Por Ignacio Román
Las izquierdas y los sectores del campo popular en general nos encontramos desorientados ante un contexto inédito. Una de las fotografías que ilustra esta desorientación es la poca capacidad de elaboración y debate que tenemos hacia el conjunto de la sociedad. Es decir, la falta de ideas acerca de qué y cómo discutimos con nuestros compañerxs de trabajo, de estudio, nuestras familias y vecinxs. La amenaza neoliberal autoritaria que supone el gobierno de Milei nos pone en la situación de explicar lo obvio. Una agenda que no era parte del debate público en Argentina hace 10 años hoy nos obliga a volver a nuestras raíces. Debates como la necesidad de que la educación sea pública o que los salarios deben aumentar -al menos- acorde a la inflación deben ser retomados con paciencia. El corrimiento a la derecha de la agenda crea una ficción donde lo mínimamente progresivo parece irrealizable. Bajo ningún punto de vista esto debe detenernos ni mucho menos ceder los pisos históricos que hoy están siendo amenazados.
El gobierno de Milei ha demostrado que combina un discurso totalitarista e ideologizado con un nivel de pragmatismo muy importante. Las alianzas con la UCR y el PRO para el tratamiento de la Ley Bases o las formas en que buscaron disipar el conflicto social son una muestra de ello. En el caso particular de las universidades públicas podemos afirmar dos elementos. El primero es que en 8 meses de mandato, la conquista del aumento del presupuesto para el funcionamiento de las universidades durante el 2024 fue una de las pocas victorias que tuvo la movilización popular. Luego de la Marcha Federal Educativa, la base social del gobierno se quebró ante el debate de la privatización y Milei y su tropa retrocedieron. Pasaron de decir que la UBA era un “antro marxista” y dialogar con la privatización a defenderse al plantear que varios de ellos estudiaron en las universidades públicas y que obviamente iban a seguir siendo gratuitas. Migraron del discurso de categorizarla como un robo a denunciar “curros” particulares.
A su vez, leyeron de manera correcta una situación expresada en los sectores populares. Una lectura posible del actual escenario consiste en que para una porción de laburantes, un consenso común sea el deseo de que sus hijxs puedan estudiar en una universidad pública y otra distinta defender el salario docente en un contexto donde todos los salarios están a la baja. Es decir, pareciera ser que existen sectores de laburantes que vieron necesario salir a denunciar el intento de cierre de las universidades y pedir por más presupuesto y que no necesariamente ven que el conflicto docente y de trabajadorxs universitarios sea relevante. El gobierno percibió con certeza esta diferencia y logró disipar gran parte de uno de los conflictos que podría traerle más problemas. Si el CIN y los sindicatos universitarios querían discutir presupuesto, salario docente y financiamiento para la investigación como parte de un debate general sobre las universidades públicas, el gobierno de Milei quebró la agenda al entregar uno solo de los pedidos y dividiendo a la base social que respalda este reclamo.
A algunxs puede parecernos una contradicción pero la idea de “hacer un esfuerzo” prevalece y pareciera ser una pregunta ¿por qué tengo que acompañar el conflicto docente si todxs estamos cobrando mal? ¿Lxs docentes no pueden seguir dando clase como yo sigo yendo a laburar todos los días aunque también sea pobre? Una porción importante de la sociedad demostró que quiere que las universidades sean públicas y estén abiertas, pero pareciera ser que el acuerdo sobre el salario y que esas aulas en este contexto están llenas de docentes por debajo de la línea de pobreza es otro. Por eso, tenemos que ensayar la relación intrínseca que hay entre defender el salario docente y de trabajadorxs universitarios con defender la universidad pública. E incluso, la necesaria victoria salarial del sector con la posible victoria del resto de lxs laburantes. Vamos por partes.
1. Lxs trabajadorxs universitarios suelen ser, como el resto de lxs estatales, una de las primeras paritarias que se fija en el año. Para el conjunto del movimiento obrero existe la idea de que las paritarias estatales son las que ponen un piso para el resto. Si bien varios sectores estratégicos de la producción suelen conseguir paritarias mucho mayores, si las paritarias estatales son a la baja de la inflación sienta como precedente malas condiciones para el resto. ¿Por qué pasa esto? Podemos pensar que si el Estado le da a sus propios trabajadorxs sueldos de pobreza y malas condiciones laborales, no podemos esperar que los privados den mayores derechos ya que el encargado de controlar que se garanticen nuestros derechos laborales (en parte) es el Estado a través del Ministerio de Trabajo. En resumen: si el Estado negrea y paga sueldos de miseria marca un precedente para que el resto de los sectores estemos en la misma situación. Por eso, tenemos que discutir con que no se trata de una competencia en la que unos ganan más y otros menos. Si lxs trabajadores universitarios consiguen el aumento que piden, todxs lxs laburantes vamos a tener mejores condiciones para pelear por nuestros salarios y derechos. La paritaria de lxs trabajadorxs universitarios busca ser una paritaria testigo para el gobierno en la idea de quebrar el salario. Por eso, tenemos que apoyarla desde todos los sectores.
