Republicamos en nuestra web esta nota que nos hicieron desde la revista chilena Horizonte para su edición de abril de 2025

Contexto mundial de ultraderecha

Nos encontramos en un contexto donde la ultraderecha se está consolidando a nivel mundial. Muestra de esto es el primer mes de Trump en la Casa Blanca, radicalizando la apuesta de su primer gobierno y haciendo tambalear la economía global con su política arancelaria y las relaciones internacionales con la salida de la OMS (Organización Mundial de la Salud) y del Consejo de Derechos Humanos de la ONU (Organización de Naciones Unidas). A lo que se suma el gobierno de Meloni en Italia, el crecimiento de la extrema derecha en España (Vox), en Francia (Le Pen) y en Alemania (Alternativa para Alemania), por solo nombrar algunos casos. Y que a su vez se expresa en nuestro continente con los casos de Bukele en El Salvador, Bolsonaro en Brasil, Kast en Chile y Milei en Argentina.

Esta nueva derecha o ultraderecha aparece frente a la crisis del neoliberalismo, cuyo epicentro puede ubicarse en 2008. Se trata de una repolitización autoritaria de la lucha de clases, que ya no solo viene a aplicar una política económica de ajuste fiscal y austeridad, sino también a dar la batalla ideológica y cultural. Una extrema derecha que reacciona frente la conquista de derechos de los últimos años, contra el colectivo LGBTIQ+ y los gobiernos progresistas, que busca erradicar lo que llama “ideología de género”, culpabiliza a lxs migrantes por la crisis y perseguir y reprimir  a activistas y militantes políticos. Frases como “Hay solo dos sexos biológicos”, “América para los americanos” y “zurdos van a correr” son ejemplo de los discursos de odio que replica la ultraderecha por todo el mundo. Su avance es global y adopta tintes neofascistas de rechazo a la alteridad negra, migrante, disidente y militante.

Si el auge de la extrema derecha es mundial, su resistencia también tendrá que serlo. Necesitamos que la articulación internacional detenga su avance, construir narrativas  y consignas que se repliquen en cada país, defender nuestros derechos en todos lados. Porque si atacan a unx, nos atacan a todxs. Esto se vio reflejado en la última gran movilización en Argentina, con expresiones de solidaridad y apoyo en otras partes del mundo, en la Marcha del orgullo LGBTIQ+, Antifascista y Antirracista convocada por sectores de la disidencia sexual frente a los discursos homo-lesbo-trans-odiantes de Milei en Davos.

Es valioso rescatar que las llamadas “minorías”; las maricas, lesbianas, trans y demás subjetividades disidentes lograron una convocatoria amplia a la que se sumaron sindicatos, centros de estudiantes, movimientos sociales, organizaciones políticas y muchísimas personas de manera individual. La consigna de la movilización no fue solo en defensa de un sector determinado, fue en contra de este nuevo fascismo que dirige su discurso contra lo que llama “ideología de género” pero que viene a por todo.

La misma caracterización de la extrema derecha como fascista permite politizar los objetivos de estos gobiernos que ponen en cuestión la democracia y van en contra de lxs trabajadorxs en todas partes del mundo. Debemos aprender del colectivo LGBTIQ+ y reproducir sus formas de construcción. En este momento es fundamental armar espacios políticamente amplios que focalicen su intervención en unidad contra la ultraderecha.

De izquierda a derecha: Ellon Musk, Javier Milei, Donald Trump y Karina Milei, posan en la cena de la Conferencia Política de Acción Conservadora que se realizó en Palm Beach, Florida, USA (14/11/2024)
Tareas para la izquierda

No sabemos a ciencia cierta cuál puede ser el desenlace de este ciclo de ultraderechas.  Estos gobiernos podrían sostenerse largos años en el poder o durar un corto periodo. Es una época poco homologable a momentos anteriores. Sí es posible inferir que, si se prolongan, consolidan y extienden, estos gobiernos traerán consecuencias difíciles de sortear para las clases subalternas y nuestras izquierdas, instalando a nivel subjetivo que la alternativa y el cambio social son aún menos posibles que ahora.

Si bien este escenario puede parecer desolador, siempre hay resistencias, y la historia es testigo de ello. Las dinámicas cíclicas de políticas de ajuste que producen desigualdad y malestar social, que se acumulan y generan estallidos sociales se repiten incansablemente. Siguiendo esta misma línea, podemos analizar este periodo en comparación al que se abrió post caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS, al auge del neoliberalismo en los años 90 y del consenso de Washington. Parte del seguidismo a las políticas de Estados Unidos que hoy reproduce el gobierno Argentino es un semblante de esa época. Desde los inicios de los largos años 90 se fueron gestando las resistencias por abajo, muchas veces invisibles pero creciendo poco a poco, fortaleciéndose, tomando cuerpo y finalmente explotando y siendo protagonistas en el 2001. Esa lenta y minuciosa militancia puede que nos toque nuevamente a esta generación. Tenemos que prepararnos para ese desafío.

