Reproducimos la siguiente nota de lxs compañerxs de la Revista Horizonte de Chile


Conversamos con Santiago Stavale para acercarnos a la obra de Mark Fisher. Stavale es Doctor en Ciencias Sociales y miembro de FANTASMAS DEL FUTURO, un grupo de lectura e investigación argentino que parte de la lectura de Mark Fisher, y se organiza en torno preguntas sobre los futuros cancelados, las promesas y peligros de la tecnología y la posibilidad del comunismo.

¿CUÁLES SON LAS COORDENADAS QUE NOS PERMITEN COMPRENDER LAS PROPUESTAS DE FISHER?

Fisher es un autor un tanto inclasificable, un autor andrógino diría yo. Sus influencias son muy variadas. Haciendo un esfuerzo de cartografía intelectual, uno podría decir que las coordenadas que construyen el punto cardinal fisheriano van desde Deleuze y Guattari a Stuart Hall y Raymond Williams, pasando por Nick Land, Jameson y Žižek. Pero si nos quedamos en el plano de la teoría el mapa queda incompleto. La música, la literatura, el cine, la televisión, fueron coordenadas igual de importantes en su educación teórica y sentimental.

En ese sentido es un autor herético. Doctor en filosofía por la Universidad de Warwik, y fundador, junto a Nick Land y Sedie Plant, del Cybernetic Cultural Research Unit (CCRU), sus principales aportes teóricos no fueron hechos en la academia. Fueron la blogsfera (con su blog K-Punk) y las editoriales independientes fundadas por él mismo (Zero Books y Repeater Books), los espacios donde eligió plantear sus reflexiones. “Tomo al blog como algo mucho más serio que los papers académicos” decía Fisher en sus entrevistas. No le rendía cuentas a nadie. Era un filósofo punk.

Hay quienes lo presentan como un crítico cultural y, efectivamente, fue uno de los mejores. Pero Fisher es mucho más que eso. Es una gran antena que sintoniza como nadie con la atmosfera social, cultural y anímica de nuestra época. Sus escritos captan como ninguno los orígenes de la desazón y resignación colectiva, de nuestra falta de expectativas, de nuestra certeza depresiva de que no hay alternativa. Estasis cultural, vidas colonizadas por el trabajo, epidemia de salud mental, son algunos de los temas centrales que sus escritos entrelazan para construir un diagnóstico mordaz de esta fase del capitalismo que el llamó realismo capitalista.

También hay una lectura muy extendida sobre su obra que tiende a catalogarlo como un autor pesimista y depresivo. A mi juicio, son lecturas que se detienen en el momento del diagnóstico. Efectivamente la realidad que describe Fisher es asfixiante. Pero ahogarse en ese clima denso supone quedar preso de aquello que él buscaba desarticular. Creo que esas lecturas, también, se ven muy afectadas por su biografía. Sin embargo, Fisher estaba especialmente preocupado por encontrar el punto de fuga que nos permita salir de esta situación de impotencia, y darle cuerpo al “fantasma de un mundo que puede ser libre”.

A nuestro entender, son tres los conceptos fundamentales del autor: realismo capitalista, su propuesta aceleracionista, y la idea de Comunismo Ácido.  ¿Podrías referirte a cada uno de estos?

Efectivamente el concepto de Realismo Capitalista es central en su obra. Retomando la idea de Jameson, de que en la actualidad es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, Fisher caracteriza al realismo capitalista como esa atmósfera social, cultural y política en donde pareciera que “no hay alternativa” al presente.

Creo que con este concepto logró captar con pericia los efectos sociales y culturales de la derrota del campo socialista y la instauración del neoliberalismo como cosmovisión del mundo. Como bien razona el autor, el gran triunfo del capital fue haberse apropiado del futuro, cancelando no sólo cualquier proyecto revolucionario en danza sino, y allí la profundidad del problema, la capacidad misma de imaginar. Sin competencia alguna, el capitalismo, entonces, no necesita defenderse ante las críticas que surgen y apuntan contra él, porque ha logrado convencernos de que es la única alternativa y que incluso, es la alternativa menos terrible (al lado de los totalitarismos clásicos o las autocracias no occidentales).