¿Y qué pasa con la gran masa de trabajadorxs que no tienen derechos laborales, ni paritaria, ni salarios? Acá también hay una relación importante. Lxs trabajadorxs sindicalizados y con derechos laborales tienen más condiciones objetivas para pelear por su salario. Si estos sectores no se ponen a la cabeza de la lucha por el poder adquisitivo del conjunto de la clase trabajadora son menores las posibilidades que quedan al resto. Además, si los trabajos con derechos pagan mal y tienen malas condiciones, por naturaleza, los trabajos precarizados adoptarán y naturalizarán también cada vez peores situaciones de vida. La mejor forma de pelear contra la precarización, el trabajo en negro e incluso la desocupación es sentando precedentes de sectores de laburantes que consigan mayores derechos.
2. El plan de Milei y su orquesta de CEOs sigue siendo el vaciamiento de las universidades públicas. La estrategia de división de la agenda de reclamos logró apaciguar la movilización social pero no resolvió el conflicto de fondo. Es decir, recularon parcialmente solo para esperar nuevas condiciones para ejecutar su plan. La pauperización del salario de docentes y trabajadorxs universitarios al igual que la falta de financiamiento a la investigación busca forzar un vaciamiento donde lxs laburantes sumen otros trabajos, busquen por fuera de la universidad pública o incluso en otros países. Un plan de despidos masivos en las universidades públicas como el que se hizo en los Ministerios es inviable por el nivel de apoyo social que conserva este sector. Sin embargo, buscan otras estrategias. Necesitamos a lxs docentes e investigadores en Argentina y en las aulas si queremos pensar en un modelo de país con soberanía nacional.
3. La investigación científica contribuye en todas las áreas de la sociedad, con mejora en los procesos de producción de bienes materiales y culturales, innovación y tecnologías. Cualquier país con intenciones mínimas de soberanía nacional busca tener su propio desarrollo de profesionales y científicxs.
4. No existe la educación de calidad con salarios de pobreza. Aunque lxs docentes tengan toda la “vocación” del mundo (término que ameritaría otra nota entera discutir) o la conciencia militante de la necesidad de su trabajo para la transformación social, la pobreza de sus trabajadorxs es la mayor enemiga de la calidad educativa. Lxs docentes se ven obligadxs a buscar nuevos trabajos lo cual objetivamente les da menos tiempo de planificar, investigar o corregir. La atención que puede prestarle a cada curso y estudiante en particular se achica. Por ello, el salario de este sector no afecta solamente a lxs trabajadorxs del sector que no llegan a fin de mes si no que tiene un correlato inmediato en el resto de las personas que asisten a las universidades públicas empeorando la formación y el tránsito por la institución del conjunto de lxs estudiantes y trabajadorxs.
5. Como estudiantes, la lucha por el salario de lxs trabajadorxs universitarios está directamente relacionada a nuestras condiciones de estudio y por ende de vida como estudiantes y como laburantes. Rodear de solidaridad el conflicto, organizarse en torno a él, denunciar el plan de vaciamiento de las universidades públicas son oportunidades para que nazca o se exprese la rebeldía en nuevas generaciones y se transforme en organización. Para torcer la balanza, necesitamos que el movimiento estudiantil, población mayoritaria de todos los espacios de estudio ingrese a la lucha de manera protagónica y federal. Tenemos una oportunidad para reconstruir nuestro movimiento que se encuentra en uno de los momentos más críticos de los últimos 20 años. Estas generaciones seremos las que tengamos un objetivo primordial: no dejar morir la universidad pública.
6. Si la primera Marcha Federal Educativa, en un contexto de ajuste y avance autoritario del gobierno, logró ponerle un freno ¿no será que tenemos que seguir el mismo camino? Las asambleas de trabajadorxs y estudiantes que se dieron en el marco de esas jornadas demostraron que existen reservas democráticas para pelear por la educación pública. Para muchxs de los que militamos hace más de 10 años fue la movilización más grande de nuestras vidas. Si bien es real que existe un pesimismo sobre la posibilidad de ganar, más aún después de la aprobación de la Ley Bases, las condiciones para dar la pelea en este sector son mayores que en otros. Una eventual victoria de lxs trabajadorxs universitarios, además de servirle al conjunto de la clase trabajadora, nos va a poner en mejores condiciones para que el paquete de reformas estructurales de Milei no pueda avanzar. En un contexto tan regresivo, la victoria de cualquier sector social se convierte fácilmente en una conquista de todos los sectores populares. Con organización y con rebeldía, vamos por eso.