Un 8 de octubre de 1967, Ernesto Guevara, más conocido como el Che, daba su última batalla (en vida). Rodeado, con su columna guerrillera casi diezmada y herido, debió levantar una bandera blanca. Inmediatamente sus captores se comunicaron con los jefes del operativo y desde Washington llegó la orden de matarlo y esconder su cuerpo, que estuvo desaparecido 30 años. Un soldadito raso, en una humilde escuelita rural, tuvo que jalar el gatillo y asesinarlo en nombre de los aterrorizados dueños del mundo.
El territorio elegido era Bolivia, un país que quince años antes había vivido una revolución social, donde la clase obrera minera había derrotado al ejército con sus propias herramientas de trabajo: la dinamita. El territorio elegido era la Cordillera de Los Andes, destinado a ser la Sierra Maestra de América. El territorio era Nuestra América toda, que ardía en rebeldías contra la injusticia y la opresión.
Se cumplen 57 años del último combate en vida del Che. 57 años de la ilusión del imperialismo de que las ideas pueden fusilarse y desaparecer. Se cumplen también más de dos siglos de las polémicas sobre los caminos de la revolución, sobre las orientaciones tácticas y estratégicas que los pueblos deben seguir para recuperar su historia, su soberanía, el fruto de su trabajo y cultura. En aquella batalla se sintetizan las luchas de nuestros pueblos por la dignidad, la justicia y el pan. Las luchas contra el poder del plomo y el oro. Contra la voracidad del capital que no tiene fronteras en su búsqueda desenfrenada por saquear nuestros territorios y secar la savia vital de los pueblos.
La batalla de la Higuera no es más que un capítulo de esa lucha, un instante de una polémica que no pierde vigencia. Pocos meses antes de llegar a Bolivia, Guevara escribió ese documento histórico, «Crear dos, tres, muchos Vietnam», que resumía sus razones para el combate. Ahí advertía: «las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo -si alguna vez la tuvieron- y sólo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer- sostenía el Che- o revolución socialista o caricatura de revolución». Todavía siguen a la venta los espejitos de colores de la burguesía nacional y el capitalismo bueno. Son los atajos que nos han llevado a este callejón sin salida.
Han pasado apenas 57 años, fracciones de segundo para la historia de la humanidad. Y aunque la clase dominante pueda sentirse satisfecha con sus voceros ridículos, su circo alienante, sus tanques, aviones, gases lacrimógenos, balas de plomo y goma, saben muy bien y temen muy profundamente, que las semillas de la rebelión germinan hasta en el desierto y crecen como el fuego en campo seco. «Todo lo sólido se desvanece en el aire».
Han pasado apenas 57 años de aquella última batalla del Che. Sus ideas y su ejemplo siguen iluminando el futuro de la humanidad libre.