Este estado de impotencia, derrotismo y depresión colectiva se instaló sobre sujetos extenuados, endeudados, adictos, solitarios y sin conciencia de clase, socializados en la cultura del consumo compulsivo, la flexibilización laboral extrema (que no admite planificar la vida) y el “voluntarismo mágico” (en el que nuestro “éxito” depende de nuestro esfuerzo). El resultado: un ejército de depresivos, frustrados, estresados y ansiosos. Y esta “epidemia de enfermedades mentales”, lejos de abordarse como un problema político, es tratada como un problema biográfico o biológico de los individuos. Efectivamente, pareciera no haber salida.

En síntesis, el realismo capitalista, es un sistema basado en un estado de parálisis de la imaginación política y cultural, basado en vidas precarias y “rotas”. Un tiempo de “impotencia reflexiva”, donde somos conscientes de que las cosas andan mal, pero, al mismo tiempo, tenemos en claro que no puede hacerse nada para cambiarlo.

Ahora bien, como dije, Fisher no se queda en ese diagnóstico. Plantea caminos para romper la inercia.

Allí aparecen las dos ideas que ustedes mencionan: el aceleracionismo y el Comunismo Ácido, y una tercera, la hauntología.

Empecemos por esta última. La hauntología es un concepto que recupera del filósofo francés Jaques Derrida. Sería algo así como la ontología de los fantasmas. Aquí es cuando Fisher se vuelve gótico. Como sabemos la realidad está constantemente asediada por distintos tipos de fantasmas, del pasado y del futuro: agencias virtuales que, aunque no existan físicamente, intervienen en la realidad. El fantasma de la dictadura que viene ordenando la política latinoamericana hace al menos cincuenta años, o el del Comunismo, que hoy ordena las fantasías de la derecha, son ejemplos de esto.

Entonces, el autor nos plantea que, si en la actualidad nos ha sido cancelada la posibilidad de imaginar futuros alternativos, nos queda invocar a los fantasmas de los “futuros perdidos” que dejaron planteadas las revoluciones derrotadas. Es decir, los futuros que animaron a las generaciones pasadas y que, aunque no triunfaron, aún esperan ser realizados.

Su propuesta, sin embargo, no es nostálgica. No nos propone que nos quedemos llorando un pasado mejor, y menos que repitamos fórmulas. Fisher nos está proponiendo que recuperemos el espíritu futurista que supo animar a los y las revolucionarias de antaño y ponerlo en función de nuestro presente. Como plantea el autor, no se trata de recuperar el ya no más de esos proyectos tal y como existieron, sino el todavía no para el que nos prepararon pero que nunca se materializó. Esto se vincula con el espíritu aceleracionista de su obra. Es que para Fisher si hay algo que deben legarnos esos fantasmas, son esos sueños de un mundo más allá del trabajo y de una revolución social y psíquica sin precedentes.

Hoy la izquierda está detenida. Su imagen de futuro está anclada en 1917 y 1959, y su única estrategia es la resistencia o la integración. Para Fisher, es hora de salir de esa falsa dicotomía y transformar al Comunismo en el más temible competidor del capitalismo.

DEMOSTRAR QUE SOMOS NOSOTROS LOS ÚNICOS QUE PODEMOS LLEVAR ADELANTE LAS PROMESAS INCUMPLIDAS DEL NEOLIBERALISMO: UN MUNDO DE MÁS LIBERTAD, DE MENOS TRABAJO, DE MÁS OCIO Y MENOS BUROCRATIZACIÓN.

Y para ello, y aquí esta su costado expresamente aceleracionista, es preciso redirigir la base material del neoliberalismo a objetivos comunes, identificar los procesos que el capitalismo pone en marcha y escapan de su control, convirtiéndolos en un obstáculo para su reproducción. Un ejemplo de esto puede ser el de la automatización: un mundo donde nos liberemos del trabajo es una utopía imposible de cumplir para el capital, porque su condición de existencia es la explotación del trabajo humano, pero no así para el Comunismo. ¿Cómo sería el mundo si el desarrollo tecnológico fuese puesto en función de nuestras necesidades y no del lucro de unos pocos? Esa simple pregunta puede llevarnos a elaborar utopías de las más serias.

