Luego del resultado electoral de las PASO desde nuestra organización planteamos que el proyecto de Milei y La Libertad Avanza representaba peligros para las garantías democráticas y problemas económicos de magnitud. Desde una mirada de largo alcance, afirmamos que su planteo de reformas estructurales del capitalismo argentino solo puede triunfar con una derrota del movimiento obrero y popular. Hoy, a casi 8 meses de su llegada al gobierno es importante que repasemos algunas de las discusiones que se dieron en el último año. Para todo el pueblo trabajador en general y las militancias como parte de él, se viven épocas de incertidumbre y falta de orientación política. Estas líneas son un esfuerzo por sistematizar un balance que nos brinde coordenadas de intervención.

A partir de que fue una posibilidad la victoria presidencial de Milei se plantearon distintas hipótesis. En primer lugar, se criticó la capacidad de “gobernabilidad” de un proyecto de este tipo argumentando que las reservas democráticas iban a impedir que se avance con reformas profundas. De la misma manera, que siendo una fuerza electoral nueva y sin experiencia no iba a poder sortear los problemas de la política real y construir las alianzas necesarias. En segundo lugar, desde otros sectores se afirmó que la resistencia callejera y la memoria colectiva de nuestro pueblo iba a frenar en las calles sus planes. En las siguientes líneas buscaremos contrastar estas ideas con las medidas realizadas por el gobierno de Milei y La Libertad Avanza y analizar el estado actual de fuerzas de la clase trabajadora y el pueblo.

Alcances y resultados de la aprobación de la Ley Bases

La aprobación de la Ley Bases marcó un capítulo importante para el gobierno de Milei. El resultado de la votación expresa la posibilidad de conseguir una victoria parlamentaria para llevar adelante parte de su programa de reformas estructurales al capitalismo argentino. Con esta medida se consolidó un bloque de aprobación de las reformas del gobierno compuesto por LLA, el PRO, casi la totalidad de la UCR y algunos gobernadores del PJ que han puesto los votos a favor de reformas fundamentales. Esta alianza se visibiliza, también, días más tarde con la fotografía del Pacto de Mayo (posteriormente Pacto de Julio) y la presencia de gobernadores del conjunto de ese espectro político.

Durante los días posteriores, desde distintas expresiones políticas se ha puesto énfasis en la manera en la que se aprobó. La compra de votos expresada en las declaraciones de miembros de LLA sobre Crexell, las modificaciones logradas por el “Señor del tabaco” a pedido particular y la posibilidad de que no hubiese quorum en el caso de que Martín Losteau hubiera decidido no presentarse son algunos de los argumentos que muestran que el gobierno no tuvo un camino tan allanado para su aprobación. Por su parte, la resistencia elaborada por trabajadorxs de sectores públicos ha logrado que varias de ellas se quiten de las empresas a privatizar lo que representa aún en un escenario de feroz ofensiva de la ultraderecha la posibilidad de victorias en los lugares donde lxs laburantes deciden organizarse y dar pelea. En el caso de las modificaciones propuestas por los distintos bloques han sido en gran parte tomadas sin modificar el corazón del proyecto: las facultades delegadas, el RIGI, la reforma fiscal y parte de la laboral. Si bien todos estos elementos son importantes para analizar el cuadro general, podemos afirmar que el gobierno logró una victoria sin un escenario de crisis parlamentaria y sin una movilización callejera capaz de revertir los resultados. 

Un ejercicio interesante consiste en comparar la aprobación de la Ley Bases con la reforma jubilatoria de Macri en 2017, analizar tanto el contenido de la ley como la resistencia callejera y nuestra propia capacidad de impugnación.

Desde Poder Popular planteamos que a partir del 2012 se inició una fase de estancamiento económico y una tendencia a la crisis cuya marca distintiva es el bloqueo popular al ajuste. Este bloqueo logró condicionar una serie de medidas dentro de todo el proceso de crisis. Por ejemplo, entorpeció al gobierno de Macri desde el inicio con una serie de movilizaciones y conflictos importantes y luego tuvo su punto fundamental en las jornadas del 14 y 18 de Diciembre. Si bien no estuvo la imagen del helicóptero con Macri yéndose ese mismo día, esas movilizaciones pusieron un freno a su paquete de reformas estructurales y a partir de allí comenzó la lenta agonía de su gobierno. Los mercados, tiempo después, sacaron su confianza en Cambiemos para hacer su propia jugada con la corrida bancaria de Abril de 2018.

Este contraste es importante para analizar la manera en la que se han degradado las relaciones de fuerza. Con la reforma previsional de 2017 ocurrió una gran respuesta popular ante una medida de ajuste como la fórmula jubilatoria que si bien fue sumamente regresiva, no se compara con las aprobadas en la Ley Bases. Lo que enfrentamos ahora es un paquete de reformas de largo plazo que contiene gran parte de la agenda que el empresariado reclama hace varios años: reforma del estado, ajuste fiscal, reforma laboral. A diferencia de 2017, luego de su aprobación no se visibiliza una derrota del gobierno a partir de esta medida. Podemos pensar en la aprobación de la Ley Bases como una prueba que expresa en qué grado de vitalidad está el bloqueo popular al ajuste.