Podemos animarnos a establecer esta conexión con los 90 porque puede que algo de este periodo que vivimos esté llegando a su fin. La democracia está siendo puesta en cuestión por la ultraderecha, estamos viviendo una crisis de representación donde grandes porciones de la población no se sienten representadas por ninguna referencia política, prima el descontento, la desafección y la política se desacredita. Cabe preguntarnos si la misma dinámica social revalidará la vía democrática como forma de resistencia y alternativa a la extrema derecha (caso del PT y Lula en Brasil) o si la impugnación y el rechazo a estos gobiernos se presentará primordialmente en la calle por fuera de cualquier representación política (como en el 2001 argentino y el “que se vayan todos”). A su vez, habrá que tener en cuenta cómo se irán profundizando las políticas de la ultraderecha, si necesitará convalidarse en elecciones o si adoptará condiciones de excepción fascistas para su sostenibilidad.


animación de @marta-art en ArabNews 2023/12/28

Más allá de cuál de estos escenarios suceda, hay tareas que tenemos que tomar de inmediato desde las militancias de izquierda. En primer lugar, debemos fortalecer nuestras construcciones de base, en espacios educativos, sindicales, territoriales, en torno a los movimientos de disidencias sexuales, de migrantes y socioambientales. Parte de la juventud ha puesto sus expectativas e incluso se reconoce de extrema derecha, la clase trabajadora precarizada no encuentra un espacio de politización en sus sindicatos, los barrios populares están siendo aún más empobrecidos y sumergidos en una inestabilidad económica asfixiante, las disidencias son estigmatizadas y amenazadas con perder sus derechos, lxs migrantes son perseguidos y señaladxs como chivo expiatorio de la crisis y los territorios están sufriendo el saqueo y el extractivismo salvaje.

La izquierda hoy está ante el desafío de reconstruir su sujeto revolucionario. Ya no es solo el obrero industrial clásico, las clases subalternas se diversificaron y otras identidades políticas ocupan un lugar político de relevancia. Vale citar nuevamente el ejemplo de la marcha antifascista convocada en Argentina por el colectivo LGBTIQ+. Las luchas en defensa de los territorios y por los bienes comunes, la defensa de la educación y la salud como núcleos de buen sentido que aglutinan y movilizan. Es la tarea profundizar nuestra incidencia dentro de esa pluralidad de sujetos, sin imponer dinámicas pero politizando fuertemente la lucha. Es fundamental fomentar la unidad interseccional entre distintos sectores de las clases subalternas. La clase obrera puede seguir teniendo un rol central por su capacidad de ponerle un freno a la mecánica de producción capitalista pero sin la articulación y la construcción con los otros sectores de la clase no podrá moldear una alternativa política al realismo capitalista.

En segundo lugar, la izquierda debe abandonar sus prácticas sectarias que la alejan de las grandes masas y de otras organizaciones progresistas o de centro izquierda que pueden resultar aliadas en este contexto. Al contrario, debe impulsar una táctica de frente único donde confluyan distintos partidos con un fin en común, como derrotar a la ultraderecha. Esto es necesario para estar cerca de los sectores explotados, que pueden sentirse más interpelados por partidos reformistas, y disputarlos a la interna. Señalar, criticar y construir por fuera, de forma aislada, nos aleja de los problemas reales del pueblo trabajador. La mejor forma de discutir la línea política, ganarnos su confianza y su dirección es a partir del frente único donde, con ánimos de unidad, se puedan marcar los errores de las políticas reformistas e intentar llevar al movimiento hacia una radicalidad de izquierda.

Miércoles 19 de marzo de 2025. Un piquete de la Gendarmería Nacional Argentina arremete contra los manifestantes en la marcha de los jubilados en las afueras del Congreso de la Nación, minutos antes que una bomba lacrimógena impactara en la cabeza del fotoperiodista Pablo Grillo. Fotografía de Kaloian Santos C. @kaloian.santos

La historia nos da cuenta de la eficacia de estas tácticas, vale repasar la unidad ensayada por Lenin y el partido bolchevique en los meses previos a la Revolución de Octubre o las experiencias locales en los 70 en Argentina con el FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo) como antecedente de articulaciones entre organizaciones revolucionarias y peronistas de izquierda. Los avances, retrocesos y límites de esta política deberán ponerse en consideración dependiendo cada caso, no hay una receta única para estas formulaciones. Algunas veces la articulación alcanzará solamente para la unidad en una acción específica, otras veces podrá prosperar en la conformación de un frente electoral.

