2024: ¿Fracaso o victoria universitaria?

El 2024 fue un año especial para quienes somos estudiantes universitarixs. Fuimos uno de los blancos del presidente pero también una de las resistencias. Seamos precisos, Milei no ataca las universidades por pura maldad, lo hace porque es parte de su plan político, la receta neoliberal: el desfinanciamiento como antesala de la privatización. Su modelo busca una educación superior de muy difícil acceso, privada y al servicio de los organismos internacionales de crédito que colaboran con la desigualdad social y la mano de obra barata. Sin embargo, con desinformar y mentir no alcanzó. Aunque hace años dormido, existe en nuestro país un movimiento estudiantil. 

Encontramos las razones de los años anteriores de baja lucha social, por un lado, en la institucionalización de la lucha que ocurrió desde el “Hay 2019” que generó un sector del peronismo en las jornadas contra el macrismo. Y por otro lado, con la pandemia de por medio, en la escasa confrontación de parte de las universidades al gobierno de Alberto Fernández, pese a los altos niveles de inflación y deterioro de nuestras condiciones de vida. Durante el 2024, este clima mostró sus primeros síntomas de cambio al interior del movimiento estudiantil.

¿A qué poder nos enfrentamos hoy?

La derecha estuvo agazapada esperando la oportunidad para volver, y hoy, críticos de su propio “gradualismo” (método que aplicaron durante el macrismo con el “reformismo permanente”) optaron por una doctrina del shock con anuncios e implementación de medidas todos los días, parte en DNU, parte con un congreso comprado. El gobierno ha logrado construir una mayoría parlamentaria en conjunto con el PRO, la UCR y una parte del PJ que admiten no tratar el presupuesto, votan megapaquetes como la Ley Bases y atacan derechos conquistados. Además, nos toca lidiar con la pasividad de gran parte de las conducciones sindicales y políticas que evaluaron que no era el momento de golpear al gobierno de manera masiva y evitaron construir asambleas, paros y movilizaciones.

¿Qué cambió el año pasado?

Nos enfrentamos al gobierno neofascista de Javier Milei sin esperar una señal desde arriba. Lo generado durante el 2024 excedió al activismo y las organizaciones políticas. Comenzó un proceso lento de reconfiguración de un movimiento estudiantil con sus propios métodos: la asamblea y la toma, rompimos con el quietismo. Desde Tierra del Fuego hasta Jujuy, les estudiantes hicimos asambleas, tomamos edificios y habitamos los espacios donde estudiamos, organizando colectivamente las tareas de limpieza, seguridad y comida. Decidimos desafiar una normalidad en crisis. ¿En qué condiciones vamos a cursar si el presupuesto no alcanza? ¿Qué calidad educativa se puede garantizar si nuestros docentes están bajo la línea de pobreza? ¿Para qué sirve ir a cursar si no sabemos si las universidades —tal como las conocemos— van a seguir existiendo en los próximos años? Con gran parte de la camada que vivió la última ola de tomas en 2018 ya recibida, las asambleas y medidas de lucha se nutrieron de una generación nueva de activistas y estudiantes independientes que empezaron su vida académica en un contexto diferente.

No hay tiempo que perder

Tenemos estudiantes que llegan cansades a sus lugares de estudio y a diferencia de otras épocas permanecen poco allí porque se van a trabajar o estudiar a sus casas. Intentan hacer la carrera lo más rápido que puedan, construyendo un perfil de estudiante distinto a otros momentos del país. Esta dinámica deteriora los espacios de socalización. Como la sociedad toda, estamos cada vez menos comprometidos con la realidad social (¿por creer que es imposible cambiarla?); somos más individualistas y estamos más aislades de nuestro contexto. La crisis produce que el tránsito por las universidades no sea formativo a nivel académico y humano, de conocimiento de distintas ideas y disciplinas a través del diálogo entre pares. Desconectades del lugar al que pertenecemos, se vuelve difícil defenderlo con claridad. Esto repercute directamente en las posibilidades materiales de organizarnos políticamente, porque individualiza nuestros problemas y afecta las posibilidades de organización colectiva para luchar por mejorar las condiciones.