Las relaciones de fuerza de la clase trabajadora y el pueblo

Este análisis nos pone en la situación de caracterizar un punto de inflexión desfavorable al campo popular en las relaciones de fuerza a partir de la aprobación de la Ley Bases. Desde muchísimos sectores sociales y políticos se muestra capacidad de resistencia, sin embargo, a excepción de las movilizaciones universitarias que lograron que el gobierno brinde el aumento del presupuesto para su funcionamiento, no contamos con victorias que logren frenar sus planes.

¿Por qué se produjo esta inflexión en las relaciones de fuerzas? ¿Cómo llegamos al momento actual? Para intentar responder estas preguntas podemos pensar en tres procesos que sucedieron de manera simultánea. En primer lugar, los efectos debilitadores de la crisis económica. En segundo lugar, el proceso de institucionalización y desmovilización generado desde el “Hay 2019” hasta el final del proceso del Frente de Todos. Y en tercer lugar, el fracaso del conjunto de la experiencia del FdT, sus promesas y sus banderas. Como cuadro general, esta situación no tuvo un capítulo de “evento catastrófico” o derrota ejemplar. Sin embargo, fueron tres factores que moldearon la capacidad de resistencia de la clase trabajadora y los sectores populares para configurar una nueva etapa política.

Esta caracterización no significa -necesariamente- que el gobierno de Milei se vaya a estabilizar o que la clase trabajadora esté derrotada. El proyecto de LLA busca ir mucho más lejos que lo que llegó el macrismo ya que trae consigo la pretensión de refundar el capitalismo argentino. Nuestra pregunta entonces, es si las condiciones de fuerza le dan para un proyecto de este tipo. Sobre este punto, es necesario repensar la dimensión autoritaria del gobierno, aspecto que recuperaremos más adelante.

Sobre las características de las movilizaciones y el avance represivo

El pueblo argentino mostró una capacidad muy grande de resistencia que se expresó en el 24 de Marzo más grande de los últimos años, una movilización inédita por el presupuesto universitario y paros generales que paralizaron gran parte de la producción y llenaron las calles de manera federal. Como contracara, estas movilizaciones parten de un llamamiento “por arriba” consolidado por referencias como el CIN o la CGT. En los casos en que identidades de este tipo no son quienes convocan, las movilizaciones muestran un alcance muchísimo menor o son inexistentes. Este es otro elemento distintivo con la resistencia en el macrismo que estaba plagada de luchas en cada lugar que luego encontraban su cauce en movilizaciones masivas por arriba. El problema con un proceso de estas características consiste en que la movilización por arriba va a tender a mermar si no se combina con luchas por abajo. En principio, porque con medidas aisladas es complicado arribar a victorias pero también porque muchas veces son esas movilizaciones y conflictos por abajo los que generan condiciones para que las dirigencias sociales y políticas decidan manifestarse.

Comparativamente al ciclo anterior, analizamos que existe un consenso más amplio a las medidas represivas. Parte del bloqueo popular al ajuste fue lograr que los gobiernos estén condicionados por un repudio social a la represión. El kirchnerismo por su lado, se esforzó en que las represiones sean en provincias o rutas nacionales y muy pocas en lugares centrales con visibilidad mediática. En el caso del macrismo, se continuó con esta lógica. La doctrina Chocobar y la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado son dos fotos que expresan el intento de Cambiemos de avanzar en la agenda represiva. Sin embargo, chocaron contra el repudio social en más de una ocasión. Las fotografías de las fuerzas de seguridad pegándole a jubilados fueron objeto de repudio generalizado incluso por corporaciones mediáticas afines al gobierno. Lejos de cumplir con el objetivo de que la gente no salga a la calle en las jornadas del 14 y 18, la bronca hizo salir a más personas por fuera de las estructuras de las organizaciones sociales y políticas con los cacerolazos luego de la reforma previsional. 

En último lugar, la inexistencia de una alternativa política para sacar al gobierno de Milei juega al menos en lo inmediato, un factor que no termina de unificar la posibilidad de movilizaciones de masas. La imposibilidad de visualizar en el corto o mediano plazo una Argentina sin Milei en la presidencia juega un papel desmovilizador. Esta afirmación no significa caer en una lógica de “Hay 2027” o adelantarse al 2025, sino pensar la relación entre la posibilidad material de que el gobierno se vaya y la disposición del conjunto de la sociedad que rechace sus medidas de salir a las calles. De todas maneras, ante una eventual espiralización de la crisis económica y política este escenario podría revertirse.