Todo depende de la correlación de fuerzas, considerando los peligros correspondientes de esta táctica como ser hegemonizados y absorbidos por otras fuerzas con más peso en el frente o que nuestra política quede subsumida a la conciliación de clases y pierda la radicalidad transformadora. Deberá sopesarse en cada circunstancia hasta dónde llegar con la unidad, si es un momento conveniente o si tenemos las fuerzas suficientes como para construir un frente que enarbole programas y proponga caminos que vayan más allá del tibio reformismo.

En tercer y último lugar, no porque sean las únicas tareas a desarrollar, pero sí para focalizar en las principales y no abusar de la extensión, es fundamental disputar los sentidos y construir nuevas narrativas. El terreno de esta lucha no es elegido, está dado, y son las redes sociales. La alianza entre los grandes magnates de las Big Tech y la ultraderecha es cada vez más explícita. Solo alcanza con ver la inversión y el cargo que asumió Elon Musk en el nuevo gobierno de los Estados Unidos e incluso a nivel mundial; tomando en cuenta sus declaraciones en favor de la extrema derecha alemana, el gobierno de Milei en Argentina y las modificaciones que impuso en su red social X (ex Twitter), y que siguieron Facebook e Instagram (propiedad de otro aliado, Mark Zuckerberg) eliminando las regulaciones sobre contenidos ofensivos y discriminatorios para propagar sus discursos de odio sin ningún límite.

No caben dudas de que la ultraderecha ha crecido y se ha propagado de la mano de las redes sociales. Parte de la llamada “batalla cultural” se da en estos ámbitos y queda presa de los algoritmos que dirimen qué contenidos tienen más visualizaciones, qué se reproduce con más velocidad, qué cobra más impacto. El odio se propaga por las redes reaccionando a lo que denominan “ideología woke”, a toda disidencia sexual, a lxs migrantes, a lxs activistas. La extrema derecha ha aprendido a moverse por estos espacios digitales, ha logrado captar un descontento y ha conducido los efectos de la crisis del capital hacia el rechazo a la otredad, hacia lo no “europeo”, “estadounidense” o “argentino” (según cada región), contra pobres, negrxs y migrantes. Es clave, para la restitución autoritaria del “orden burgués” generar fragmentación entre lxs de abajo. Los discursos de odio van en ese sentido. Cabe señalar que para quienes se resisten con más fuerza también hay palos y represión, la otra cara de la moneda de la “batalla cultural”.

«la paz y la guerra: ganarse el sustento». Caricatura de Allan McDonald @allanmcdonaldhn (2024/09/08)

Los eslóganes como “Take back control” (volver a tomar el control), “América para los americanos” o los discursos dirigidos hacia los “argentinos de bien” dan cuenta de un pasado mítico donde la realidad económica era más favorable porque solo había “personas de bien”, no existía la alteridad culpable de la crisis y se gozaba del control de la situación. La clave en estos discursos que va empalmando con el sentido común de la sociedad es la “vuelta”, el “retorno”, de este pasado ilusorio de bienestar que se nos fue arrebatado. 

Para construir una nueva izquierda que pueda aspirar por una alternativa es necesario una sensibilidad social que dispute la desafección individualista de la extrema derecha. Parte de esa sensibilidad se juega en las redes, en cómo nos mostramos, en cómo interactuamos con lxs demás, en cómo se construye comunidad. Debemos recuperar los lazos comunales que nos conectan con nuestrxs vecinxs, con nuestrxs compañerxs de trabajo o de estudio, incluso con nuestros territorios. Tenemos que ensayar formas de disputar las redes, sortear los algoritmos, proponer otras plataformas donde se pueda consolidar una comunidad virtual solidaria, fraternal y compañera. No es imposible, los primeros años de internet apuntaban en esta línea, una virtualidad más libre y silvestre, sin el monopolio de las Big Tech, donde se compartían y acercaban contenidos de forma gratuita, se descubrían nuevas formas de sociabilidad, entre otras cosas. Si queremos derrotar a la ultraderecha, tenemos que disputarle el propio terreno que le permitió crecer y extenderse en todo el mundo, debemos dar la lucha en las redes sociales.

Todo parece indicar que, con el triunfo de la ultraderecha en un conjunto no menor de países, se cierra el ciclo político anterior, signado por el ciclo progresista en América Latina, las revueltas en el mundo árabe y Europa. Un síntoma de la desorientación que vivimos es la crisis de las propias izquierdas. Se redefinen las estructuras políticas y las tareas. Esto requiere hacer buenos balances del ciclo anterior, pero, fundamentalmente, comprender el actual y poder, todavía, imaginar mundos mejores.

fuente: Revista Horizonte: https://revistahorizonte.cl/que-hacer-desde-la-izquierda-ante-la-avanzada-de-la-ultraderecha/

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