Por momentos, este tipo de planteos puede sonar un tanto tecno utópico e, incluso, ingenuo, porque tiende a desconocer las limitaciones que impone, por ejemplo, la crisis ambiental que nos dejará el capitalismo. Allí, sin embargo, estará nuestra creatividad y nuestro esfuerzo investigativo para resolver la ecuación entre las promesas y los peligros de la tecnología, el aceleracionismo y el decrecionismo.

EN FIN, EN ÚLTIMA INSTANCIA, EL ESPÍRITU FISHERIANO NOS CONVOCA A REALIZAR EL ESFUERZO POR HACER DEL COMUNISMO UNA ALTERNATIVA DESEABLE, ATRACTIVA, SEDUCTORA Y POSIBLE. DE ESO SE TRATA.

Y con esto llegamos al Comunismo Ácido.

Aquella propuesta, que lamentablemente quedó inconclusa, fue su apuesta para recuperar el sueño prometeico de una transformación total de la sociedad humana. Su esfuerzo por crear un horizonte de Abundancia Roja. El Comunismo Ácido supone una alquimia que contiene y combina los fantasmas de futuros perdidos con herejías aceleracionistas.

La potencia de la cultura psicodélica de los sesentas con la liberación de las potencialidades tecnológicas del presente. Una perspectiva hegemónica de clase y una política del deseo. Gramsci + Guattari. El sueño de un futuro en el que el deseo y el comunismo se reconcilien en armonía. En sus propias palabras, es

“la convergencia de la conciencia de clase con la autoconciencia feminista y la conciencia psicodélica, la fusión de nuevos movimientos sociales con un proyecto comunista, una estatización sin precedentes de la vida cotidiana” (Fisher, [2016] 2021, p.132).

¿CUÁL ES LA RELACIÓN ENTRE DESEO Y CAPITALISMO EN LA OBRA DE FISHER?

En Fisher hay una lectura de la derrota que es muy potente y a la que hay que prestarle especial atención. Él nos dice que el realismo capitalista no se instauró solamente “golpeando a los trabajadores”, es decir, por la pura represión y la imposición violenta. En esto es bien gramsciano. Si se volvió hegemónico fue porque, además, logró interpretar y captar los deseos de los trabajadores. Deseos, muchos de los cuales, fueron despertados por la contracultura y no fueron metabolizados por la izquierda, quedando “disponibles” luego de la derrota. Por ejemplo, el deseo de cambiar la vida monótona, “gris” y aburrida por una donde no se viviera y muriera en el mismo puesto laboral, que tuviera horarios flexibles para “disfrutar del día”, que permitiera realizar emprendimientos propios, estuviera libre de los laberintos burocráticos y se pudiera acceder a otro tipo de consumos. Ese fue un deseo que ni el Estado de Bienestar ni los socialismos reales habían podido satisfacer. Y sobre ese tipo de deseos es que el neoliberalismo se montó para presentarse como él único modelo en el que podían realizarse. El reino del deseo vs el reino de la represión e inhibición. Libertad, flexibilidad y diversidad vs totalitarismo, monotonía y homogeneidad. Así presentaron la batalla, y construyeron consensos. Y en ese marco llevaron adelante un cambio en el régimen libidinal, intensificando a puntos desconocidos los deseos por los bienes de consumo y des-libidinizando todo lo público.

De modo que el realismo capitalista puede ser definido también como aquel régimen en que el deseo por el capitalismo es el único deseo (posible). ¿Existe realmente un deseo por fuera del capitalismo? ¿es posible redirigir la energía libidinal producida en el capitalismo hacia un horizonte comunista? ¿Podemos imaginar y producir nuevas formas de deseo? ¿Qué papel juega la clase, la conciencia de clase, el feminismo y la conciencia de grupo en todo esto?

Fisher está convencido de que el deseo es, siempre, el resultado de un proceso de ingeniería libidinal, y que el hecho de que hoy este capturado por el capital no significa que aquello sea inevitable: “no hay un deseo por el capitalismo en sí mismo, ya que la cultura se compone de materiales libidinales que no tienen una relación esencial con el capital; por ello tiene que distraernos, deprimirnos, hacernos adictos, y así mantenernos cautivos y subordinados”. Su propuesta, entonces, es que la izquierda construya sus propias máquinas de deseo.

La apuesta es por un deseo poscapitalista.