Por ello, las demandas esencialmente sectoriales como el pedido de presupuesto deben ser acompañadas por otras que modifiquen en les estudiantes nuestras condiciones de vida. En ese sentido, dotar al movimiento estudiantil de demandas que lo ayuden a reconocer problemáticas comunes es de suma importancia. A la lucha presupuestaria es necesario agregarle la lucha por el boleto educativo, la creación de espacios de infancias y cuidado y la lucha contra el plan de hambre y de ajuste del gobierno nacional. Si las condiciones de vida del pueblo trabajador (y por ende del estudiantado) siguen empeorando, el aumento presupuestario no será suficiente. Tenemos que reubicar al movimiento estudiantil dentro del pueblo trabajador. Las demandas que tenemos en este momento poseen más puntos en común que diferencias con otros sectores del pueblo 

Un movimiento con distintas orientaciones y sus límites

Para construir un movimiento estudiantil con capacidad de incidencia en la vida social y política del país es necesario que reflexionemos no solo sobre nuestros aciertos como movimiento, sino también acerca de nuestras limitaciones.

Durante las tomas, pudimos reconocer tres tendencias: una mayoritariamente impulsada por las izquierdas y sectores independientes o autoconvocades, que bregó por la necesidad de amplificar las tomas en cada rincón del país; una posición intermedia, mayoritariamente compuesta por el peronismo que condujo las tomas donde existió presión estudiantil, pero acompañó el quietismo donde no la hubo; y una tercera, de conducciones como la Franja Morada, que se pronunció explícitamente en contra de las asambleas y tomas, mientras parte de sus diputados y senadores votaban a favor del vaciamiento. La traición de la UCR y su pata estudiantil en las universidades públicas merece pagar un alto costo político. 

Nuestras diferencias son políticas, no estéticas

La mayoría de las conducciones del peronismo levantaron las tomas con la promesa de que se iba a discutir y continuar con las medidas de lucha de cara al “Presupuesto 2025”. El problema de haber realizado esto no tiene que ver con una acusación moral de levantar o sostener las tomas. El problema es político, la diferencia es sobre a qué gobierno creemos enfrentarnos. Este gobierno no quiere discutir con nosotres. No convoca espacios de diálogo y ataca cada vez que puede. La derecha no negocia. Rompen con los consensos sociales sobre la democracia en nuestro país, negando el tratamiento del presupuesto anual. Una concepción errada sobre el interlocutor que tenemos enfrente nos llevó a un rincón sin salida donde levantamos las medidas de lucha a partir de una hipótesis que tampoco se ocuparon por construir. Algo para aprender y evitar durante el 2025.

Por su parte, la izquierda ligada al FITu no supo construir la necesaria unidad en las calles y en las tomas para enfrentar a Milei teniendo prácticas sectarias: utilizó los espacios de representación de base priorizando su crecimiento orgánico por sobre el crecimiento del conjunto del movimiento estudiantil. Este sectarismo produce iniciativas “independientes” que en los hechos son actividades, movilizaciones, columnas y grupos de whatsapp paralelos cuyo principal objetivo es delimitarse de las direcciones peronistas, o incluso, a veces, de las propias organizaciones del mismo FITu.

Es necesario que construyamos un movimiento estudiantil con capacidad de movilizar al conjunto del estudiantado y a la sociedad toda. Para enfrentar a la amenaza fascista de Milei tenemos que construir niveles de unidad altos. Para ello, tanto el sectarismo como la institucionalización de las luchas son prácticas que fragmentan al movimiento estudiantil, lo dividen y no permiten que luche hasta el final por sus objetivos. Por un lado, por priorizar el  purismo y la construcción propia. Y por otro, por individualizar o sectorizar los reclamos y llevarlos a lugares alejados de la posibilidad de debate y decisión colectiva del movimiento.