Lxs detenidxs en la última movilización conforman un cuadro de avance represivo. A la situación de allanamientos a comedores populares -con un rasgo clasista y patriarcal fuerte- en conjunto con la persecución a dirigentes de organizaciones sociales se le sumó una cacería indiscriminada luego de una movilización. Las detenciones combinaron referentes de la conflictividad con personas desvinculadas de la movilización, incluso algunas de ellas que las agarraron al pasar por la vereda. Lxs detenidxs fueron trasladados a cárceles comunes y 2 de ellos continúan allí. Además, existe una estrategia judicial y mediática muy agresiva y un avance en la forma de referirse a las izquierdas y los sectores populares: “terrorismo”, “golpe de estado” fueron términos utilizados por las redes oficiales del gobierno. Un salto en la situación que nos lleva a repensar nuestras estrategias.

La situación del peronismo

Sumado a la derrota electoral y política de las elecciones del 2023, la experiencia del FdT continúa hundiéndose. Las denuncias de la ex primera dama Fabiola Yañez contra Alberto Fernández por violencia de género constituyen un escándalo político para un presidente que se embanderó del conjunto de la agenda feminista. Desde la ultraderecha la respuesta es rápida. Aprovechan la situación para poner en venta el Ministerio de las Mujeres y relacionar la “mentira” de la agenda feminista con las contradicciones de un dirigente violento. Sin embargo, contrario a lo que expresa la derecha la existencia de condiciones para denunciar este caso y la visibilidad que tomó es una victoria del movimiento feminista. Lejos de representar la nulidad de las políticas de género expresa la necesidad de amplificarlas y potenciarlas para que sean herramientas reales para mujeres y disidencias.

Para distintos sectores del campo popular esto profundiza la desilusión con estas experiencias. Scioli, figura en 2015 contra Macri forma hoy parte del gobierno de Milei, Alberto Fernández es denunciado por violencia de género mientras que Massa se encuentra trabajando para fondos buitre del exterior. Lejos de ser una cadena de hechos aislados, la táctica de poner candidatos y dirigentes lo más parecidos que se pueda a la oposición, así como la moderación parecen no solo no tener resultados efectivos si no directamente ser una orientación equivocada para combatir a la ultraderecha. 

La posibilidad del gobierno de estabilizarse y la necesidad del protagonismo popular 

En términos económicos la situación del gobierno de Milei muestra en este momento su peor costado. Parte de sus problemas centrales pueden explicarse por la falta de financiamiento, causal de la restricción externa y la falta de divisas. Es inviable un proceso de crecimiento económico, aún con reformas estructurales, si el gobierno no logra salir del cepo para movilizar un proceso de inversión. Por otro lado, esa salida necesariamente implica un proceso de devaluación que impactaría en precios y pondría al gobierno en una situación difícil donde ya no podría mostrar la baja en la inflación -aunque los números actuales que muestre sean producto de la caída del consumo en primera instancia-.

En este sentido, lxs economistas discuten dos escenarios posibles. El primero argumenta que el “cuello de botella” en el que está el gobierno es insuperable. Este escenario eventualmente nos permitirá avanzar en mejores condiciones con un proceso de recomposición social.

El segundo, plantea la posibilidad de que con algunas medidas como el blanqueo y el RIGI, sumado a un proceso de consolidación política el gobierno logre salir de a poco del cepo. A esta idea, se le suma la posibilidad de una eventual victoria de Trump en las elecciones de este año en EE.UU que destrabe parte del financiamiento externo. Este escenario, sin duda, es el más peligroso para los sectores populares porque implicaría una posibilidad de una fórmula económica al estilo convertibilidad. 

Incluso ante una caída hipotética del gobierno de LLA producto de la situación económica,  es necesario que pensemos que aún en caso de que Milei se “tenga que ir”, este escenario sin intervención popular (por ejemplo, ante una eventual corrida cambiaria) no termina de torcer la balanza a nuestro favor. Las tensiones del gobierno con el empresariado y su propia alianza política son reales, producto de su carácter ultraderechista y autoritario. El alcance que tengan estas tensiones, al igual que el desarrollo de la movilización social y la corroboración de nuestras propias fuerzas, son escenarios a seguir analizando a partir del desarrollo concreto.

Nuestras tareas

Con este cuadro general planteamos que las tareas de las militancias de izquierda y populares deben ser acompañar un proceso de recomposición para evitar que la serie de derrotas sociales y políticas se transformen en una derrota de largo plazo, estratégica, en manos del gobierno de Milei.

Eso nos lleva a continuar profundizando una política de frente único con todos los sectores que estén dispuestos a manifestarse contra este gobierno y sus medidas. Por otro lado, a ser impulsores de luchas y resistencias en los lugares donde no la haya. Debemos lograr combinar un fuerte proceso de movilizaciones masivas con luchas por abajo que nos hagan ganar experiencia, construir nuevas correlaciones de fuerza y presionar a las dirigencias sindicales y políticas para ponerse a la cabeza de la resistencia.

A la par, es necesario que continuemos construyendo una alternativa política de izquierda que pueda darle lugar a distintas tradiciones e ideologías para que la presencia que tenemos todos los días en la primera línea de resistencia pueda también discutir cómo sacar a la ultraderecha del gobierno y el modelo de país que queremos construir.

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