Por último, Fisher también está muy atento a los afectos que subyacen al “sí ebrio de deseo” que promueve el realismo capitalista. Es que el capitalismo, también, es una máquina de producir frustración, odio, ira y resentimiento. Sus mensajes que atan el éxito, el deseo y la felicidad a un consumo al que la mayoría no puede acceder, es un arma de doble filo. La izquierda tiene que volver a reconectar con esos sentimientos negativos. Así como tenemos que libidinizar nuestro proyecto, debemos politizar el odio para volverlo odio de clase y redirigirlo hacia nuestros verdaderos enemigos.  

¿CÓMO EVALÚAS LA CRÍTICA A LA IZQUIERDA EN LA OBRA DEL AUTOR? ¿QUÉ TE PARECE LA IDEA DEL SUPERYO LENINISTA QUE FISHER PLANTEA EN COMUNISMO ÁCIDO PARA RE PENSAR LA CONCEPCIÓN DE LA MILITANCIA EN LA IZQUIERDA?

Fisher hace un planteo bien claro: para romper la parálisis y el estado de deriva estratégica, la izquierda debe actualizarse y enfrentar los desafíos de una sociedad y de un capitalismo que está lejos de ser el de los años ’60. Su crítica apunta a que la izquierda opera, se organiza y plantea sus propuestas como si viviésemos bajo el fordismo, no pudiendo tener una respuesta organizativa y programática a los problemas del capitalismo contemporáneo (posfordista). Si Lenin planteó un partido de las características que todos conocemos, fue, como él mismo lo reconoce en el Qué hacer, como resultado de las lecturas de las condiciones objetivas de la sociedad capitalista rusa de aquellos años. Análisis concreto de la situación concreta. Si no rompemos el razonamiento nostálgico que nos lleva a repetir esquemas de un mundo que ya no existe, estamos en problemas. Fisher da en el clavo con su cuestionamiento a la actitud conservadora de la izquierda, que adopta una actitud de pura resistencia frente a la ofensiva capitalista. Mantenernos en la negatividad como si fuera nuestro estado ontológico permanente, no nos permite ofrecer una salida propositiva, transformarnos en alternativa. Si seguimos en esa senda, el capitalismo siempre mantendrá la iniciativa.

Ahora bien, precisando un poco más, podemos decir que a lo largo de su obra polemiza con tres modelos distintos de izquierda impotente:

i) La izquierda realista capitalista.

Para el autor, el realismo capitalista, como lógica resignada de pensamiento, se termina de instaurar cuando son las propias fuerzas de izquierda quienes lo incorporan y lo militan. Él está pensando en el partido laborista y su papel clave en la instauración del neoliberalismo en Inglaterra, pero nosotros podemos pensar claramente en los gobiernos “progresistas” de la región y las fuerzas políticas que los sustentan. Estas fuerzas, al mostrarse incapaces de oponer un modelo político-económico alternativo y coherente, han instalado que el objetivo no es erradicar el capitalismo, sino mitigar sus excesos. Su rol es clave, porque inhiben y cancelan cualquier perspectiva revolucionara.

ii) La izquierda folk.

Fisher es sumamente reactivo con aquellas opciones de la izquierda autonomista que tienden a rechazar las perspectivas universalistas y que adoptan una posición localista y horizontalista, que se contenta con construir pequeños espacios temporales de relaciones sociales no capitalistas. Por el contrario, al igual que los aceleracionistas Nick Snicek y Allex Williams, el británico considera que la izquierda debe recuperar su perspectiva holística y hegemónica.

iii) La izquierda castradora y autoritaria: Es especialmente crítico con los partidos leninistas, porque los considera antidemocráticos y reactivos a adoptar una política del deseo. Además, los caracteriza como un modelo perimido de organización. Él está pensando en la necesidad de construir en esquema de organización en red, una ecología de organizaciones coordinada que reemplace al clásico partido. A mi juicio aquí Fisher presenta algunos problemas, sobre todo porque en varios momentos cae en una anti-leninismo bastante superficial. En la mayoría de los casos, discute con la caricatura stalinista de Lenin: aquella en la que aparece como defensor dogmático de un centralismo autoritario y burocrático. Y eso lo lleva a tomar ciertas posiciones que, a fin de cuentas, terminan siendo un poco folk, paradójicamente.