¿Y el CIN?

Aunque no forma parte de la orgánica del movimiento estudiantil, amerita, si hablamos del 2024, hablar del CIN. El Consejo Interuniversitario Nacional es el espacio donde se reúnen todos los rectores y las rectoras de las Universidades Nacionales del país y el año pasado se instaló como el ente que “pone la fecha”. De más está decir que históricamente no son un espacio representativo de la lucha universitaria, y hasta a veces, todo lo contrario. A pesar de haber convocado a las marchas, no acompañaron las tomas en sus universidades, porque pretenden resolver el conflicto solamente de manera institucional. Sin embargo, lo más problemático de este espacio es que maneja información que no comparte con el resto de la comunidad universitaria, lo que hace difícil que las consignas o las medidas de lucha sean acertadas o eficientes. 

Entonces, ¿ganamos o perdimos? 

El movimiento estudiantil recuperó su capacidad organizativa y las nuevas camadas conocieron el poder que puede otorgarnos la organización política. El famoso “luchar sirve” que parecía hablar en otro idioma hace unos años, recobró sentido. Eso, sin duda es una victoria. Sin embargo, en términos concretos y materiales, aunque logramos alguno aumentos, fueron insignificantes en relación a la precariedad en la que se encuentra el sistema universitario. Sobre este piso construido podemos trabajar para superar nuestras limitaciones.

2025: redoblar la apuesta, ser mejores  

La necesidad de una corriente democrática y de lucha

Para superar esta situación es necesario que construyamos una posición al conjunto del movimiento estudiantil que priorice los espacios de participación y democracia directa del estudiantado, entendiendo que un movimiento se construye con diversidad de tendencias y posturas a ser discutidas al interior del mismo. En esa disputa, nuestro rol será elevar el piso de radicalidad del movimiento y prepararnos para luchas largas contra un gobierno que tiene totalmente vedada la negociación con nuestro sector. 

Socializar la información, construir consignas claras

La posibilidad de que distintos sectores con claras diferencias políticas confluyan, radica en la claridad de su lucha. Como aprendimos de la Campaña por el Aborto Legal Seguro y Grautito, podremos convocar a la sociedad entera si la hacemos parte. Para que toda la comunidad universitaria tome un lugar activo en la lucha, es necesario que se socialice la información  sobre la pérdida presupuestaria, la incapacidad de mantenimiento, la caída salarial y el calendario parlamentario. Son esos pequeños grandes datos los que permiten que sea el movimiento desde sus bases quien discuta, proponga y se apropie de las consignas. Tanto las tomas, como las marchas, deben ser para exigir más que para repudiar o rechazar. Tener objetivos claros y unificados en cada rincón del país. nos dará una mayor capacidad de disputa. 

Todas las luchas, una lucha

De la misma manera, es importante que profundicemos en la visión de que el movimiento estudiantil es uno más de todos los sectores que vienen luchando contra el ajuste del gobierno, junto a les jubilades, sectores de trabajadores, el movimiento feminista y disidente. Para romper nuestro propio techo de movilización, debemos abrir las universidades literal y simbólicamente a la coordinación con todos los sectores en lucha para abonar a la construcción de un movimiento anti-Milei que pueda revertir la correlación de fuerzas a favor de los intereses de las mayorías populares.

Frente a un gobierno que cierra los canales de diálogo para discutir tanto el presupuesto universitario como incluso la paritaria a lxs trabajadores de la universidad, tenemos que redoblar esfuerzos para construir una respuesta política. Las movilizaciones del 1F iniciaron un camino que tenemos que continuar: nuestra lucha es contra todo el gobierno, su paquete de ajuste, represión y sus discursos fascistas de odio contra todes les que viven y piensan diferente.

Rebelde y organizada, la juventud latinoamericana

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