la carrera de Sobisch. Ese mismo año, el dirigente neuquino tuvo la caradurez de presentarse a elecciones presidenciales (luego de una fallida alianza con Mauricio Macri quién tomó distancia tras el asesinato de Fuentealba) junto a Jorge Asís, y su fórmula logró un 1,4% del total de electores.
Sin embargo, Patricia tiene suerte, o bien los vientos cambiaron. Tras el escandaloso caso de Santiago Maldonado, Bullrich no sólo siguió en su cargo de ministra bajo el gobierno macrista, sino que fue candidata presidencial en el año 2023, consiguiendo cerca del 25% de los votos, y finalmente elegida como Ministra de Seguridad de Javier Milei; cargo que ocupa hasta el día de hoy y en el cual se da el gusto de decir cualquier cosa (como justificar policías que tiran gas pimienta a una nena de 6 años, o mentir descaradamente sobre la represión en la que Pablo Grillo casi es asesinado por una granada de gas arrojada por las fuerzas de seguridad).
Pasaron 8 años de la desaparición de Santiago Maldonado y, aunque todavía no se haya esclarecido cómo murió, la responsabilidad de la Ministra es la misma, ya que el desalojo de la comunidad fue ilegal. Mientras sus familiares, amigos y algunas organizaciones seguimos exigiendo justicia, la impunidad gobierna desde la Casa Rosada y los trolls desde sus casas.