Sin embargo, más allá de eso, lo más interesante de su planteo es, efectivamente, el concepto de Superyo leninista estricto que ustedes mencionan y que se deriva de sus críticas a los partidos. Creo que es una de las ideas más provocativas y sugestivas de su obra. Con ella se está refiriendo a una concepción bastante difundida, que asocia militancia y compromiso con ascetismo. La tendencia de los partidos a pensar a sus militantes como “monjes rojos” que no pueden divertirse, gozar y desear porque, entonces, estarían perdiendo un tiempo valioso de militancia. El deseo, en este esquema, sería enemigo de la revolución. Mientras pierdes el tiempo saliendo de fiesta o escuchando un buen disco, hay volantes que no se están repartiendo y periódicos que no se están vendiendo.

La creo una crítica muy atinada, ácida y difícil de digerir, por cierto. Pero es indudable que se trata de una actitud que, en mayor o menor grado, se repite en muchas organizaciones. Si queremos repensar nuestros modelos de militancia, creo que es hora de que pensemos seriamente sobre lo que ello implica. Politizar el malestar debe significar también, como señala mi camarada Emiliano Exposto, preguntarnos por el malestar en nuestras propias prácticas políticas. Hay que tener en cuenta que nuestra “guerra” será realmente prolongada, y que, si no construimos una militancia equilibrada que atienda a nuestros deseos, pero también a nuestras aflicciones, es muy probable que nos transformemos en una fábrica de producir militantes “quemados”, que pasarán de dar la vida por la revolución a no querer saber más nada con ella. Y, por otro lado, si realmente asumimos la política del deseo como un aspecto estratégico, la militancia, además de implicar un desgarramiento subjetivo que suponga renuncia (inevitable, dolorosa y necesaria), debe ser una forma de vida deseable.

FISHER ESCRIBIÓ FUNDAMENTALMENTE DESDE LA REALIDAD BRITÁNICA, ¿CÓMO CREES QUE SE PUEDEN RELEER SUS PROPUESTAS DESDE NUESTRA REALIDAD LATINOAMERICANA?

Si bien los análisis de Fisher son muy agudos y captan muy bien los rasgos centrales del capitalismo contemporáneo, efectivamente no podemos dejar de tener en cuenta que se trata de un autor británico que reflexiona desde -y en muchos casos sobre- Inglaterra. Y si bien el capitalismo es un sistema cada vez más global, la especificidad latinoamericana es bien distinta a la europea. En ese sentido, creo que hay al menos tres cuestiones que nos obligan a hacer una relectura de su obra:

i) La inestabilidad política latinoamericana y la potencia de sus movimientos populares, han hecho que el realismo capitalista en nuestra región tenga un carácter intermitente. Creo que gran parte del diagnóstico que realiza Fisher está atravesado por la relativa quietud y desmovilización de la izquierda y del movimiento popular europeo, que si bien en las últimas décadas estuvo atravesada por movimientos de nuevo tipo como “Occupy” o los chalecos amarillos, lejos está de la potencia que demuestran los sectores populares en nuestro continente que, como se demostró en Chile y en Ecuador en 2019, su irrupción, su radicalidad y sus efectos en la correlación de fuerzas continental son tan impredecibles como posibles. De este modo, hay que repensar como opera y como se manifiesta la “impotencia reflexiva” en estas latitudes y si no es Latinoamérica, el continente del “realismo mágico”, el territorio adecuado para recuperar la imaginación perdida.

ii) El caso latinoamericano, complejiza el análisis de los efectos del realismo capitalista en las izquierdas. Aquí, a diferencia de la realidad europea, el escenario ha sido más enreverado porque la retórica de la izquierda realista ha sido bastante más combativa e izquierdista que en el caso inglés. Pero no debemos confundirnos. En nuestros países el efecto realista se ha venido manifestando en una suerte de “estadolatría”, una clara tendencia de cierta izquierda a enamorarse del Estado (capitalista) y a asumir la democracia (burguesa) como límite estratégico. Y en nombre de la disputa política y la correlación de fuerzas, las expectativas terminan estando puestas en la ocupación de posiciones al interior de la máquina, sin más perspectiva que la de “gestionarla”. Así, en el afán de defender las posiciones conquistadas y en nombre de una supuesta “gobernabilidad” se justifican posiciones cada vez más posibilistas y se abandona toda perspectiva revolucionaria. A mi juicio, esta es el principal triunfo del realismo capitalista en estas latitudes y el principal riesgo a combatir en nuestras filas.

iii) Los escritos de Fisher carecen de hipótesis de ruptura, eso se torna evidente a lo largo de su obra. Creo que una lectura desde un continente con tanta tradición insurgente puede permitirnos subsanar ese déficit. Como plantea el autor italiano Maurizio Lazzarato, uno de los efectos de la derrota y de la deriva estratégica en la que estamos sumidos (del realismo capitalista, diremos nosotros) es haber eliminado la guerra como elemento clave en nuestras reflexiones. Creer que ello es una cuestión del pasado es una de las victorias de la contrarrevolución. No se puede imponer lo común y expropiar a los expropiadores, si no aceptamos que el enemigo no abandonará sus posiciones pacíficamente. Hay que reintegrar la lucha de clases y la guerra en nuestras hipótesis estratégicas. No para repetir y copiar modelos que, nuevamente, no se ajustan a nuestras realidades, sino para preguntarnos qué significa y que modalidades adquiere hoy la guerra de clases. Dicho de otra forma, si realmente queremos romper con la inercia impotente que nos mantiene paralizados, al tándem Gramsci-Guattari, es imprescindible sumarle a Guevara. Las tres G estratégicas para una izquierda revolucionaria eficaz y efectiva.     

EN QUÉ SENTIDO CREES QUE LA OBRA DE FISHER PUEDE APORTAR PARA RECOMPONER EL PROYECTO POLÍTICO-IDEOLÓGICO DE LA IZQUIERDA SOCIALISTA.

Bueno, en todo lo que he repasado, creo que hay bastantes elementos que son fundamentales para repensar/recomponer nuestros proyectos político-ideológicos. Hay mucha tela para cortar. Pero, en vez de terminar volviendo a retomar esos puntos, prefiero terminar haciendo una reflexión-advertencia.

Fisher tiene un texto muy provocativo (de hecho, le valió varias críticas e incluso cancelaciones en el mundo de las redes británicas) y, a mi juicio, uno de los más potentes, que se llama “Salir del Castillo de Vampiros”.

Allí arremete contra la izquierda “twitera” macartista, individualista y moralizadora, guardiana y policía de la corrección política, que se dedica a condenar individuos, denunciarlos, escracharlos, y calificarlos de tal o cual cosa por algunas expresiones o posiciones asumidas, es decir, tomando la parte por el todo. Mi llamado es a que evitemos leer a Fisher desde el “Castillo de Vampiros”.

Me refiero, sobre todo, a las lecturas de cierta izquierda con pretensiones de “ortodoxia” que tiende a rechazarlo o bien porque es un marxista demasiado heterodoxo, o bien porque sus posiciones políticas (en Inglaterra) fueron reformistas. Efectivamente, por momentos Fisher confía demasiado en la renovación del laborismo, se entusiasma con figuras como las de Jeremy Corbyn, e incluso roza la nostalgia del Estado de Bienestar. Pero eso no debería ser una excusa para evadir su lectura. Porque Fisher no es un autor donde buscar respuestas tácticas o donde sacar conclusiones políticas concretas. De hecho, si lo hacemos, es muy probable que no saquemos nada interesante.

Sus aportes pasan por otro lado y son ineludibles.

Fisher toca fibras muy sensibles y plantea preguntas difíciles que nos enfrentan a problemas claves, que si como izquierda no asumimos es probable que continuemos en la deriva estratégica en la que nos hallamos entrampados hace décadas. Además, creo que esa actitud produce otro tipo de efecto, también nocivo, que es abandonar a Fisher y sus reflexiones – como se ha hecho con Gramsci durante mucho tiempo- y facilitar su proceso de digestión, transformándolo en un autor más del mainstream posmarxista. No podemos estar dispuestos a que eso suceda. No lo podemos permitir.

Fin de la entrevista.


Fuente: https://revistahorizonte.cl/mark-fisher-un-arma-contra-la-depresion-colectiva-y-la-impotencia-politica/

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